Debemos hacer el esfuerzo de abrirnos porque compartiendo crecemos
Por: Salvador Casadevall | Fuente: Catholic.net
A veces sucede que uno es introvertido, que siente las cosas pero que no las expresa, que no las demuestra y esto es un freno al darse, porque es abriéndose los unos a los otros, tanto dentro como fuera de la familia, como
se fortalece todo lo humano, todo lo autentico.
Debemos hacer el esfuerzo de abrirnos porque compartiendo crecemos.
Quizás el encerrarnos es nuestra fragilidad, nuestra falla, nuestra debilidad porque precisamente la palabra fragilidad quiere decir falla.
Fallo por que no puedo o fallo por que no quiero.
A los humanos se nos hace difícil admitir nuestras fallas. Es nuestra mayor debilidad, es nuestra mayor fragilidad.
Y que podríamos decir de nuestra debilidad en admitir fallas en nuestros hijos. Como los amamos, todo lo justificamos. Es una falla.
Y lo peor es que si seguimos en esta postura les estamos haciendo un daño.
Daño que se reflejará en su vida futura.
El hogar es el lugar de los afectos y si nuestra fragilidad es causa por el amor que les tenemos, podríamos decir que las fallas deberían estar permitidas, aunque no más sea por un rato.
Pero si deberíamos aprender a saber manejarlas o al menos tener conciencia
de lo que deberíamos encauzar.
Cuando un niño empieza a caminar y realmente tiene sus piernas vacilantes se fortalece con la ayuda de sus padres que son los que le dan confianza y esperanza.
Los brazos abiertos son su protección, son el marco de esperanza, son el apoyo de su posibilidad para afianzarse y caminar.
Con el tiempo crecerá y siempre los padres serán el marco para aprender a caminar. Otra clase de camino, pero se aprende caminando.
Y en ese caminar, los padres son esenciales para que siga el buen camino.
No escucha y no ve, el que su corazón no se lo permite.
Las cosas se razonan primero, pero es desde el corazón que son comprendidas.
Es desde el corazón que las cosas se ven, se escuchan y se hacen distintas.
Razonar si, pero hacer desde el corazón. Dándole cabida al corazón.
Las cosas de Dios están más cerca del corazón que del cerebro
. ´Dios nos hizo perfectos y no escoge a los capacitados, sino que capacita a los escogidos´. Hacer o no hacer algo, sólo depende de nuestra voluntad y perseverancia’.(Albert Einstein)
En la vida no importa quién eres, sino que alguien te aprecie por lo que eres, y te acepte y te ame por lo que eres.
La fragilidad no significa tragedia; la fragilidad es humana, y en lo humano está lo mejor de nosotros. Y lo mejor siempre es lo pensado y transmitido desde el corazón.
Si la familia es escuela de virtudes, una de las primeras enseñanzas que deberíamos aprender y transmitir es la de hablar y escuchar desde el corazón.
En toda persona hay luces y sombras.
No debemos detenernos en aquello que es nuestra sombra, sino que simplemente mirando lo bueno que hay en cada uno de nosotros, aprendamos a manejar nuestras sombras.
Así como cuando nuestro hijo era pequeño nuestros brazos abiertos le dieron confianza a sus primeros pasos, así deben seguir los padres: con los brazos abiertos para que los hijos vayan ganando confianza en si mismos.
Así aflorará su propia creatividad.
Su propio ser lo que es o lo que deba ser.
Es en la familia donde se nos habla y escucha por primera vez, donde se ponen los primeros límites, donde los padres tienen en esencia la función de acompañar, y la creatividad es exigida al máximo para superar las dificultades; o por lo menos así debería ser.
Una de las cosas apreciadas es ser una persona honorable.
¿Qué es el honor? Es ser esclavo de lo que uno es.
Y en esa esclavitud es necesario que haya un corazón lleno de amor.
Lo razonado debe siempre pasar por el corazón si quieres que el honor sea una buena actitud. Una actitud llena de afecto, llena de comprensión.
Entre el honor y el amor hay que seguir el amor, pues sin amor el honor es un buen estiércol para la verdura.
Nos tendríamos que preguntar si en nuestras familias fomentamos estos valores, si intentamos transformar nuestras fragilidades en fortalezas mirándonos a la cara y hablándonos con el corazón.
La vida se compone de una sucesión de lecciones que deben ser vividas para ser comprendidas
Bien está el pensar, el razonar, pero de poco vale si no interviene el corazón.
La vida de hoy, el mundo de hoy. razona mucho, pero poco usa el corazón.
