Kinshasa - “Digamos alto y claro que nuestras poblaciones no son carne de cañón” afirman los Obispos de Katanga al denunciar la grave situación de su provincia a causa de la violencia de la banda armada “Bakata-Katanga”.
En la Carta Pastoral, publicada en la clausura de la Asamblea de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Lubumbashi, se recuerda que “después de la fuga de la cárcel de Kasapa en Lubumbashi, en septiembre de 2011, del Señor de la guerra Kyungu Pant, conocido como 'Gedeon', diferentes áreas de la provincia de Katanga han vuelto a caer en un ciclo de inseguridad y violencia que siembra la muerte entre los ciudadanos pacíficos y empuja a miles de personas a huir. La reivindicación de 'independencia' de Katanga, según lo declarado por la expresión 'Bakata-Katanga', es el pretexto invocado generalmente para justificar tal explosión de violencia”. Los obispos recuerdan que “existen los medios democráticos para expresar las frustraciones y aspiraciones noblemente” y denuncian que “en nombre de la causa de la independencia, muchos jóvenes, la mayoría de ellos niños, han sido reclutados y obligados a matar a sus compatriotas por la fuerza”. En la Carta Pastoral se dibuja una imagen infernal, los jóvenes están “continuamente drogados y sometidos a prácticas mágicas” hasta el punto que “saquean, violan, matan, torturan y queman sin distinción ni preocupación de la mente”.
Las consecuencias sobre la población son muy duras: miles de refugiados, privados de la asistencia humanitaria, con altas tasas de mortalidad. “Entre los jóvenes en edad escolar, hay algunos condenados a no estudiar y otros obligados a la explotación artesanal de los minerales”. Las riquezas naturales de Katanga, de hecho, son la puesta en juego de esta tragedia, que también causa graves daños al medio ambiente: la contaminación del agua, los altos niveles de radiactividad que han provocado la esterilidad a un gran número de obreros.
“La dramática situación en Katanga tiene múltiples causas: la debilidad de la autoridad estatal, la mala distribución de la riqueza, el desequilibrio económico entre las zonas urbanas y rurales, la frustración, la impunidad...” concluyen los Obispos, con la esperanza de que “los responsables en todos los niveles trabajen para encontrar soluciones eficaces”.
En la Carta Pastoral, publicada en la clausura de la Asamblea de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Lubumbashi, se recuerda que “después de la fuga de la cárcel de Kasapa en Lubumbashi, en septiembre de 2011, del Señor de la guerra Kyungu Pant, conocido como 'Gedeon', diferentes áreas de la provincia de Katanga han vuelto a caer en un ciclo de inseguridad y violencia que siembra la muerte entre los ciudadanos pacíficos y empuja a miles de personas a huir. La reivindicación de 'independencia' de Katanga, según lo declarado por la expresión 'Bakata-Katanga', es el pretexto invocado generalmente para justificar tal explosión de violencia”. Los obispos recuerdan que “existen los medios democráticos para expresar las frustraciones y aspiraciones noblemente” y denuncian que “en nombre de la causa de la independencia, muchos jóvenes, la mayoría de ellos niños, han sido reclutados y obligados a matar a sus compatriotas por la fuerza”. En la Carta Pastoral se dibuja una imagen infernal, los jóvenes están “continuamente drogados y sometidos a prácticas mágicas” hasta el punto que “saquean, violan, matan, torturan y queman sin distinción ni preocupación de la mente”.
Las consecuencias sobre la población son muy duras: miles de refugiados, privados de la asistencia humanitaria, con altas tasas de mortalidad. “Entre los jóvenes en edad escolar, hay algunos condenados a no estudiar y otros obligados a la explotación artesanal de los minerales”. Las riquezas naturales de Katanga, de hecho, son la puesta en juego de esta tragedia, que también causa graves daños al medio ambiente: la contaminación del agua, los altos niveles de radiactividad que han provocado la esterilidad a un gran número de obreros.
“La dramática situación en Katanga tiene múltiples causas: la debilidad de la autoridad estatal, la mala distribución de la riqueza, el desequilibrio económico entre las zonas urbanas y rurales, la frustración, la impunidad...” concluyen los Obispos, con la esperanza de que “los responsables en todos los niveles trabajen para encontrar soluciones eficaces”.
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