¡Con lo que cuesta llegar al sábado y lo rápido
que pasa el fin de semana!
El sábado sobre las once de la mañana salíamos de
Jerez con destino a Villaluenga del Rosario, en el camino nos paramos a echar
gasolina que se ha convertido en un artículo de lujo siendo necesario. ¡Estos
son los contrasentidos de esta vida!
Sobre las doce y cuarto llegamos al pueblo. Un día
espléndido nos recibía, en las recoletas calles se percibía cierta intensidad
porque muchos vecinos así como visitantes daban una vuelta aprovechando los
cálidos y luminosos rayos de sol que ha estado oculto bajo las nubes y la
lluvia durante cerca de dos semanas.
Cuando estuvimos en casa organizamos lo que
habíamos traído así como limpié la chimenea. Decidimos no encenderla enseguida
toda vez que solo teníamos un saco de leña y eso es bastante poco para el frío
que hacía. La semana próxima llamaremos a Mateos para encargarle otros sacos
del necesario elemento que hace que nuestros cuerpos puedan vivir al calor del
fuego que desprende la chimenea.
Nos fuimos para el Casino, allí estaban Fernando y
Alex. Había ambiente en el mismo y muchos
vecinos estaban en la barra tomando el aperitivo. Nosotros subimos a la
primera planta y nos sentamos frente a los ventanales que dan a la Alameda y a
la Sierra. Un rioja, una botella de agua, unos frutos secos fueron nuestro
aperitivo hasta que la sabrosa comida estuvo en nuestra mesa. Muy ricas las
croquetas caseras de cocido así como una tapita de puntillitas, que la mujer de
Fernando las hace de escándalo, así como una hamburguesa natural sin aditivos
ni conservantes hizo las delicias de nuestros estómagos.
Cuando ya nos íbamos nos dio mucha alegría el
encontrarnos con Fernando Carmona Espinazo. Fernando es miembro, como nosotros,
de los Caballeros Hospitalarios siendo el consultor médico de nuestra
Benemérita Institución. Charlamos y nos dijo que estaba pasando el fin de
semana junto a la familia en Grazalema. Nos despedimos de todos y nos fuimos a
dar una vuelta. Hacía un buen día aunque el frío se hacía cada vez más
palpable. Recorrimos todo el pueblo, subimos la cuesta del Calvario y nos
encaminamos para caminar por la glorieta hasta el final. El rebaño de cabras
payoyas descansaba mansamente en los verdes prados, la montaña seguía
escurriendo agua por las lluvias pasadas. Llegamos a un banco de piedra, un
mirador perfecto, y nos sentamos para admirar el paisaje que se nos presentaba
ante nuestros ojos. Un cálido sol nos acompañaba y un sano frescor rompía sobre
nuestros rostros despejándonos de todas, todas. Allí estuvimos un rato,
charlando y admirando, riéndonos y recordando nuestras cosas. Perder la vista
ante ese prodigioso paisaje de montañas y valles cubiertos de esa alfombra
verde puede convertirse en uno de los mejores placeres que la terrenal vida nos
depara.
Seguimos con el camino y me encontré con una
correntía de agua que bajaba de la sierra y rompía sobre las piedras del
camino. El leve sonido del agua discurriendo de forma natural hacía que
nuestras almas se elevaran a un terreno desconocido por el hombre actual en el
mundo que nos acompaña y asola. En medio de lo natural podemos percibir lo que
verdaderamente vale la pena.
Cerca de cuatro kilómetros caminando y sobre las
cinco y media enfilamos el camino de nuestra casa. El tiempo de cambiarnos de
zapatos y encender la chimenea. Nos sentamos frente a ella acariciendo las
páginas de nuestros libros y así pasamos gran parte de la tarde. Cuando me
quise dar cuenta eran las ocho, justo cuando había quedado con Fernando para ir
a tomar algo al Casino y charlar de “nuestras” cosas.
Cuando llegué, uno sabe cuando llega no cuando se
va a ir porque es una experiencia maravillosa el estar rodeado de buenos
amigos, estaba Juan de Dios, Israel, hijo de Fernando, y otro matrimonio del
pueblo. Poco después fue llegando y uniendo otros buenos amigos: Pedro y su
mujer, Rubi y novia. Allí empezamos una agradable tertulia entre copas y un
ambiente sano donde aprendía a cada instante la forma de vida y de vivir en
Villaluenga.
