jueves, 25 de abril de 2019

MENSAJE MONS. ZORNOZA, OBISPO DE CÁDIZ Y CEUTA, EN LA PASCUA 2019




En este tiempo litúrgico de Pascua, el Obispo de Cádiz y Ceuta ha querido remitir un mensaje para los fieles en el que destaca la alegría de la Resurrección, una verdad de Fe que sigue siendo actual “También hoy sigue siendo la mejor noticia. Sin la resurrección, vana sería la vida del hombre de la humanidad. En el siglo XXI los cristianos, testigos de este hecho, lo proclamamos al mundo”. El prelado califica la pascua como “un nuevo comienzo” en el que “hemos de vivir como testigos, que llevan la luz en sus ojos, contagian la alegría del corazón, demuestran su fortaleza ante la adversidad y testifican el amor del resucitado en todas sus obras”.
Mons. Zornoza anima además a “que la alegría de Cristo surja en nuestras vidas” y advierte que “lejos de alejarnos de los que sufren, esta alegría nos da el coraje de enfrentar nuestros propios sufrimientos y el de los demás. Para conservar y encontrar siempre la fuerza de esta fe pascual, necesitamos caminar con otros, hablar con otros de nuestra fe, de nuestras dudas, de cómo rezar.”
ElObispo subraya cómo ” la Pascua es el tiempo de la Iglesia, algo completamente diferente de las agregaciones humanas sociales o políticas, pues está unificada en el vínculo del amor, reunida por obra el Espíritu Santo, en la unidad de todas las lenguas” y anima a todos a ser “anunciadores de la vida nueva que se nos ha otorgado en Jesucristo, en esta época marcada por la inquietud y la incertidumbre.  Anunciemos la Pascua con un estilo de vida humilde y fecundo de buenas obras”.


Mensaje en la Pascua de 2019


¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo es la luz!

Queridos fieles diocesanos. Hermanos:
Con el pregón de la pascua –el Exsultet— hemos expresado la alegría de la Pascua y la exuberante acción de gracias que provoca en nosotros. El cirio pascual que nos preside este tiempo se asemeja a la columna de fuego que guió a Israel en el desierto; su paso milagroso por el mar Rojo sirve como signo de liberación tanto como prefiguración de las aguas del Bautismo. La Nueva Alianza entre Dios y la humanidad es proclamada elocuentemente en términos de la Luz brillante de Cristo que disipa la oscuridad del pecado y de la muerte en todo tiempo.

La gran noticia para el mundo es que Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, ha resucitado. Este acontecimiento único marca la historia de la humanidad, puesto que la renueva por dentro. Desde ahora es una nueva creación. También hoy sigue siendo la mejor noticia. Sin la resurrección, vana sería la vida del hombre de la humanidad. En el siglo XXI los cristianos, testigos de este hecho, lo proclamamos al mundo. El Señor Jesús está vivo y reina glorioso para siempre por su victoria sobre el pecado y sobre la muerte. ¡Alegrémonos porque Cristo ha resucitado!
La Pascua es un nuevo comienzo, el recuerdo de la grandeza de Jesucristo. La muerte victoriosa de Cristo es el momento culminante de la obra de la redención.
El amor de Dios es más fuerte que la muerte. Nadie puede seguir a Jesús y perderse. Solo el amor tiene la última palabra. Cristo ha derrotado la muerte y proclama que Dios existe y está al lado de la vida y el bien, está a nuestro lado comprometido con nosotros y nuestra historia. La Pascua celebra el misterio de Cristo en su totalidad. Cristo es el Cordero sacrificado por nosotros que pasa de la muerte a la vida y nos otorga vida nueva. Para participar en la vida nueva los bautizados vivimos la Eucaristía, que es nuestra Pascua.
El Resucitado nos renueva a través del bautismo

“Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera”(1Pe 1, 3-4). Desde que Cristo resucitó hemos sido asociados a su victoria, de modo que nuestro sufrimiento unido al de Él lleva en sí la semilla de la esperanza, que en la eternidad germinará en gloria y, al final de los tiempos, en Resurrección, “porque si hemos si hechos una misma cosa con Él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante” (Rm 6,5).
Nadie podrá privarnos de su amor que ha vencido al odio y ha derrotado la muerte.Hemos renunciado al pecado y profesado nuestra fe. Los hombres vivos, resucitados, hemos de vivir como testigos, que llevan la luz en sus ojos, contagian la alegría del corazón, demuestran su fortaleza ante la adversidad y testifican el amor del resucitado en todas sus obras. Esto es vivir según la lógica de la Pascua.Esto quiere decir que cada día debemos permitir que Cristo nos transforme y nos haga semejantes a Él; significa tratar de vivir como cristianos, tratar de seguirlo, incluso cuando reconocemos nuestras limitaciones y nuestras debilidades.
Jesús ha resucitado, está vivo y acompaña misteriosamente cada ser humano. Nadie puede describir o imaginar la resurrección de Jesús. Solamente podemos decir que ha vencido al odio con el amor, que la muerte no tiene la última palabra. Está vivo y acompaña misteriosamente cada ser humano. Que la alegría de Cristo surja en nuestras vidas.  Lejos de alejarnos de los que sufren, esta alegría nos da el coraje de enfrentar nuestros propios sufrimientos y el de los demás. Para conservar y encontrar siempre la fuerza de esta fe pascual, necesitamos caminar con otros, hablar con otros de nuestra fe, de nuestras dudas, de cómo rezar.Cristo ha resucitado, y es Él quien nos reúne, más allá de todas las diferencias posibles entre nosotros.
El tiempo de pascua es el tiempo de Cristo
Él es nuestra Víctima Pascual (cf. 1Cor 5,7), inmolado y resucitado. Ha sido inmolado en su pasión victoriosa, el cordero inocente sacrificado: muriendo, destruyó nuestra muerte, resucitando, restauró la vida. El gran regalo de la Pascua es la esperanza
El es el primogénito de la nueva creación, “El es el primero en todo” (Col 1,18), el “mediador de una nueva alianza”(Heb 9,15). El universo en El resurge y se renueva, y el hombre regresa a las fuentes de la vida, levanta cuanto estaba caído y nos otorga la integridad de la vida. La redención es una obra más maravillosa aún que la misma creación del universo. Con su resurrección garantiza la nuestra. Avivemos nuestra relación con Él. Intensifiquemos nuestra oración y la colación de su gracia en los sacramentos para vivir como auténticos hijos de Dios, con los sentimientos y deseos de Cristo, haciendo su voluntad, entregando nuestra vida como servicio. Dejemos que Él viva en nosotros.
El tiempo pascual es tiempo del Espíritu

