Las celebraciones por los 800 años de presencia franciscana han llegado a los Estados Unidos. El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, visitó el convento franciscano de Washington del 7 al 12 de noviembre, y fue una ocasión para celebrar el importante acontecimiento del octavo centenario y para reunirse con amigos y colaboradores de Tierra Santa. El estrecho vínculo que une ambos lugares se renovaba así, como cada año, con motivo de la visita del Custodio.
El convento franciscano de Washington, que fue construido hace aproximadamente 120 años, contiene réplicas de los santuarios de Tierra Santa y por eso es destino de peregrinación en la capital de Estados Unidos.
El sábado 11 y el domingo 12 de noviembre, el Custodio presidió algunas celebraciones para reunirse con los frailes y fieles locales. En su homilía sobre el pasaje evangélico de las vírgenes prudentes y necias que esperan al esposo, fray Francesco animó a los presentes a intentar llenar sus lámparas con el aceite de la caridad.
El 11 de noviembre fue el día de la gala de beneficencia que reunió a más de doscientos invitados, llegados para apoyar el trabajo del monasterio de Washington y de los frailes de Tierra Santa. El Custodio les dio las gracias por su generosidad y les comunicó una serie de buenas noticias sobre Tierra Santa durante el año pasado. La restauración del Edículo de la tumba de Jesús en Jerusalén, las obras en curso en la basílica de la Natividad en Belén, la situación positiva de las vocaciones a la Custodia y, sobre todo, el comienzo de la paz en Siria, fueron algunos de los temas tratados. «Nuestros hermanos en Siria, a pesar de todas las dificultades de la guerra, han continuado su misión con fe y coraje – dijo fray Patton -. Desde la pasada Navidad las condiciones en las que viven son ligeramente más estables y menos peligrosas».
Son muchos los signos de esperanza para los sirios: la iniciativa “Niños en oración por la paz”, los proyectos de ocio para los niños, la reconstrucción de las casas, el número de fieles aumentando en algunas zonas. Pero el Custodio también instó al público a rezar por la paz, especialmente por los frailes y las poblaciones de las zonas que aún tienen que luchar diariamente contra la violencia.
Un problema para recordar es también el continuo éxodo de los cristianos árabes de Tierra Santa. Fray Patton pidió seguir apoyando los esfuerzos de la Custodia para garantizar que los cristianos puedan encontrar un hogar y una identidad allí. A pesar de las dificultades para vivir y dar testimonio en la tierra donde Jesús invitó a sus discípulos a ser “sal y luz”, la Custodia trabaja para que no abandonen sus hogares.
Ante cientos de benefactores, gracias a cuya dedicación se sostiene cada día el trabajo de la Custodia, el padre Francesco expresaba: «El monasterio franciscano de Tierra Santa aquí en Washington es muy importante para nosotros. Desde aquí, invitamos a los católicos de Estados Unidos a ayudar a la Tierra Santa a través de la colecta del Viernes Santo. Aquí damos la bienvenida a amigos generosos como vosotros, para compartir nuestra misión, que ya dura 800 años».
Le acompañaba en la visita el ecónomo de la Custodia fray Ramzi Siwadi. Él fue quien compartió con los invitados algunas de las necesidades prácticas concretas que los frailes tienen para desarrollar su misión.
Cada año, en la cena de beneficencia del monasterio franciscano se entrega también el premio “Grato Animo” en reconocimiento al servicio especial para la Tierra Santa y su población. Este año recibió el premio Carl Anderson, Caballero Supremo de los Caballeros de Colón, que desde 2014 han donado más de 13 millones de dólares para ayuda humanitaria, principalmente en Irak, Siria y en las regiones circundantes. En los últimos años, el Sr. Anderson ha realizado un gran esfuerzo para apoyar a los cristianos perseguidos en Oriente Medio y por eso ha sido designado para recibir este importante reconocimiento.
Un hilo ininterrumpido, por tanto, el que une la Tierra Santa y Washington. Entre la beneficencia y la oración, las distancias parecen desaparecer.
Beatrice Guarrera
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