De los grandes nombres de la literatura estadounidense, muy pocos son católicos en sentido estricto, aunque algunos sí veían el mundo en una perspectiva -o al menos con una estética- muy próxima a la católica. Joseph Pearce, profesor universitario de Literatura, director editorial del Augustine Institute, y biógrafo de algunos de los más grandes autores católicos de lengua inglesa (G.K. Chesterton, J.R.R. Tolkien, Hilaire Belloc, C.S. Lewis, Roy Campbell, etc.) ha espigado algunos nombres y títulos en un reciente artículo en The Imaginative Conservative:
La literatura estadounidense y la fe católica
Es difícil saber por dónde empezar o dónde terminar en un planteamiento sobre la relación entre la literatura estadounidense y la fe católica. El asunto está cargado de complejidad, como lo está la relación entre Estados Unidos como nación y la fe católica, o entre la historia de Estados Unidos y la fe católica. Hay pocos escritores norteamericanos que sean abierta y descaradamente católicos, y sin embargo hay muchos con una relación ambivalente con la fe, que en cierto modo simpatizan pero mantienen una distancia de seguridad. Otros son conversos, cuya aceptación de la fe transformó radicalmente toda su visión de la vida y de la literatura.
Uno de esos conversos, considerado a menudo como el equivalente estadounidense de John Henry Newman en cuanto que su conversión tuvo gran publicidad y fue muy controvertida, es Orestes Brownson (1803-1876).
Brownson fue educado en comunidades protestantes congregacionalistas y a lo largo de su vida pasó por otras denominaciones, hasta su conversión católica a los 41 años.
Casi exactamente contemporáneo de Newman, Brownson se convirtió a la fe en 1844, un año antes de que Newman diese el mismo paso transformador y vivificador para la vida de ambos. A partir de entonces, como Newman, se convirtió en un incansable defensor de la fey un animado polemista sobre muchos temas, especialmente a través de sus ensayos, publicados en Brownson’s Quarterly Review.
Las obras de Orestes Brownson fueron recopiladas por su hijo Henry en veinte volúmenes.
De la misma generación de Brownson fueron otros dos grandes escritores estadounidenses, Nathaniel Hawthorne (1804-1864) y Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), ninguno converso a la fe, pero ambos atraídos por lo que podríamos denominar una estética católica.
Hawthorne, y dos de sus obras traducidas al español.
La obra tardía de Hawthorne El fauno de mármol suele ser vista como indicadora de su actitud amable hacia la Iglesia, y su relato corto El experimento del Dr. Heidegger transmite una perspectiva moral intemporal totalmente en armonía con la doctrina católica sobre el pecado original y la concupiscencia.
Una misteriosa relación entre Hawthorne y la fe católica es el hecho de que su hija Rose se convirtió a la Fe, se hizo religiosa y su labor caritativa ha llevado a que se solicite su canonización. Bajo el nombre de Madre María Alfonsa, que tomó como madre superior de la orden de las hermanas dominicas que fundó, la Iglesia la reconoce ahora como Sierva de Dios.
Rose Hawthorne (Sor Mary Alphonsa), antes de entrar en religión.
Lonfellow, como Hawthorne –su amigo de toda la vida- nunca habría consentido convertirse al catolicismo, y sin embargo su obra, como la de Hawthorne, es bastante congruente con una estética católica y a veces exhibe simpatías católicas implícitas o incluso explícitas.
Henry Wadsworthe Longfellow, autor de una obra que le hizo célebre en todo el mundo: Evangeline.
En ningún lugar es esto más evidente que en su maravilloso poema narrativo Evangeline, en el que la heroína, devotamente católica, busca a su amor verdadero, el hombre con quien se había prometido hasta que fueron separados a la fuerza la víspera de su boda. Y, por supuesto, está la traducción de Longfellow de la Divina Comedia, indicativa de su gran admiración por Dante, pero también, seguramente, indicativa de algún grado de simpatía y comprensión del tomismo que informa la obra de Dante.
Una canción que cuenta la historia de Evangeline en su contexto histórico real: la persecución de 1755 contra los acadianos, católicos de origen francés expulsados de Nueva Escocia por los ingleses. Muchos de ellos encontraron acogida en la Luisiana española, donde formaron el pueblo de los actuales cajunes. En el poema de Longfellow, Evangeline se ve separada se su prometido por ese exilio forzado. El vídeo incluye imágenes de reconstrucciones históricas de la época y de las versiones cinematográficas del poema de Longfellow.
De la siguiente generación de escritores estadounidenses, viene a mi mente como preeminente Mark Twain (1835-1910). Como sus predecesores literarios, Twain nunca habría considerado convertirse, pero su magistral estudio sobre Santa Juana de Arcomuestra un corazón y una mente enamorados de la santa doncella. Más aún, el mismo Twain consideraba su relato ficticio de la vida de Santa Juana de Arco como el mejor libro que habría escrito: “Juana de Arco es, de mis libros, el que más me gusta; y es el mejor; lo sé perfectamente. Y además, me dio siete veces más satisfacciones que cualquiera de los otros; doce años de preparación, y dos de escritura. Los otros no necesitaron preparación y no la tuvieron”.
La obra de Twain sobre Juana de Arco sorprende todavía a muchos de sus lectores, que no le encuentran una explicación sencilla. Pero era su libro favorito.
No es sorprendente que su relato afín hacia una mártir católica haya tropezado con la hostilidad de quienes desprecian a la Iglesia. George Bernard Shaw denigró a Twain por escribir tan favorablemente de la santa, y su piadosa aproximación al tema sigue contrariando y confundiendo a los admiradores laicistas de Twain.
Willa Cather es una gran narradora de historias de frontera y sobre los pioneros. En 1923 ganó el Premio Pulitzer.
Como en el caso de Mark Twain, nadie supondría que Willa Cather (1873-1947) habría considerado nunca la conversión. Sin embargo, como en el caso de Twain, ella escribió una de las más novelas más católicas, La muerte llama al arzobispo, una novela histórica basada en las aventuras reales de un sacerdote pionero en el Viejo Oeste que se convertiría en el primer arzobispo de Santa Fe (Nuevo México).
Un resumen, por breve que sea, sobre la literatura estadounidense y la fe católica no podría dejar de mencionar a T.S. Eliot (1888-1965), aunque solo sea, en este caso, una mención superficial y de pasada; ni podría omitir al gigante Ernest Hemingway (1899-1961), un converso problemático cuyas obras están sin embargo “obsesionadas por Cristo”, o la gigante Flannery O’Connor (1925-1964), quien acuñó la frase “obsesionada por Cristo” para describir el Sur sobre el que escribía.
En las obras de Flannery O'Connor está muy presente la gracia actuando en un contexto de pecado y de culpa.
Ni podría omitir ese resumen o cuadro literario de honor, omitir a Allen Tate (1899-1979) o Walker Percy (1916-1990), aunque las limitaciones de espacio nos reduzcan a hacerles solo una leve reverencia.
En alguna ocasión, esta novela fue subtitulada como "las aventuras de un mal católico en tiempos próximos al fin del mundo".
Éstas son las eminencias de la literatura estadounidense que han buscado y encontrado inspiración católica en sus escritos. Aunque en algunos casos no eran creyentes, todos ellos insuflaron en la cultura americana el espíritu edificante de la verdadera Fe. Por ello todos los amantes de la buena literatura debemos estarles agradecidos. Deo gratias!
Traducción de Carmelo López-Arias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario