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¿Cómo ayudar a los jóvenes sin estudios, sin trabajo y, sobre todo, sin ilusiones?
La crisis económica ha disparado el número de jóvenes que no encuentran trabajo. En España, las cifras oficiales hablan de un 50% de paro juvenil. Muchos dejaron los estudios prematuramente para ponerse a trabajar, y ahora no saben qué hacer. Pero sus problemas son de fondo: dicen no tener esperanzas, ni ilusión, ni futuro. ¿Quiénes son estos jóvenes? ¿Qué iniciativas promueve la Iglesia para ayudarles? ¿Qué soluciones hay a este problema?
A Isaac no le iba bien en el colegio. Sus padres casi nunca estaban en casa, así que no le exigían estudiar ni hacer los deberes, pero el sistema educativo le permitía ir pasando de curso con asignaturas suspensas. Cuando sus profesores le dijeron que debía repetir curso, sus padres lo cambiaron a
un instituto, donde empezó a faltar a clase, a frecuentar la calle y a entablar contacto con chicos mayores que él, que le introdujeron en el consumo diario del alcohol y de otras drogas. A los 16 años dejó de estudiar, se compró una moto y empezó a trabajar de repartidor. Cuando iba a ver a sus amigos del colegio, mostraba con orgullo sus nuevos móviles, sus nuevos videojuegos y los billetes que cobraba. Los trabajos le duraban poco, pasó por la hostelería y, finalmente, acabó en la construcción. Cuando sus compañeros de colegio estaban en la universidad, llegó la crisis, e Isaac perdió el empleo y se quedó en casa. Cuando estalló el 15-M, Isaac volvió a la calle y se juntó con grupos antisistema, con los que recayó en el consumo de alcohol y de otras drogas, aunque siguió sin encontrar (y sin buscar) trabajo. Ahora, sus padres no saben cómo ayudarle, ni cómo hablarle sin que se irrite con ellos, aunque están seguros de que su hijo está atravesando algo parecido a una depresión.
Del aula, al trabajo..., y al paro
Como Isaac, miles de jóvenes españoles dejaron sus estudios, al final de los años 90 y principios del siglo XXI, para trabajar en el sector de la construcción, o en otros sectores con poca oferta para titulados superiores y mucho empleo no cualificado. El abandono escolar llegó al 32% en 2001, aunque ha ido bajando hasta el 26% de promedio nacional; hay Comunidades, como Andalucía, donde el índice de abandono supera el 30%, y aunque en otras, como Navarra, es del 12%, la tasa de alumnos españoles que dejan de estudiar o de formarse profesionalmente, al terminar la Secundaria Obligatoria (ESO), sigue siendo el doble del promedio europeo.
Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, muchos de esos jóvenes se quedaron sin trabajo, y ahora ven imposible acceder al mercado laboral. Con un paro general del 25% y uno juvenil de más del 50%, en España también hay muchos titulados universitarios que no encuentran trabajo: somos el país europeo con mayor tasa de desempleados entre titulados superiores, y el segundo entre los que tienen Bachillerato o FP de grado medio. Pero el desempleo se ceba con aquellos que carecen de formación, como ha confirmado la OCDE en su informe Panorama de la Educación 2012.
Ante la imposibilidad de entrar en el mercado laboral, muchos jóvenes, incluso aquellos que habían abandonado las aulas, optan ahora por formarse mejor: las escuelas de adultos están saturadas en muchas poblaciones, y la oferta de Formación Profesional no da más de sí: en los últimos tres cursos, ha crecido en 127.000 alumnos, y miles de jóvenes se están quedando sin la plaza que han solicitado.
