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jueves, 30 de abril de 2015
EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN; POR JOSÉ ANTONIO SIGLER
EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN. «El que recibe a mi enviado me recibe a mí; el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.» (Evangelio del día). Jesús concatena la misión, entre Dios y el hombre. Los evangelizadores, y de esto la Escuela de Evangelizadores de Cádiz sabe mucho, deben ser personas que anuncian porque antes han sido anunciados. Hasta aquí el tema funciona bien. Pero el asunto es ¿a quien anunciamos?, ¿qué anunciamos? y ¿cómo anunciamos? La lectura de las Laudes nos habla de que debemos estar habitados por el Espíritu de Dios: «Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros...». Esta es la clave del evangelizador, y todos, por el bautismo, lo somos. Algunos, con buena fe, se lanzan a anunciar el Kerigma o a catequizar, con sus fuerzas y sus capacidades, que es de elogiar mucho, pero sus palabras no rebosan "Espíritu". Y estas palabras pueden vencer pero no convencer. Por eso, no nos engañemos y seamos serios, todo evangelizador, todo catequista y todos los que imparten prematrimoniales, debe ser personas de oración. No basta con ser buenos sino que, además, hay que estar llenos de Dios. Y, aquí no vale rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria para "cubrir el expediente", aquí hay que hacer muchas "horas de sagrario". ¡Es que si no, lo que hacemos es dar de nosotros, pero poco de Dios! Y estas "horas de sagrario" dan sus frutos, creedlo: «...el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.». Santa María de Caná, ruega por nosotros.
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