Un chiste dramático circula por las redes: "Propósito para 2015, perder 5 kilos. Propósito para 2016, perder diez kilos. Propósito para 2017, perder quince kilos. Propósito para 2018, luchar contra los cánones de belleza, combatir el machismo y derrocar el heteropatriarcado". No caigamos en eso, ni siquiera tras estas fiestas. Mantengamos la inocencia de la perseverancia.
Mi problema es mi rechazo metafísico y existencial del concepto "régimen de adelgazar". Por múltiples razones. Para empezar, esa mecánica de pesarnos como si ganado. Si se fracasa, la báscula te agria el humor de buena mañana. Y si vas bien, te puede pasar lo que a aquella muchacha que se ponía cada vez más gorda de la satisfacción de ir adelgazando. Tan pesado como un nuevo rico puede resultar, paradójicamente, un nuevo delgado.
Luego, hay alimentos de los que cualquier régimen abomina, pero que no se deberían mentar sin reverencia. Pienso en el pan y en el vino, que son sagrados, pero también, no sé, en las yemas de Santa Teresa que te regala una querida amiga o en los turrones que tu suegra, por ti, ha ido a comprar a una tienda con una cola infinita. Y cómo no repetir de lo que alguien ha cocinado con amor. Mejor obeso que desagradecido y modales finos antes que talles delgados. Hay que venerar los productos tradicionales, como el roscón de reyes. Si no, se empieza haciendo régimen y se acaba revolucionario e invirtiendo el lenguaje teológico hasta afirmar que el chocolate es una tentación y que un bocadillo de jamón es pecado.
Lo peor, con todo, es la falta de respeto a la comida, que se pesa, se vitupera y se descompone en raciones, en vez de bendecirla y agradecerla. Es una actitud que ha clavado (contextualizándola) el gran Béla Hamvas: "Lo característico del cientificismo es que no conoce el amor, sino el instinto sexual; no trabaja, sino que produce; no se alimenta, sino que consume; no duerme, sino que recupera la energía biológica; no come carne, patatas, ciruelas, peras, manzanas o pan con mantequilla y miel, sino calorías, vitaminas, hidratos de carbono y proteínas; no bebe vino, sino alcohol; se pesa semanalmente…"
"Así", pensará usted, "este hombre va a adelgazar un lunes…". Mañana, justamente, propondré un sistema alternativo que llevo años sopesando. "Con poco éxito", volverá a pensar usted. Pero hasta ahora sólo lo he sopesado. Mañana empiezo a ponerlo en práctica; y a ver.
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