En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, Francisco subrayó que Dios nos ama con el corazón y no con las ideas. De ahí que haya que pedirle la gracia de llorar ante las calamidades del mundo, de los perseguidos y de quienes mueren en la guerra, porque las bombas se lanzan "como si fueran caramelos"
Benedetta Capelli – Ciudad del Vaticano
El diluvio universal y las guerras de hoy. El Papa Francisco trazó una línea de continuidad entre lo que se narra en el libro del Génesis y la más estricta actualidad, recordando el sufrimiento de los niños hambrientos y huérfanos, de los más débiles y de los pobres que pagan la "factura de las fiestas". El Pontífice exhortó en su reflexión a tener un corazón que se asemeje al corazón de Dios, capaz de la ira y el dolor, pero sobre todo de ser hermano con los hermanos y padre con nuestros hijos; un corazón humano y divino.
Dios tiene sentimientos
Francisco acentuó dos puntos al comentar la Primera Lectura. En efecto se detuvo en el dolor de Dios ante la maldad de los hombres y en el arrepentimiento por haberlos creado hasta el punto de prometer que los borrará de la faz de la tierra. Es un Dios que tiene sentimientos – afirmó el Papa – "no es abstracto", de ideas puras y "sufre"; y "éste – añadió – es el misterio del Señor".
Los sentimientos de Dios, Dios Padre que nos ama – y el amor es una relación – pero es capaz de enojarse, de enfadarse. Es Jesús quien viene y nos da el camino, con el sufrimiento del corazón, todo... Pero nuestro Dios tiene sentimientos. Nuestro Dios nos ama con el corazón, no nos ama con las ideas, nos ama con el corazón. Y cuando nos acaricia, nos acaricia con su corazón y cuando nos bastonea, como un buen padre, nos bastonea con su corazón, sufre más él que nosotros.
Nuestros tiempos no son mejores que los del diluvio
Es "una relación de corazón a corazón, de hijo a padre que se abre y si Él es capaz de sufrir en su corazón, nosotros también – continuó el Papa – podremos llorar ante Él". "No es sentimentalismo – afirmó – ésta es la verdad". Francisco explicó que los tiempos de hoy no son diferentes a los del diluvio; están los problemas, las calamidades del mundo, los pobres, los niños, los hambrientos, los perseguidos, los torturados, "las personas que mueren en la guerra porque lanzan las bombas como si fueran caramelos".
No creo que nuestros tiempos sean mejores que los tiempos del diluvio, no creo: las calamidades son más o menos las mismas, las víctimas son más o menos las mismas. Pensemos, por ejemplo, en los más débiles, los niños. La cantidad de niños hambrientos, de niños sin educación: no pueden crecer en paz. Sin padres porque fueron masacrados por las guerras... Niños soldados... Sólo pensemos en esos niños.
Llorar como Jesús
La gracia de pedir – subrayó el Papa Bergoglio – es tener "un corazón como el corazón de Dios, que se asemeje al corazón de Dios, un corazón de hermano con los hermanos, de padre con los hijos, de hijo con los padres". Un corazón humano, como el de Jesús, es un corazón divino".
Está la gran calamidad del diluvio, está la gran calamidad de las guerras de hoy, donde la cuenta de la fiesta la pagan los débiles, los pobres, los niños, los que no tienen recursos para seguir adelante. Pensemos que el Señor está sufriendo en su corazón y acerquémonos al Señor y hablemos con él, digámosle: "Señor, mira estas cosas, yo te entiendo". Consolemos al Señor: "Yo te comprendo y te acompaño", te acompaño en la oración, en la intercesión por todas estas calamidades que son fruto del diablo que quiere destruir la obra de Dios.
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