Una bomba de relojería
Don Emilio Calatayud, juez de menores en Granada, explica que ésta es la mejor solución para los jóvenes sin trabajo que abandonaron sus estudios: «Trabajo no hay. Por eso, es fundamental que los chicos que dejaron la escuela, vuelvan a estudiar. Pueden hacerlo en escuelas de adultos, para obtener el graduado escolar; o en centros de Formación Profesional. Hay que sacar más plazas de FP, porque es fundamental para este tipo de chavales». Como explica Calatayud, la crisis económica ha tenido un efecto positivo, y es que muchos jóvenes estén volviendo a la escuela: «En los años del boom inmobiliario, en torno al 2005, los chavales dejaban el colegio con 16 años, porque no querían estudiar, y se metían a trabajar en la construcción, con sueldos de 1.200 ó 1.300 euros. Eso era una bomba de relojería. Ahora, los chavales de esa edad se han dado cuenta de que sin estudios no van a ninguna parte. Y han aumentado las matriculaciones en colegios, centros de FP y escuelas de adultos».
Ahora bien, ¿cómo ha llegado España a esta situación, con tantos jóvenes sin formación y sin empleo? Según don Emilio Calatayud, el origen del problema ha estado, sobre todo, «en los padres, que no han obligado a sus hijos a estudiar, ni siquiera lo más básico. Les dejaban irse de la escuela en 3º ó 4º de la ESO, cuando todavía no estaban preparados para elegir lo que les convenía. En esos dos cursos se concentran casi todos los abandonos escolares. Esos chicos han tenido pocos límites en casa. Son de mucho whatsApp y ordenador, y poco de libros». Y recuerda que, «aunque parezca mentira, en España hay mucho analfabeto, y otros muchos que no entienden lo que leen. Además, las familias de bastantes de estos jóvenes tienen problemas económicos, y a ellos les falta motivación por los estudios». Por eso, unos doscientos chavales de Granada han sido condenados por este juez de menores a sacarse el título de graduado escolar, equivalente a la ESO.
La cuestión del sentido
Jóvenes del programa de formación Pinardi,
que los salesianos de Madrid organizan en el Hotel Hilton
Con todo, el principal problema con el que se encuentran estos jóvenes está dentro de ellos mismos, y es la falta de horizontes, de ilusión y de esperanza ante un futuro laboral, social y personal incierto. Es la pescadilla que se muerde la cola: Como no voy a poder trabajar, ¿para qué voy a estudiar? Cuanto menos me esfuerzo, menos ganas tengo de esforzarme.
Ya lo advertía a los jóvenes, en 2006, monseñor José Ignacio Munilla, entonces obispo de Palencia y actual obispo de San Sebastián y responsable de Pastoral juvenil en la Conferencia Episcopal Española: «Ésta es la cuestión clave: la cuestión del sentido. ¿Para qué tantos sacrificios, metas, obstáculos, agobios? Difícilmente se le puede pedir a alguien que se sacrifique en el día a día, si no le ha sido mostrado el sentido de su existencia. Solamente cuando descubrimos que venimos del amor y que volvemos a él, venciendo el sufrimiento y la muerte, es cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos».
Para que los jóvenes encuentren respuestas a sus problemas formativos y profesionales, sin dejar de poner en valor su dignidad personal, Cáritas Española ha reclamado una apuesta urgente por la formación integral, para permitir a los jóvenes cualificarse o recualificarse en sectores productivos que les permitan encontrar empleo, y un horizonte para sus vidas. Y, para eso, «no sólo se ha de mejorar la calidad de la formación profesional, sino que es necesaria una revalorización de la misma», así como «potenciar fórmulas mixtas que compaginen la formación académica con las prácticas en empresas», según se lee en la Memoria de Cáritas 2001, con el empleo.