Cada día se nota más a faltar la intervención del corazón.
Que no nos ocurra esto a nosotros.
Y sobre todo, que no ocurra en nuestra familia.
se fortalece todo lo humano, todo lo autentico.
Debemos hacer el esfuerzo de abrirnos porque compartiendo crecemos.
Quizás el encerrarnos es nuestra fragilidad, nuestra falla, nuestra debilidad porque precisamente la palabra fragilidad quiere decir falla.
Fallo por que no puedo o fallo por que no quiero.
A los humanos se nos hace difícil admitir nuestras fallas. Es nuestra mayor debilidad, es nuestra mayor fragilidad.
Y que podríamos decir de nuestra debilidad en admitir fallas en nuestros hijos. Como los amamos, todo lo justificamos. Es una falla.
Y lo peor es que si seguimos en esta postura les estamos haciendo un daño.
Daño que se reflejará en su vida futura.
El hogar es el lugar de los afectos y si nuestra fragilidad es causa por el amor que les tenemos, podríamos decir que las fallas deberían estar permitidas, aunque no más sea por un rato.
Pero si deberíamos aprender a saber manejarlas o al menos tener conciencia
de lo que deberíamos encauzar.
Cuando un niño empieza a caminar y realmente tiene sus piernas vacilantes se fortalece con la ayuda de sus padres que son los que le dan confianza y esperanza.
Los brazos abiertos son su protección, son el marco de esperanza, son el apoyo de su posibilidad para afianzarse y caminar.
Con el tiempo crecerá y siempre los padres serán el marco para aprender a caminar. Otra clase de camino, pero se aprende caminando.
Y en ese caminar, los padres son esenciales para que siga el buen camino.
No escucha y no ve, el que su corazón no se lo permite.
Las cosas se razonan primero, pero es desde el corazón que son comprendidas.
Es desde el corazón que las cosas se ven, se escuchan y se hacen distintas.
Razonar si, pero hacer desde el corazón. Dándole cabida al corazón.
Las cosas de Dios están más cerca del corazón que del cerebro
. ´Dios nos hizo perfectos y no escoge a los capacitados, sino que capacita a los escogidos´. Hacer o no hacer algo, sólo depende de nuestra voluntad y perseverancia’.(Albert Einstein)
En la vida no importa quién eres, sino que alguien te aprecie por lo que eres, y te acepte y te ame por lo que eres.
La fragilidad no significa tragedia; la fragilidad es humana, y en lo humano está lo mejor de nosotros. Y lo mejor siempre es lo pensado y transmitido desde el corazón.
Si la familia es escuela de virtudes, una de las primeras enseñanzas que deberíamos aprender y transmitir es la de hablar y escuchar desde el corazón.
En toda persona hay luces y sombras.
No debemos detenernos en aquello que es nuestra sombra, sino que simplemente mirando lo bueno que hay en cada uno de nosotros, aprendamos a manejar nuestras sombras.
Así como cuando nuestro hijo era pequeño nuestros brazos abiertos le dieron confianza a sus primeros pasos, así deben seguir los padres: con los brazos abiertos para que los hijos vayan ganando confianza en si mismos.
Así aflorará su propia creatividad.
Su propio ser lo que es o lo que deba ser.
Es en la familia donde se nos habla y escucha por primera vez, donde se ponen los primeros límites, donde los padres tienen en esencia la función de acompañar, y la creatividad es exigida al máximo para superar las dificultades; o por lo menos así debería ser.
Una de las cosas apreciadas es ser una persona honorable.
¿Qué es el honor? Es ser esclavo de lo que uno es.
Y en esa esclavitud es necesario que haya un corazón lleno de amor.
Lo razonado debe siempre pasar por el corazón si quieres que el honor sea una buena actitud. Una actitud llena de afecto, llena de comprensión.
Entre el honor y el amor hay que seguir el amor, pues sin amor el honor es un buen estiércol para la verdura.
Nos tendríamos que preguntar si en nuestras familias fomentamos estos valores, si intentamos transformar nuestras fragilidades en fortalezas mirándonos a la cara y hablándonos con el corazón.
La vida se compone de una sucesión de lecciones que deben ser vividas para ser comprendidas
Bien está el pensar, el razonar, pero de poco vale si no interviene el corazón.
La vida de hoy, el mundo de hoy. razona mucho, pero poco usa el corazón.
Cada día se nota más a faltar la intervención del corazón.
Que no nos ocurra esto a nosotros.
Y sobre todo, que no ocurra en nuestra familia.
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