Esta
semana nos desayunamos con la noticia del niño que ha matado a un profesor en
un instituto de Cataluña y como precisamente uno de mis hijos está en la edad
de la adolescencia he tenido mucho tiempo entre hueco y hueco en mi cabeza, de
pensar en el asunto.
Así
de primeras cuando recibes la noticia sin digerir se te pasa por la cabeza todo
tipo de ideas peregrinas sobre la situación. Primero te pones en el lugar de
las víctimas, por supuesto, porque es algo que no olvidan fácilmente aunque la
mente humana tiene tendencia y capacidad para diluir esas situaciones tan
impactantes, pero la cicatriz queda ahí y sus consecuencias pueden ser a muy
largo plazo. Ese es el problema de fondo, la mente humana por mucho que se
estudie es una total desconocida para el hombre, sabemos y buscamos mucho en el
espacio, pero dentro de nosotros mismos no sabemos ni de lo que somos capaces,
aparte de que nos da miedo mirarnos al espejo y vernos a nosotros mismos.
Inmediatamente
la explicación que se da es que el niño tuvo un brote psicótico, aunque esto
hay que estudiarlo en profundidad, es cierto que estaba en tratamiento, algo
que ha sido comentado por sus padres, pero claro ahora empieza el calvario y
los dimes y diretes, por un lado ahora saltan las alarmas de que se debería de
evaluar psicológicamente a los niños cuando entran en los colegios de una forma
más profunda, porque aunque cuando se hace la matricula te preguntan si hay
algo que reseñar sobre el niño, lo típico: si es alérgico, asmático, o zurdo;
algo que parece tonto pero que determina ciertas posturas a la hora de escribir
y trabajar, pero nadie pondría, que su hijo está en tratamiento psicológico
por miedo a que se le estigmatice en
clase. Algo que no debería ser así por diversos motivos; para empezar, porque
los expediente académicos son algo que solo tiene que saber el colegio, pero
como no nos fiamos de los profesores, pues así nos va. Avisamos al colegio de
que nuestro hijo tiene asma o alergias, pero nos negamos a avisar de que tiene
problemas psicológicos, cuando tan importante es una cosa como la otra,
basándonos en el rendimiento escolar y en su integración en el grupo, sin ir
más lejos porque tampoco es habitual, esperemos, casos como el que se ha dado
en este instituto.
Pero
mientras que los centros quieren esos informes psicológicos, los padres se
oponen a dar esa información porque la consideran confidencial, algo totalmente
absurdo si se hacen las cosas bien, en qué cabeza cabe que a una persona que se
la tiene que educar a nivel académico y tiene que integrarse en un grupo, no
tengan los educadores todos los informes psicológicos de sus alumnos. Puede ser
un gran error, por una sencilla razón, los profesores irán ciegos en el trabajo
de educar a los niños. Si tiene dislexia y dislalia, o si tiene un coeficiente
intelectual alto sí, pero si tiene otra disfunción ya nos callamos, y con ese
silencio perjudicamos al niño puesto que nosotros no somos especialistas, los
especialistas deben estar en el centro escolar y en los colegios médicos.
Por
supuesto para llevar esto a cabo tienen que implicarse bien ambas partes, por
parte del profesorado que se gestione bien esa información y por parte de los
padres que dejen a los profesionales realizar su trabajo en condiciones. Porque
a la larga, por mucho que se quieran ocultar cosas, las cosas salen y más en
los niños. ¿Qué habría pasado si los padres informan al instituto de la
situación de su hijo? ¿Se podría haber evitado la muerte del profesor y los
otros daños colaterales? Nunca lo sabremos, y todo por una mal entendida
protección hacia el menor que le hacemos un flaco favor. Los padres alegan que
si se sabe esa información, el niño puede ser prejuzgado, pero veamos el lado
positivo, el prejuzgar a las personas está en la naturaleza humana. Siempre en
los colegios los hermanos mayores van abriendo camino para los pequeños, para
bien o para mal, eso es inevitable. ¿No sería mejor que ese “abrir camino”
fuera de una forma reglada y sistemática con unos informes serios?
Como
he dicho la mente humana es muy sorpresiva, no sabemos qué pasaría por la mente
del muchacho, y que fue el “click” que desencadeno la conducta violenta que
tuvo. Pienso como el juez de granada Emilio Calatayud, que la solución no está
en subir ni en bajar la edad penal, obviamente la muerte del profesor no se va
a solucionar metiendo al niño en la cárcel con 13 años, porque es carne de
cañón para que se convierta en un adulto con muchos problemas. Primero hay que
saber en la medida de lo posible que ha ocurrido en la cabeza de niño y luego
ponerle medios para que sea un niño
normal. Todos sufrimos “clicks” en la vida, pero nos tienen que enseñar
a gestionar nuestras frustraciones y problemas de una manera constructiva y que
nos sirvan para crecer y desarrollarnos, no ponerle el cascabel al gato es
alargar el problema y dar lugar a que una gota colme el vaso. Lo extraño es que
en una edad tan joven pasen cosas como esas. Los padres tenemos la obligación
de observar todos los cambios de conducta de nuestros hijos y actuar en la
mayor brevedad posible sin ocultar el problema, pero la sociedad hoy en día nos
exige niños perfectos, modelos, cara a la sociedad y eso nos da lugar a que las
caras ocultas se queden en nuestras casas, con la carga de problemas y
sufrimiento que ello supone, ya que los padres no estamos la mayoría preparados
para problemas tan complejos. Ya tenemos dificultades en el día a día con
situaciones que se consideran “normales”, si las situaciones se complican ya se
nos va de las manos.
En
la sociedad actual solo se premia el éxito académico dejando de lado el éxito
personal, cuando lo segundo favorece lo primero y no al revés. Cuantas personas
conocemos de éxito profesional y que en su entorno privado se sabe que están
frustrados y amargados dando lugar a situaciones conflictivas en el seno de la
familia, pero claro, como eso no luce, nos callamos y lo ocultamos.
La
sociedad se ha convertido en un “lobo” para sus miembros, dando lugar a
personas que se retraen del contacto con su entorno, a niños que no quieren
crecer y sufren el complejo de “Peter Pan” porque no son capaces de gestionar
sus problemas, entre otras cosas porque sus padres no los saben gestionar y no
tienen ayuda, y si encima mantenemos de forma oculta y cara a la galería
queremos que todo parezca perfecto, lo que en realidad estamos sembrando es una
bomba de relojería que en un momento dado, sin esperarlo y sin explicación
alguna, salta llevándose por delante a inocentes que en ese momento se
encontraban cerca. Y así me hago la pregunta. ¿Compensa ese secreto y ese
oscurantismo? Analicemos en profundidad el tema, sobre todo los que somos
padres y educadores a todos los niveles, porque si seguimos así casos como este
puede que no sean tan extraordinarios y sería lamentable, que por no querer o
no saber coger “el toro por los cuernos” la situación de nuestros jóvenes tome
unos derroteros nada recomendables.
SHABBAT SHALOM
Mara Herrera
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