Ciudad del Vaticano, 29 enero 2013 (VIS).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación del Mensaje de Benedicto XVI para la XXI Jornada Mundial del Enfermo (11 de febrero 2013) y de su celebración en Altötting (Alemania). Han intervenido el arzobispo Zygmunt Zimowski, Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios (Pastorale de la Salud); monseñor Jean-Marie Mupendawatu, Padre. Augusto Chendi, M.I., respectivamente secretario y subsecretario del mismo dicasterio, junto con monseñor Ludwig Limbrunner, rector del Santuario de Santa María de las Gracias de Altötting y reverendo Jansusz Surżykiewicz, docente en la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania). El título del Mensaje es “Anda, y haz tú lo mismo”.
Esa Jornada, ha explicado el arzobispo Zimowski, es “un momento de reflexión, de atención renovada y de compromiso por parte de todos hacia los problemas inherentes a la atención por la vida, la salud y el sufrimiento. En particular, el Santo Padre (...) subraya que su celebración debe estar fuertemente caracterizada por la oración, el compartir, el ofrecer el sufrimiento por el bien de la Iglesia, además de servir como aldabonazo para que todos reconozcan en el rostro del hermano enfermo el rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, salvó a la humanidad”.
En el texto el Papa invita a “dejarse interpelar por la figura del Buen Samaritano”, un episodio del Evangelio que constituye una “parábola paradigmática y siempre actual para toda la obra de la Iglesia y, de forma especial, para su actuar en el campo de la salud, de las enfermedades y los sufrimientos”. En el relato “Jesús con sus gestos y palabras manifiesta el amor profundo de Dios por cada ser humano, sobre todo si está en una situación de enfermedad o de dolor”, pero el Papa “pone el acento en el final de la parábola cuando el Señor concluye con una mandato apremiante: “Anda, y haz tu lo mismo”.
“Se trata, -ha dicho el prelado- de un mandato incisivo porque, con esas palabras, Jesús nos indica todavía hoy cuales deben ser la actitud y el comportamiento de todos sus discípulos con los demás, especialmente si necesitan cuidados. Y, por lo tanto, mirando cómo actuaba Cristo podemos comprender el amor infinito de Dios, sentirnos parte de este amor y enviados a manifestarlo con nuestra atención y nuestra cercanía a todas las personas que necesitan ayuda porque están heridas en el cuerpo y en el espíritu. Pero esta capacidad de amar no puede venir solamente de nuestras fuerzas, sino más bien, de nuestro estar en una relación constante con Cristo, a través de una vida de fe. De ahí derivan la llamada y el deber de cada cristiano de ser un “Buen Samaritano”, y “buen samaritano” es todo aquel que se detiene ante el sufrimiento del otro, toda persona sensible al sufrimiento de los demás, que se conmueve por las desgracias del prójimo, todo aquel que intenta y quiere ser “las manos de Dios”.
Antes de concluir su mensaje, el Santo Padre indica el “Año de la Fe”, como “ocasión propicia para redescubrir al Buen Samaritano y vivir a imitación suya: en su saber “ver con compasión” y amor a quien necesita cuidados y ayuda; en su saber inclinarse y hacerse cargo de las necesidades de los demás. (...) Por eso puede ser útil dirigir la mirada a los tantos testigos de la fe vivida en la entrega de sí en la caridad. Se puede afirmar que toda la historia de la Iglesia (...) está jalonada por innumerables testigos. El Papa indica algunos más cercanos a nosotros en el tiempo: Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz; el venerable Luigi Novarese, Raoul Follereau; la beata Teresa de Calcuta; Santa Anne Schäffer de Mindelstetten”.
“El beato Juan Pablo II en su carta apostólica “Salvifici doloris”, hablando del Buen Samaritano escribía: “Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer bien con el sufrimiento y a hacer bien a quien sufre. Bajo este doble aspecto ha manifestado cabalmente el sentido del sufrimiento”.Benedicto XVI presentando en su mensaje cinco nombres de buenos samaritanos próximos a nosotros, toma en consideración ambas dimensiones: Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz y Santa Anne Schäffer hacen el bien con su sufrimiento, mientras los otros tres testigos hacen, sobre todo, bien a los que sufren”.
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