Con sus imágenes y procesiones, con las cornetas, los tambores y los bombos, la Semana Santa de la diócesis de Barbastro-Monzón despierta del letargo a su gente y le hacen ver otra Luz que ilumina y da sentido a la vida
Desde este rincón del Alto Aragón oriental, marcado por sus contrastes, donde coexisten grandes ciudades con pueblos insignificantes, el llano con la montaña, jóvenes con mayores… te invito a compartir con nosotros la Semana santa, a celebrar «la mayor locura de amor» que Dios ha cometido y a experimentar sus emociones.
El carácter recio de sus gentes, labrado por la dureza del territorio y el clima, se transforma en acogedor y cálido cuando abren las puertas de su corazón y se echan a la calle convirtiéndola en el mejor y mayor templo de la diócesis: la rompida de la hora en Monzón, el vía crucis en Barbastro, el encuentro en Binéfar, las procesiones en Fraga o Alcolea de Cinca, los Alabarderos en Belver de Cinca, las procesiones del Santo Entierro, además de los pregones, los conciertos solidarios, las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, se suceden armónicamente para celebrar el misterio, actual y real, de quien sigue muriendo por ti para que tú puedas vivir con plenitud de sentido.
Esta Semana Santa, cargada de contrastes, une sin embargo su esencia en cada celebración. La que ha sido declarada de Interés Turístico Nacional (Barbastro) con la de cualquier sencillo pueblecito situado en las faldas del Pirineo; aquellas donde se procesionan a hombros pasos de afamados imagineros con las que llevan simplemente una cruz de madera o una imagen de la Dolorosa portadas y arropadas por todos los hijos del pueblo. Todas terminan con el encuentro glorioso, donde el negro se torna blanco, donde se encuentran Madre e Hijo, resucitado, como sucede en las plazas de Monzón y de Barbastro. Es el reflejo del sentir de un pueblo, donde los cofrades redescubren o reavivan su fe milenaria, se sienten creyentes, expresan sus sentimientos más profundos, hacen visible a Dios en su vida, se saben diócesis de Barbastro-Monzón, viven con responsabilidad y solidaridad su propia fe, son sentibles a los demás, se sienten cirineos de tantos crucificados, le ponen rostro a los sin rostro y tratan de ser bálsamo de Dios en sus vidas. Son bien conscientes de que, a pesar de sus miserias, el Cristo que cargan sobre sus hombros en cada paso vive y muere hoy también por ellos y por cada uno de nosotros.
Las cornetas, los tambores y los bombos, con su atronador estruendo, se hacen eco, por los valles y los montes, del sentir de nuestra gente. La despiertan del letargo y les hacen ver en cada imagen, como expresa magistralmente este poeta anónimo, otra Luz que ilumina y da sentido a nuestra vida:
«Qué ciego es el mundo, Padre. Qué ciegos los hombres son. Piensan, Padre, que no existe, más luz que la luz del sol. Al cruzar por los caminos, cuando por las calles voy, oigo que hombres y mujeres, tienen de mí compasión. Que juntándose uno a otro, dicen bajando la voz: “¡Pobre ciego, que no ve la luz del sol!”. Mas yo no soy ciego, Padre. No soy ciego, Padre, no. Hay en mí una luz divina que brilla en mi corazón. El sol que a mí me ilumina es de eterno resplandor. Mis ojos, Padre, son ciegos. Pero mi espíritu, no. Cristo es mi Luz, es mi día, que me da brillo y color. No se apaga en la noche, ni en el sombrío crespón. Tal vez por eso no hiere el mundo mi corazón; cuando dicen: “¡Pobre ciego, que no ve la luz del sol!”. Hay muchos que ven el cielo y el transparente color, de las nubes, de los mares, la perpetua agitación. Pero sus ojos no alcanzan a descubrir al Señor, que tiene a leyes eternas sujeta la creación. No veo lo que ellos ven, ni ellos lo que veo yo. Ellos ven la luz del mundo. Yo veo la luz de Dios. Y cuando ellos murmuran: “¡Pobre ciego!”. Digo yo: “¡Pobres ciegos que no ven, más luz que la luz del sol!”».
La cosa viene de lejos
La antigüedad de las cofradías en Barbastro se remonta al siglo XIII pero fue hace 400 años cuando se estableció la unión entre todas impulsada por don Pedro de Ruesta, prior de la Cofradía de la Vera Cruz.
Devoción y tradición, no sin dificultades, se han ido cristalizando a través de los siglos en la actual Semana Santa de la Diócesis de Barbastro-Monzón. Aun sin poder contar con las grandes tallas de los siglos XVI y XVII con las que otros procesionan en otras diócesis de España, la de Barbastro-Monzón es consciente de su antigüedad. Este año celebramos el 75 aniversario del resurgir de la Semana Santa en la ciudad de Barbastro, hecho que podemos extrapolar al resto de la diócesis porque hace más o menos los mismos años que comenzó a definirse la actual Semana Santa sin tener para ello más base que el recuerdo fidedigno de lo que esta había sido antes de la Guerra Civil. En este sentido resulta providencial que se conserve un documento donde se narra, con todo lujo de detalles, la primera procesión general del Santo Entierro de Barbastro en el año 1619.
Año jubilar extraordinario
Al cumplirse los 400 años de esta primera procesión y atendiendo la solicitud que le dirigimos al Papa Francisco, la Santa Sede nos ha bendecido con un año jubilar extraordinario. En este año se conmemoran además el 75 aniversario de la reorganización de la Hermandad del Santo Entierro, que marca el inicio de la recuperación del movimiento cofrade penitencial, sin actividad procesional desde 1931, hermandad gestada en 1926 y erigida en 1930, que había elevado, en muy breve espacio de tiempo, la Semana Santa de Barbastro a las mayores cotas conocidas hasta entonces; el 75 aniversario de la bendición y adquisición por D. Elías Corvinos, párroco de San Francisco, del actual paso del Santo Sepulcro; y el 75 aniversario de la fundación de las primeras cofradías de Semana Santa, surgidas por el impacto que causó la procesión del Santo Entierro de 1944 en la que desfiló por primera vez el actual paso del Santo Sepulcro. En Monzón se celebra también este año el 50 aniversario de la fundación de la Cofradía Nuestro Padre Jesús Nazareno, el 75 aniversario de la bendición del paso y desde el 15 de marzo ostenta además el título de Real Cofradía.
Ojalá que esta nueva oportunidad de gracia y de perdón que el Papa nos ha brindado, con este año jubilar, provoque en cada cofrade el anhelo de convertirse en verdadero bálsamo de Dios entre la gente, especialmente entre los crucificados que la humanidad engendra.
Ángel Javier Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón
Obispo de Barbastro-Monzón
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