Ha sido una semana bajo el signo del ecumenismo la que ha reunido en Jerusalén a cristianos procedentes de diferentes Iglesias. Del 20 al 28 de enero tuvo lugar la semana de oración por la unidad de los cristianos, cita anual clave para las trece confesiones de Tierra Santa celebrada, como es habitual, unos días después de la fecha oficial para permitir a los cristianos armenios festejar la Epifanía. También en otras partes del mundo se celebró este momento de oración comunitaria, aunque en Jerusalén adquiere siempre un significado especial. Precisamente en los lugares en los que se originó la misma cristiandad, de los que partieron los primeros discípulos para anunciar al mundo el Evangelio, se pidió intensamente por la unidad de todos los cristianos. Cada día una Iglesia distinta dirigió la liturgia, acogiendo a los fieles en su propia sede en Jerusalén. Desde el Santo Sepulcro al Cenáculo, una sola oración se elevó al cielo en muchas lenguas distintas, como hicieron los apóstoles en Pentecostés.
El 20 de enero los greco-ortodoxos invitaron a las Completas en la capilla del Calvario y en los días sucesivos cada encuentro contó con la participación de fieles locales y peregrinos. El 21 de enero se celebró en la catedral anglicana de San Jorge, el 22 en la armenia de San Jacobo, el 23 en la iglesia luterana del Redentor, mientras que el 24 fue el turno de la catedral del patriarcado latino de Jerusalén. El día siguiente nos trasladamos directamente al Cenáculo del Monte Sion para pasar después, el 26, a la iglesia siríaca ortodoxa de San Marcos y el 27 a la etíope de Jerusalén este. La semana de oración por la unidad de los cristianos concluyó el 28 de enero en la iglesia melquita de la Anunciación.
La liturgia incluía cantos en el idioma usado en cada Iglesia, pasajes bíblicos leídos por diversos representantes de las confesiones y una bendición común de los obispos. El obispo anglicano de Jerusalén, Suheil Salman Ibrahim Dawani, en su homilía habló de la importancia de la unidad y también del deber de responder al cambio que se ve en la comunidad de los cristianos. En la iglesia de San Jacobo los fieles escucharon a un representante de los armenios explicar que es fundamental reconocernos como la generación a la que Dios sigue revelándose para nuestra salvación. En la iglesia de los luteranos el sermón corrió a cargo de la reverenda CarrieBallenger Smith, que describió las diferentes tradiciones entre las iglesias, a pesar de lo cual «debemos creer verdaderamente que la unidad en Cristo es posible – dijo -, aunque no entendamos todavía cómo será realmente». En el patriarcado latino, el día siguiente, pronunció la homilía el administrador apostólico, Mons. PierbattistaPizzaballa, que comentó las lecturas de la liturgia vinculándolas al tema de la semana y al motivo del encuentro.
Para la oración en la sala del Cenáculo, donde Jesús se reunió con sus discípulos para la última cena, se congregaron numerosos fieles, a pesar del intenso frío. «No podemos decir: “Señor, ¿por qué estamos divididos?”. Sabemos que la respuesta es a causa de nuestros pecados, de nuestro carácter – decía el padre prior, administrador de la DormitioMariae,NikodemusSchnabel O.S.B. – Lo que debemos preguntarnos es si cada uno de nosotros trabaja concretamente para la unidad y la paz, porque no es solo tarea de Dios».
Quizá en el momento en que el Espíritu Santo sopló sobre los discípulos y se pusieron a hablar en todas las lenguas del mundo, el sonido debió ser igualque el del Padre Nuestro que cada uno recitó en su propio idioma, al terminar la oración. Asistieron a la celebración muchos estudiantes alemanes del monasterio de la Dormitio. «Soy musulmán y estoy aquí de visita, pero quería participar para saber cómo sería – cuenta Erkan - . Se hablaba de unidad cristiana pero es algo que afecta a toda la humanidad. Hace falta rezar por la unidad, pero también hacer algo para que ocurra. Y esto es lo que me llevaré conmigo cuando vuelva a casa». «Ha sido precioso ver a todos los distintos tipos de cristianos juntos – explicaba Lukas – He sentido que la unidad es algo que realmente deseaban los cristianos que estaban aquí, y que la pedían juntos, aunque fuera en distintas lenguas».
También acogieron la oración y animaron a la unidad el arzobispo siríaco ortodoxo Mons. Severios M. Murad y el etíope Enbakum. El grupo de jóvenes que se reúnen el domingo por la mañana en la iglesia, vestidos de blanco y armados de sonrisas, acompañaron con cantos y danzas africanas el momento siguiente a la oración de los etíopes. «Como cristianos debemos seguir colaborando – comentaba un joven, Miraf – se está produciendo en el mundo un genocidio de los cristianos y tenemos que rezar».
En la iglesia de los melquitas, el último día, se reunieron de nuevo todos los representantes de las Iglesias y los fieles. El arzobispo melquita, Joseph Jules Zerey pidió tener fe en Dios, que cumple lo imposible porque «la salvación no puede ser trasmitida al mundo más que por una Iglesia unida, que proclame el amor de Dios y su misericordia para cada hombre».
Beatrice Guarrera
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