Más tarde llegó un gran amigo de Fernando, de Juan
de Dios y de la mayoría de los que estaban allí. El anfitrión fue quien me lo
presentó. Ha supuesto un auténtico honor el conocer personalmente a una persona
de la cual todo el mundo me ha hablado muy bien: Se trata de Fernando, que trabaja
como Interventor General del Ayuntamiento de Ubrique, con el cual pasé un rato
extraordinario. Nos invitó a una ronda y a probar un buen queso que le habían
regalado. Así fueron pasando las horas. Después de Fernando, me fui yo y eso
que eran las once de la noche. Me despedí de los presentes y me puse a recorrer
en un agradable paseo por las calles del pueblo. Quería que el frío intenso me
diera en la cara, necesitaba respirar aire puro que suministrara de pureza
nuestros viciados pulmones, quería relajarme caminando el cerco trecho que es
recorrer el pueblo hasta llegar a mi casa donde mi mujer me estaba esperando
viendo la televisión.
Me puse el pijama, preparé la cena fría y nos
pusimos delante de la chimenea para disfrutar de la televisión con un programa
de “Callejeros Viajeros”. Sobre las doce y poco nos acostamos porque los dos
estábamos cansados. Nos dormímos enseguida.
Dormí del tirón, no me di ni cuenta de cuando
Hetepheres se levantó. Cuando me quise dar cuenta y abrí los ojos eran las
nueve y cuarto de la mañana. ¡Nueve horas durmiendo! ¡Qué alegría más grande!
Eso no lo recordaba desde hacía mucho tiempo, justamente desde las pasadas
vacaciones en el mes de diciembre en, como no, Villaluenga del Rosario. Aquí la
tranquilidad, el silencio y la quietud muestran otro nivel, otra dimensión que
deja que el espíritu vaya por libre.
Me levanté, hice la cama, y mientras Hetepheres
terminaba de hacer la casa, me duché con agua muy calentita y una vez vestido
con nuestra indumentaria de la sierra, ropa polar y de abrigo, nos encaminamos
para desayunar en el Casino. Allí coincidimos con Charo, Quesos Oliva” y
estuvimos charlando un poco de todo lo divino y humano aunque priorizábamos lo
segundo a lo primero. Así pasaron las horas y nos dio las once de la mañana,
hora justa de empezar la Misa, y nos trasladamos a la casa vecina que es la
Iglesia. Este domingo presentaba el Templo otro color pues había un grupo Scaut
entre los vecinos que habíamos acudido para celebrar la Eucaristía. Celebró la
misma nuestro Párroco, el Padre D. Francisco Párraga que pronunció una homilía
perfecta en tiempo y contenido. Terminada la Santa Misa saludamos a muchas de
las queridas feligresas y buenas amigas nuestras que, si alguno falta o falla,
ya a fuerza de vernos nos echamos de menos.
Después nos acercamos a casa de una amiga que
había hecho matanza el día anterior porque quería enseñarnos los productos que
había sacado de la misma. Morcilla, chorizo, salchichón, chicharrones, manteca
componían el bello y sabroso espectáculo que nos ponía frente a nuestros ojos.
Nos explicó todo el proceso y nos dio a probar de un poco de todo mientras lo
asaba a fuego en la chimenea. ¡Qué rico, Dios mío! Todos ellos para consumo
propio.
Más tarde visitamos a Charo en su despacho de
“Quesos Oliva” pues dos amigos nos habían encargado que le compráramos unos
trozos de su buen queso que tan famoso se está haciendo y que cuanto más lo
prueban, más admiradores tienen.
Ayer le entregué el encargo que me hizo un buen
amigo del queso de Charo. Hoy me ha comentado que nunca había probado algo
igual, que es distinto a todos, que no son ni peores ni mejores, sino que es
distinto, que los quesos de “Quesos Oliva” entran dentro de la categoría de
exquisiteces y así deben ser tratados y considerados.
Al salir de comprar y charlar largo rato con
nuestra querida Charo nos encaminamos a casa para dejar las cosas y coger un
trozo de queso muy curado que teníamos en casa, estaba tan duro que no servía
ni para rayarlo. Lo troceamos a duras penas y se lo llevamos a unos perros,
gatitos que están muy escuálidos. Ya por los años y la vida me voy extrañando
de pocas cosas, pero el ver a los
perros, a los gatos y hasta las gallinas y gallos comiendo y picoteando con
cierta avidez los trozos de queso me parece una experiencia llena de
genialidad.
