Anoche intervine en una mesa redonda sobre el aforismo y el humor. Hablar de humor es muy serio. Iba tenso y grave, y no me quedó otra que recurrir a los aforismos de Millôr Fernandes (Río de Janeiro, 1923-2012), que nos dejó un montón de frases desternillantes. "Asombroso ver a esos sexagenarios hablar de matar el tiempo". "Todo va de peor a mal, decía el optimista". "Cuando muere un rockero se debería guardar un minuto de barullo". "Qué coincidencia. ¿Por qué todas las personas con sentido común piensan como nosotros?" Mucho mejor Millôr que yo.
Hace años le hice una selección, la traduje y encontré una editorial, pero la familia no quiso que se publicase en España una antología, sino la obra completa. Eso ya ni interesaba a la editorial ni yo me vi con fuerzas ni beneficiaba a un autor torrencial. A fin de cuentas, él había escrito: "La vida sería mucho mejor si no fuese diaria".
Su humor es omnipresente, pero no monopresente. Lo advierte: "El humor no debe ser confundido con la campaña del "Sonría siempre". Ese eslogan es anti-humorístico, revela un conformismo incompatible con la Alta Dignidad del humorista". Sus aforismos tienen una lectura profunda. "Yo no nací para vivir, sino para una cosa mucho mejor, que aún estoy descubriendo qué es". "Cada frase que digo es una tentativa (vana) de intentar pagar mi estancia en el hotel de este mundo". "Por debajo de las mentiras de ministros, senadores, médicos, había otras mentiras. Ya debíamos saber que, si la verdad no está por encima, por debajo no está. Apenas otra y otra y otra capa de mentira". "Quisieron sacudirse el tabú y mataron el mito". "La belleza es frívola. La fealdad, no".
También tiene a menudo una lectura política, para ahora mismo. Comprueben: "La mordaza aumenta la mordacidad". "'Pienso, luego existo'. Y ahora, ¿qué cartesianismo explica la existencia de toda esa gente del Congreso?" "Envidiar a los corruptos es ya media corrupción". "Nuestros gobernantes se dividen entre los que son capaces de todo y los que son incapaces de todo". "Antiguamente los moralistas afirmaban: 'Del mundo no se lleva uno nada'. El Impuesto de Sucesiones añade: 'Ni se deja'". "El momento exige que los hombres de bien tengan la audacia de los canallas".
Con cualquiera de estos aforismos se podría escribir una columna hoy. Yo, con ésta, me quito la rabia de que Millôr no sea más conocido aquí, con lo bien que nos vendría.
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