Saqué lo mejor de mí
Naturalmente, la organización de caridad de la Iglesia es la primera en ponerse manos a la obra. Por ejemplo, en la diócesis de Mérida-Badajoz, Cáritas organiza un taller de electricidad dirigido a jóvenes que buscan su primer empleo, aunque han abandonado sus estudios. Sólo en el último año, el 20% de los participantes en este taller han encontrado trabajo. Otro taller de formación e integración socio-laboral de jóvenes es el que organiza Cáritas de Segorbe-Castellón, que capacita a los jóvenes para trabajar como auxiliares en viveros y jardines. Uno de los jóvenes que han participado en este taller, José Manuel, tiene 19 años, y explica que el curso «ha supuesto importantes cambios para mí; empecé a portarme mejor en casa y a valorar las cosas, lo que tengo: mi familia, mi casa... Aprendí lo que cuesta ganar las cosas. En el curso saqué lo mejor de mí, fui capaz de apartar mis problemas y estar alegre. Me sentí muy querido y muy a gusto con mis compañeros. Aprendí mucho de ellos. He hecho muchos cursos; pero en éste, además de enseñarte a trabajar, te quieren». También Cáritas diocesana de Asidonia-Jerez organiza el proyecto Fórmate para cuidar, que se desarrolla durante cuatro meses, entre clases teóricas y prácticas tuteladas, en el Hospital San Juan Grande (Jerez de la Frontera) y en entidades dedicadas al cuidado de personas dependientes. Una de las alumnas, Ana María, decía después del curso: «Me siento realizada, orgullosa, y ahora quiero seguir avanzando, aprender... Y, ante todo, tengo ganas e ilusión, algo que antes me faltaba».
Objetivo: formar personas
Un joven de un programa formativo
de Cáritas Extremadura
También la Federación de Plataformas Sociales Pinardi, una entidad de los salesianos de Madrid, ayuda a jóvenes desempleados. Con una metodología basada en el sistema preventivo de Don Bosco, los responsables de esta entidad diseñan un itinerario personalizado para cada joven, que comienza con una fase de acogida y orientación, en la que el joven transmite sus inquietudes y expectativas, algo imprescindible para motivar al joven y animarle a sacar lo mejor de sí.
Don Javier Doval, coordinador de Pinardi, explica que, «una vez definida la formación más adecuada para el joven, se inicia un período de al menos un año, en el que se potencia la formación técnica en la especialidad que ha elegido, la formación básica, la educación en valores, el trabajo pastoral y la formación humana. Todo ello con un único objetivo: formar personas».
«Para lograr el éxito -afirma Doval-, es fundamental el trabajo de los educadores y voluntarios, que, con su preparación técnica y su compromiso vocacional, ofrecen a los jóvenes la oportunidad de desarrollar el enorme potencial que atesoran».
Y como no basta con dar un curso sin ofrecer alternativas de trabajo, tras finalizar este itinerario, se abren varias vías para los jóvenes: volver al sistema educativo, a través de ciclos de FP de grado medio; la inserción laboral; o seguir formándose en la especialidad elegida. Según don Javier Doval, «se trata de un programa innovador, en el que las empresas juegan un papel fundamental, porque se desarrolla en las instalaciones de las propias entidades, y así, desde el primer día, los jóvenes toman contacto con la realidad del trabajo, conocen cómo funciona la empresa, y adquieren las habilidades necesarias».
Lassana, Anna y otros rostros
Como siempre, tras las cifras están los rostros. Rostros como el de Lassana, un joven nacido en Mali, que, tras cursar un programa de cualificación profesional de cocina, participó en un programa desarrollado por Pinardi y el Hotel Hilton, de Madrid. Tres meses después, Lassana se ha incorporado como ayudante de cocina en el hotel. Otro ejemplo es Anna Ewa, polaca de nacimiento, que, tras formarse en peluquería, se recicló en un programa de terapias manuales organizado por Pinardi y la empresa Masvitalzenter, y ahora se ha incorporado a la plantilla de masajistas de esa compañía. «Gracias a la colaboración y el esfuerzo de empresas como Kyocera, el restaurante Medina Mayrit, Eulen o Globomedia, nuestros jóvenes logran una oportunidad laboral», explica Doval. Y concluye desvelando el secreto de este itinerario que consigue recuperar del hastío a los jóvenes de la generación ni-ni y que bien podrían copiar las instituciones públicas: «Creemos en el potencial de cada joven; y sabemos que se puede desarrollar con un trabajo de acompañamiento, en un ambiente de familia, que desarrolle iniciativas creativas y les dé un apoyo personal».
Enrique García Romero
José Antonio Méndez
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