sábado, 1 de febrero de 2014

NADIE NACE SIENDO SACERDOTE.

 
Curas online
 

 

NadieNaceSacerdote2Si os preguntáramos a cada uno de vosotros cómo soléis afrontar las situaciones de novedad, las respuestas serían muy variadas. Unos hablaríais de pereza, otros de miedo y otros, quizá, de expectación. Sea cual sea la actitud que se adopte, las excusas de cara a nuevos o diferentes compromisossuelen hacerse presentes con preocupante frecuencia… ¡las usamos muy a menudo! Y las hay de todos los tipos. Lo curioso es que en el ámbito estrictamente vocacional, las excusas están también a la orden del día. Si a un joven se le sugiere la posibilidad de seguir a Cristo como misionero o sacerdote, o comparte la intuición de que podría estar siendo llamado por el Señor a una vocación especial, su respuesta, por lo general, se situaría de nuevo en el ámbito de las excusas: “no soy ningún santo, soy un pecador” (lo mismo que vino a decir san Pedro y, con él, una miríada de santos), “a mí me gustan mucho las chicas” (como si a los consagrados no le gustaran) o “ya he tomado otras opciones, mi momento para eso ya pasó” (como si Dios tuviera nuestros mismos esquemas respecto a lo que es una ocasión oportuna).
Si bien es verdad que la mayoría de estas respuestas tienen detrás la realidad de la excusa y, en el fondo, de la mediocridad y el miedo, también esconden gran cantidad de prejuicios. En este sentido, no serían pocos los que pensarían que los sacerdotes nacieron ya revestidos del seno materno (como el niño de la foto); o que descendieron del cielo a modo de ángeles; que tenían grandes cualidades ausentes en otros, incluidas todas las virtudes; o que las tentaciones en su caso no se habrían dado o estarían apenas presentes.
Por eso, de cara a afrontar la realidad de vocación, habría que recordar una vez más que Dios busca personas normales, llenas de cualidades y, por qué no, de debilidades y defectos. La diferencia de un consagrado no es tanto su excelencia moral, sino su decisión de dejarse hacer por Dios, su haber pronunciado el “cuenta conmigo”, una frase que compromete definitivamente. Los consagrados no son héroes, sino hombres de carne y hueso que han puesto su ser al servicio del Reino; personas que saben que toda su vida, incluidas sus pobrezas, serán aprovechadas por Dios para bien de los hermanos.
Quién sabe si tú no eres también llamado por Cristo a seguirle más de cerca. Si es así, no busques razones para decir que no. No pongas excusas. Dile al Señor sin temer: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”(Salmo 39).
Por nuestra parte, te aseguramos en el nombre del Señor que, aun envuelto en persecuciones (Marcos 10, 29-30) y en un sinfín de dificultades,verás colmados tus anhelos de felicidad, de paz y de vida… eterna.

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