En el Domingo de Pascua nace el día nuevo que la iglesia prolonga una semana de semanas, el “gran domingo”, el “gozoso espacio”. La naturaleza humana de Cristo fue glorificada por obra del Espíritu. Él se convierte en fuente del Espíritu, su manantial. El don del Espíritu Santo es la meta a la que tiende la obra terrenal de Jesús. “Cuantos se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rm 8,14). Solo con este don se supera el hombre el régimen de la “carne” y se instaura el nuevo régimen del “Espíritu” (Rom 7,5-6) donde es posible “llevar una vida nueva” (Rom 6,4).
El Espíritu Santo realiza en nosotros esta nueva condición de hijos de Dios. Y este es el mejor don que recibimos del Misterio pascual de Jesús y el mayor consuelo. El Espíritu nos introduce en la comprensión del misterio de Cristo, pues nos hace conocer la verdad.
La Pascua es el tiempo de la Iglesia
Jesús resucitado, con la fuerza del Espíritu, renueva la Iglesia y nos hace protagonistas en la historia de la salvación. La Iglesia prolonga a Cristo y le hace presente con una humanidad nueva renovada por el dinamismo del Espíritu del Resucitado.
Con la glorificación de Cristo y la efusión del Espíritu podremos crecer en la fe y servir a Dios entregándonos al bien de los demás, fundamentados en la dinámica de la libertad del amor filial. El Espíritu se nos da en proporción del deseo y de los méritos de cada uno y nos compromete a llevar una vida alentada por Él, practicando toda virtud, haciéndonos fuertes e invencibles ante las insidias del diablo y los ataques de los hombres. Por todo ello la Pascua es el tiempo de la Iglesia, algo completamente diferente de las agregaciones humanas sociales o políticas, pues está unificada en el vínculo del amor, reunida por obra el Espíritu Santo, en la unidad de todas las lenguas.
La presencia del Resucitado nos llena de fuerza y de alegría
Jesús se nos presenta vivo en la Iglesia, en la Eucaristía, nos habla en su Palabra, nos llena con su caridad. ¿Cómo hacer  presente la victoria de Cristo sobre la muerte? ¿De qué modo exteriorizarlo?
  • En Pascua ha de notarse la energía de Dios, su fuerza, su gracia que hace nuevas todas las cosas y nos hace resucitar con El
  • En Pascua valoremos lo que somos, lo que Dios nos ha dado, nuestra vida y nuestra fe, mostremos la belleza de la vida cristiana
  • En Pascua ha de triunfar el amor sobre el odio, el poder de la luz sobre la tiniebla, la fuerza de Dios sobre los poderes del mal, la supremacía de la alegría sobre la tristeza y el desánimo.
  • En Pascua ha de cambiar toda la persona, haciéndola más pacífica, más vital, más alegre, más obediente a Dios, más serena espiritualmente, más humana.
  • En Pascua vivamos en gracia de Dios, renovemos la gracia por el sacramento de la penitencia y recibiendo frecuentemente al Señor en la Eucaristía
  • En Pascua seamos buenos, como hijos de Dios, hagamos el bien
  • En Pascua dejemos que florezca y se haga visible la Iglesia, Esposa y Cuerpo de Cristo, espacio de gracia y comunión, presencia encarnada de Dios en el mundo, escuela de entrega y amor
  • En Pascua seamos compasivos
  • En Pascua agradezcamos la vida, aprovechemos la vida, la amistad, el trabajo
  • En Pascua busquemos continuamente la voluntad de Dios
  • En Pascua reconciliémonos con quien estemos separados o enemistados
  • En Pascua escuchemos al prójimo atendiéndole con caridad
  • En Pascua lancémonos a evangelizar, transmitiendo la propia experiencia de fe
  • En Pascua acerquémonos a los necesitados de bienes, de trabajo, de esperanza
  • En Pascua hagamos que resucite el trato perdido con amigos y vecinos
  • En Pascua invoquemos a María, Reina del Cielo, que se alegró con la Resurrección de su Hijo Jesús, que en el cenáculo recibió el Espíritu
Que el anuncio de la Pascua se propague por el mundo entero con el canto gozoso del Aleluya. Seamos anunciadores de la vida nueva que se nos ha otorgado en Jesucristo, en esta época marcada por la inquietud y la incertidumbre.  Anunciemos la Pascua con un estilo de vida humilde y fecundo de buenas obras. Cantemos con la boca, pero, sobre todo, con el corazón y con la vida, proclamando con nuestro testimonio que Cristo esta Vivo, ¡ha resucitado!
A todos os deseo una feliz Pascua de Resurrección.

  + Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta

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