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Visión de santo Tomás de Aquino. Stefano di Giovanni.
Pinacoteca Vaticana. (Siglo XV)
Cuando Tomás de Aquino entra en escena, la universidad medieval ya está en marcha, con sus programas, estatutos, privilegios, normas... Sin embargo, una luz nueva llega con él, una luz antigua y joven, porque no es otra cosa que la verdad, a la que siempre amó y sirvió Tomás de Aquino. Optó por la verdad, venga de donde viniere, por la defensa de la razón humana y su capacidad para conocer la realidad; defendió el recto uso de la filosofía en teología, que en absoluto es aguar el vino de la Revelación; antes, al contrario, es reconocer que el Dios revelado en Jesucristo es el mismo Dios creador de la razón. Un párrafo autobiográfico de Tomás de Aquino nos resulta especialmente expresivo: «Confiando en la misericordia divina yo he asumido el oficio del sabio, si bien soy consciente de que sobrepasa mis fuerzas; por ello me he propuesto dedicarme a dar razón de la verdad que profesa la fe católica, conforme a mis posibilidades, y a combatir los errores contrarios».
Tomás parte de una base antropológica, que sirve de fundamento a todo el proceso de su labor universitaria: la condición racional del hombre. Esta condición de la naturaleza humana,Tomás la ha asumido con todas sus exigencias. La Universidad es el lugar adecuado para el desarrollo de la humanidad del hombre, dirigido por su condición de ser inteligente, racional; y la racionalidad del ser humano tiene un centro orientador, designado con la palabra «verdad». El ser humano ha nacido para la verdad, en su estructura radical está conformado para apropiársela intencionalmente y, desde su condición de ser libre, se siente interpelado para dejarse modelar y transformar por ella.
«La verdad -dice Tomás de Aquino- tiene que ser el fin último de todo el universo, y todo saber tiene que ocuparse ante todo de buscarla y contemplarla».
Tradición
La vida de la Universidad es el ejercicio del ser racional en su búsqueda y comprensión de la verdad; es siempre una conquista solidaria, una empresa en común. Está comprobado que es mucho más lo que recibimos que lo que cada uno aporta al proceso. Es muy poco lo que puede uno solo en comparación con las exigencias de la verdad. Sólo desde la base firme de la tradición se puede dar un paso más adelante.
Tomás de Aquino trataba de que no se le escapase nada del pasado, de la palabra de Dios, de las obras de los pensadores, de los filósofos griegos y musulmanes. Prefirió Aristóteles, pero mantuvo el anhelo de beber también en las fuentes neoplatónicas. Estudió los padres latinos, se procuró las traducciones de los griegos, de los documentos de los primeros concilios de la Iglesia, nada se le ocultó de los teólogos y escritores medievales, ni de los maestros principales de su tiempo. Puede decirse que está siempre muy bien informado. Busca la verdad y la busca dondequiera que se encuentre. Porque, en definitiva, la verdad, venga de donde viniere, siempre procede del Espíritu Santo. Hay semillas de verdad en todos los pensadores.
Presente
La segunda tarea arquitectónica de la universidad está en la transmisión de la verdad en el presente.
La Universidad está llamada a ser el aerópago de encuentro de los hombres, de las escuelas y de las diferentes visiones de las cosas. Pero al mismo tiempo se le impone otra tarea corporativa, la del encuentro de los doctos entre sí para disputar y comprobar la firmeza de lo que se enseña y se investiga. La verdad no se impone desde la autoridad, sino por su propia fuerza y por su propio peso.
Futuro
La tercera tarea universitaria está orientada hacia el futuro. En Tomás se concilian muy bien las dos tesis que pueden a veces verse como opuestas: la solidez de los principios y el proceso interminable de la conquista de la verdad.
El hombre ha nacido para la felicidad, y ésta consiste en la posesión gozosa de la verdad, en el «gozo de la verdad», según la expresión de san Agustín.
La conquista de la verdad, siendo tarea de la Humanidad en el tiempo, sometida a los errores, débil en sus procesos, será una tarea inacabada. Científicos, filósofos, teólogos nunca dirán la última palabra. Alcanzamos la verdad y la verdad nos excede.
La figura de Tomás de Aquino, comprometido con toda su persona con la verdad, es todo un paradigma de la compleja tarea universitaria.
La Universidad debe ser espejo de la realidad cultural, tribunal de juicio de su orientación y sus desvíos, instrumento de promoción del bien común. Son muchos los agentes de la vida social. La Universidad es uno de ellos, no ciertamente el de menor importancia. La conexión de la Universidad con la vida real de los hombres, que en Tomás de Aquino tiene un testigo ejemplar, hace de la tarea universitaria un instrumento de primer orden en la construcción de un mundo auténticamente humano.