Hecho esto nos fuimos a casa, encendimos los
últimos troncos que nos quedaban y nos dispusimos a almorzar: Un platito de
buen queso de Charo, unas aceitunas, un sanwich con jamón al horno y unas
patatas fritas fue nuestro almuerzo porque estábamos saciados de la gran
rebanada del desayuno así como del plato con el que probamos los productos de
la matanza.
Terminamos de almorzar, fregamos los platos,
descansamos un poco y nos dispusimos a preparar las cosas para marcharnos, para
“volver con la frente marchita”, como dice el tango de Gardel, a Jerez, a
nuestra vida ordinaria, a nuestro pesado día a día, a las obligaciones,
deberes, compromisos, a todo cuanto nos van ahogando poco a poco hasta no tener
un minuto libre que dedicar a lo que de verdad importan.
Ya han pasado los dos primeros días, la mitad de
la semana laboral se ha hecho un hueco para pensar, nuevamente, en volver,
volver a la vida que queremos y ansiamos llevar, volver con nuestra gente y a
nuestro pueblo, a contemplar paisajes de ensueño, percibir el frío intenso,
respirar el aire más puro, convivir con buena gente que comparten su vida y sus
cosas con quienes ya se consideran en el alma y en el corazón payoyos.
Os diré que cuando llegan los día en los cuales se
alojan en el alma el tedio y el cansancio o cuando no tienes tiempo ni de
mirarte a la cara, hago un paréntesis en mi día a día y pienso lo que estaría
haciendo en el pueblo, cómo estarás mis queridos amigos, como sigue la Sierra
del Caíllo, los montes que nos cobijan, el sol resplandeciente o la lluvia que
serpentea la cotidianidad de nuestras vidas, el frío que acompaña como un
peregrino en un viaje de ensueño. Cuando todo se vuelve gris, cierro los ojos y
veo todo verde, del verdor que da la naturaleza en su máxima expresión y me acuerdo
de Villaluenga, de sus calles, casas, gentes, clima, paisaje, sonidos,
tranquilidad, en una palabra: Felicidad plena y llena. Recordar y escribir
sobre, el que considero, mi pueblo me hace feliz.
Si Dios así lo quiere el próximo sábado volveremos
a estar en ese rincón del alma que se llama Villaluenga del Rosario donde sus
calles, plaza, casas, paisaje se conjugan en un todo que, si podéis, tenéis que
vivir y admirar por vosotros mismos.
Os animo a visitar Villaluenga del Rosario,
caminar por sus calles, admirar cada rincón de este precioso pueblo que enamora
nada más verlo, cuando palpas y pisas sus recónditas callejuelas, con sus
preciosas casas encaladas, te topas con un cementerio que está cobijado dentro
de una antigua Iglesia que fue quemada por las tropas napoleónicas, cuando
caminas y bajas por algunas de sus cuestas y desembocas en la Alameda, en la
bella Iglesia de San Miguel que está flanqueada por el edificio que aloja al
Casino y frente al mismo bellas casas
así como otro bar y así calles con sus correspondientes tiendas, como la
panadería Nuestra Señora del Rosario, Autoservicio “La Covacha”, el bar Gómez,
el hotel “La Posada”, el restaurante “La Velada”, con sus buenos quesos, el
ultramarinos de Charo Román. También tenemos un consultorio, que debería estar
abierto más horas, así como una botica, Correos que lleva de forma maravillosa
nuestra amiga Juana, el Estanco y el bar de la antigua “Pensión Ana Mari”, un
local de venta de coches... Es un pueblo pequeñito, pero precioso y lleno de vida,
de la vida que echamos de menos cuando estamos en otras cosas.
Por eso os recomiendo que entréis en el pueblo,
que Villaluenga del Rosario no es solamente la famosa fábrica de quesos y el
comercio, bares y museo que están cerca del amplio aparcamiento que está
próximo al camino que lleva al sendero del “Llano del Republicano”, que todo lo
que véis desde allí es una parte del pueblo y que la grandeza del mismo es lo
todo lo que queda enfrente de ese aparcamiento, sus casas, calles, monumentos,
tiendas y personas. No os quedéis sin visitar Villaluenga del Rosario, me agradeceréis esta invitación que os hago para
visitar uno de los sitios más bonitos de la Provincia de Cádiz, de Andalucía,
de España y del mundo entero.
El próximo fin de semana a ver si puedo quedar con Berna porque siempre es un privilegio el hablar con una gran persona y buen amigo.
Jesús Rodríguez Arias
GALERÍA FOTOGRÁFICA:
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