Francisco comienza hoy en Uganda el que probablemente sea el viaje más peligroso que jamás haya emprendido un papa. Si es que se puede hablar de tranquilidad, Uganda se presenta a priori como el lugar más sereno; más convulsos son Kenia y sobre todo el polvorín centroafricano, un Estado fallido donde a día de hoy, salvo en el aeropuerto, parece imposible garantizar la seguridad, y un territorio devastado tanto por la violencia yihadista como por la respuesta, también brutal, de los que intentan acabar con los terroristas a golpe de bomba y machete. No es casual que el programa, hilado con finura e intención, incluya en la República Centroafricana una visita a un campo de refugiados y un encuentro con la comunidad musulmana.
Decía el bueno de Chesterton, en frase que no puede tener más actualidad, que el suicida es el antípoda del mártir y que el mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia.
El suicida, en cambio, se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general.
No se trata de buscar el martirio. El Papa no lo busca, pero hace bien en no claudicar y en hablarnos con la palabra y con las obras: el amor es más fuerte que la muerte, la esperanza cristiana vence al miedo. Viajando al corazón de África, como peregrino de la paz y de la reconciliación, en un momento como éste, y negándose a cancelar la visita, el Papa nos está mandando, antes de que empiece el viaje mismo, un mensaje más poderoso y eficaz que cualquier discurso. Como si fuera un eco vivo de las palabras de San Juan Pablo II, Francisco nos dice a cada uno de nosotros que no tengamos miedo y nos pide que recemos por él.
El domingo pasado, tras el Ángelus, que por cierto en la televisión pública italiana se emitió, sin complejos, en la primera cadena y se acompañó de una tertulia con expertos y analistas, tanto el público en el estudio como la presentadora del programa y los periodistas, aplaudieron espontáneamente al Papa en cuanto terminó sus palabras con el habitual “buon pranzo y arriverderci”. Bravo, decían. Bravo, decimos también nosotros.
No es tiempo ni de tibios ni de pusilánimes. Por eso, en UNOMASDOCE, reconocemos el gesto, lo aplaudimos y rezamos. Muchas gracias Santidad, por este viaje nada fantasioso, al centro de la tierra. Porque el centro está hoy, más que nunca, en las periferias. Ahora que llega con furor la nueva entrega de Star Wars: que la fuerza le acompañe, la fuerza del Señor.
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