Una vez más, el Papa Francisco nos ha dado una palabra optimista y esperanzadora. "Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo". Así ha hablado el Pontífice a los jóvenes. A ellos y a toda la Iglesia. Lo ha hecho con una exhortación que culmina la reflexión del pasado Sínodo de los Obispos en Roma dedicado a ellos, como un padre que anima y alienta a sus hijos. "Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida, ¡Él vive y te quiere vivo!". He aquí las grandes claves para entender la vida con plenitud y juventud: Dios es Amor y te ama infinitamente, esta vivo y sale hoy a tu encuentro, y te salva, pues te busca, te perdona y construye contigo la vida para ser feliz.
Francisco nos invita a encontrar la verdadera juventud donde verdaderamente está, a veces, oculta para los mismos jóvenes. A la vista de las experiencias que ellos mismos comunicaron en el Sínodo nos hace distinguir lo que vale de lo que es propaganda barata, las propuestas facilonas que instrumentalizan a muchos con sus engaños para luego enredarles en sus modas vacías y apresarles en planes destructivos y adicciones. Ni la Iglesia ni el Papa hacen concesiones a la galería, pues sería mentirles. Con la verdad por delante, confía en ellos con la fuerza del Espíritu y les presenta la Iglesia, que es siempre joven si es fiel a sí misma, que al igual que ellos se ha de dejar renovar, exigiéndole también que no sea tímida ni silenciosa, que no se rinda ante el mundo, que viva la comunión y la fraternidad.
El Papa propone el ejemplo cautivador de conocidos santos que no llegaron a la edad adulta, cada cual en su tiempo, cultura y situación particular, demostrando que siempre en la Iglesia los jóvenes han encontrado su sitio más noble, como tienen que ser también hoy, porque son "el ahora de Dios", el presente.
Francisco afronta consecuentemente y sin reservas las preocupaciones de los jóvenes, tales como el mundo del trabajo, el ilusionante propósito de amar, las relaciones afectivas y el verdadero sentido de la sexualidad como don de Dios, algo que ha de educarse conforme a la verdad y que es necesario para afrontar el futuro con criterios claros y sin tabúes, pues son dones que Dios nos da, en los que encontraremos el sentido de la vida y la felicidad. Puesto que el valor de la amistad desinteresada está en el eje del disfrute de la vida, les pide vivir a fondo -con el lenguaje del amor más entusiasta-, no mirando la existencia desde el balcón o la pantalla, sino haciéndoles comprender que el verdadero amor es apasionado y conduce a darse para siempre, poniendo en juego la capacidad de entrega y la generosidad. También aborda el importante "entorno digital", el mundo de internet y las redes sociales, "un lugar indispensable para llegar e implicar a los jóvenes", pero que puede convertirse "en un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia". Cuenta con ellos para vigilar ante los abusos y para acoger e integrar a los emigrantes; les alienta a la acción, pero también al silencio y a la contemplación.
La exhortación asume el punto de vista de los jóvenes para avanzar con ellos, porque son capaces de emocionarse, de amar y de vivir contracorriente caminos de fraternidad, pero da pautas de discernimiento, muy necesarias para acertar en la vida. De este modo descubrirán quiénes son y su camino de auténtica realización, y qué es la santidad, superando con la fuerza del Espíritu Santo las tentaciones de individualismo, la comodidad y la queja infantil, que les dejan a merced de ideologías colonizadoras. Para formar parte de la historia de amor que es la salvación, del primer encuentro con Jesús se ha de pasar al crecimiento para llegar luego a madurar. En este diálogo creciente se perciben las llamadas y se puede encontrar la vocación, también la de especial consagración.
Francisco no duda en hacer un llamamiento a los jóvenes creyentes para que sean "misioneros valientes", y "compartir a Jesús, comunicar la fe que Él te ha dado", testigos del Evangelio con la propia vida, instrumentos de luz y esperanza en medio de la sociedad, viviendo y hablando de la verdad con valentía, frescura y entusiasmo. Esto nos cambia la vida y llena de alegría -a nosotros y a los demás-, en esa experiencia de comunión que identifica a la Iglesia. Ellos encontrarán formas nuevas de invitar a otros jóvenes, como auténticos apóstoles, con capacidad de seducción y convicción.
No podía faltar en la exhortación unas orientaciones certeras sobre la pastoral juvenil, que ha de ser más abierta a la alabanza y la fiesta, para no caer en elitismos. Hemos de responder entre todos a lo que preocupa a los jóvenes, pero ya pueden ser ellos los protagonistas responsables, creativos y audaces, aunque ciertamente han de ser acompañados y guiados con amor desinteresado y la indispensable cercanía, con libertad suficiente para que puedan recorrer nuevos caminos.
Christus Vivit, con todos sus consejos y sugerencias, es ya una grandísima respuesta pastoral, todo un estímulo para la Iglesia, y al tiempo, una llamada a afrontar su propuesta a los jóvenes para que el Señor conquiste su corazón, haciéndoles rebosar de vida. La verdadera juventud se adquiere con el ideal y con el amor del Señor. Hace falta ahora que nosotros lo aceptemos como un documento de referencia indispensable en la pastoral diocesana, en parroquias, asociaciones y movimientos, y en la escuela católica. Dependerá de esto, en gran medida, que esta generación tome hoy en sus manos la antorcha de la fe y pueda pasarla a los que vengan después.
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