Verdad y libertad
Vidriera de Santa María Novella.
(Florencia)
Construir el hombre, construir la sociedad, llamados a la «verdad», es decir, llamados a una plenitud más allá de sí mismos, es tarea que sobrepasa la razón y las fuerzas humanas. Por eso, nada es más razonable que el hombre-justamente siendo hombre, siendo ser racional- se abra a Dios en este proceso de construir su vida y la vida de la sociedad. Y la racionalidad del hombre requiere que el proceso sea libre, y que llegue libremente a su fin. El hombre es un ser libre, y la libertad es el gran poder de promoción y destrucción del hombre.
El Evangelio de Juan lo había propuesto para todos de modo admirable y único: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres».Tomás de Aquino lo experimentó de modo excepcional, y es maestro de maestros. Su magisterio se ha prolongado a lo largo de siglos, y es justo afirmar que podemos descubrirlo con especial viveza en el magisterio del Papa actual. Juan Pablo II ha desarrollado de modo magistral el itinerario libre del hombre hacia el bien, desde la verdad de sí mismo como un itinerante hacia Dios.
Tomás de Aquino, Hoy
En Tomás hay algo de valor permanente: una doctrina acerca del hombre, de la cultura, de la sociedad. Su obra y su doctrina siguen en pie.
La Universidad de masas, como los Estados, olvida a las personas y se ocupa de la organización y la burocracia, necesita ingentes recursos económicos y se hace mendiga de los políticos, los cuales quieren dominarla.
En la situación actual, con sus logros y sus defectos, ambigua y problemática, quizá la laguna más notable y la carencia más radical es de tipo antropológico. No hay una comprensión de la racionalidad humana, de su función humanizadora e integral. A ello se debe que dos grandes dimensiones del hombre han quedado fuera, reducidas a lo privado: la moral y la religiosa. La moral es solo externa, mera costumbre, la religión es cosa privada. Lo racional queda reducido al campo de los fenómenos observables, cuantificables. Esa razón envilecida es la que se ha aliado a las «ideologías», a las dictaduras, la que se ha prostituído como auxiliar de los genocidios y barbaries del siglo presente.
La nueva universidad-siguiendo las huellas de Tomás de Aquino- tiene que volver a recuperar la fuerza de la razón, la función que ella tiene al servicio de la inteligencia, la cual tiene como fundamento el ser y la verdad. En nuestra situación de eclipse de la razón, y por ello de angustia y peligro, Tomás de Aquino puede ser una preciosa ayuda para que la Universidad recobre su vigencia en la cultura y la sociedad.
(De la lección magistral del padre Abelardo Lobato, O.P.,
en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, en la fiesta de santo Tomás)
Carta de Santo Tomás a un joven estudiante sobre el modo de estudiar
«Porque me rogaste, carísimo en Cristo Juan, que te orientara cómo te conviene estudiar para adquirir el tesoro de la ciencia, te aconsejo lo siguiente:
- Que prefieras entrar por los ríos, y no enseguida por el mar, puesto que conviene llegar por lo más fácil a lo más difícil;
- ésta es, por lo tanto, mi advertencia y tu modo de conducirte. Procura ser parco de palabras, y difícil en acudir a lugares de distracción;
- cuida la pureza de conciencia;
- no dejes de darte a la oración;
- permanece frecuentemente en tu celda, si quieres ser introducido en el trato del amor divino;
- muéstrate amable con todos;
- en nada te preocupes de los hechos de los demás;
- no seas muy familiar con algunos, porque excesiva familiaridad engendra el menor aprecio y trae consigo pérdida del tiempo de estudio;
- huye sobre todo el vagar y salir fuera de casa;
- no dejes de imitar los ejemplos de los santos y los buenos;
- no mires quién ha dicho las cosas, sino que todo lo bueno que se diga, encomiéndalo a la memoria;
- procura entender lo que lees y lo que oyes en las clases;
- procura cerciorarte en las dudas;
- y, como quien desea llenar su recipiente, esfuérzate por conservar en el archivo de tu mente lo que puedas;
- no persigas lo que sobrepasa tus posibilidades.
Siguiendo estos consejos, darás y producirás ramas y frutos útiles, mientras vivas, en la viña del Señor. Si siguieres estos pasos, podrás llegar a lo que desees».
(Esta carta se atribuye a santo Tomás de Aquino)
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