domingo, 29 de noviembre de 2015

UN PUENTE SOBRE LA HISTORIA; POR AGUSTÍN ROSETY FERNÁNDEZ DE CASTRO

Artículo publicado por el ABC ayer 28 de noviembre de 2015

Resultado de imagen de AGUSTIN ROSETY FERNANDEZ DE CASTRO

  • POR AGUSTÍN ROSETY FERNÁNDEZ DE CASTRO, GENERAL DE BRIGADA DEL CUERPO DE INFANTERÍA DE MARINA (R)


«La Constitución Española es una obra que, como cualquier otra, seguro que necesita conservación y reformas que mantengan su solidez y utilidad»

LA conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812 pasó más bien sin pena ni gloria fuera de Cádiz; el septenato zapateril nos había dejado a los españoles sin resuello para cantar las glorias patrias. Lástima, porque la efemérides que se evocaba era una de las más gloriosas de la Historia de España, el momento en que la nación, protegida tras murallas de piedra y sal, tomó conciencia de su soberanía.
Un siglo después, el celo del gran alcalde que fue Cayetano del Toro logró alzar en la plaza de España un grandioso monumento, toda una lección en piedra acerca de aquella magna obra de los españoles de ambos hemisferios que fue la Constitución del Doce. La tenacidad de otra gran alcaldesa, Teófila Martínez, ha dejado ahora como recuerdo del bicentenario un espléndido puente, obra del ingeniero Javier Manterola, que como airoso collar embellece la garganta de la Ciudad Heroica, allí donde la bahía se estrecha entre astillero y astillero.
Suspendido de dos colosales torres de más de 180 metros de altura, y superando en casi treinta metros la guinda del buque-escuela de guardiamarinas Juan Sebastián de Elcano, el tablero del puente salva las mismas aguas que contemplaron el armamento de las Flotas de Indias, la misma canal por la que, al amanecer del 9 de junio de 1808, penetraron las lanchas cañoneras de la escuadra, bajo el mando de Apodaca, para arriar la bandera tricolor de los navíos de Rosilly en la que sería primera victoria de la Guerra de la Independencia. Aguas históricas, pues, donde las haya.
Mientras apostado a la sombra de los muros del belicoso castillo de San Lorenzo del Puntal, frente al trocadero, contemplaba la obra, mi mente trataba de hallar en ella, como en el monumento de la plaza de España, una alegoría de la página de la Historia que rememoraba. Porque es el puente de la Constitución de 1812, o «puente de la Pepa», como el casticismo oficial ha dejado escrito en un grafiti financiado por los Presupuestos Generales del Estado. Un puente sobre la Historia.
De pronto, aquella trama de blancos tirantes de acero que el viento del norte delineaba nítidamente sobre un cielo azul cobalto me sugirió una idea al margen de las leyes de la mecánica. Dos son también los pilares, según Cánovas, de la «constitución interna» de España: la Corona y las Cortes. En 1812, superando tres siglos de Historia, la soberanía, como el tablero del puente sobre la bahía, se tendió de uno a otro pilar para que, sobre tan sólida vía, la nación pudiese alcanzar los más lejanos horizontes de su futuro.
Si, al repasar nuestra tortuosa Historia contemporánea –con una docena de textos constitucionales, elocuentes testigos de otros tantos fallidos intentos de concordia–, evitamos ese recurrente empeño tan nuestro de mirar atrás con ira, hallaremos que la Monarquía parlamentaria de 1978 es aquella misma que las Cortes constituyeron en 1812 sobre los mismos pilares que sostienen la soberanía de la nación, hasta tal punto que el profesor Artola la llamaría «Monarquía parlamentaria», trazando así un puente sobre la Historia entre 1812 y 1978.
La Constitución Española es una obra que, como cualquier otra, seguro que necesita conservación y reformas que mantengan su solidez y utilidad. Lamentablemente, ha habido ya entre nosotros demasiados dinamiteros empeñados en «arreglar» el puente atacando sus pilares, es decir, la Corona –como harían las dos Repúblicas–, o bien las Cortes, que los regímenes autoritarios pusieron en solfa al volverse contra la democracia liberal y representativa.
Se añade hoy el riesgo de consentir que aquella ancha calzada soberana que sostiene la Nación sobre la Historia se resquebraje, al contemporizar con quienes sostienen alternativas «soberanistas», es decir, con los separatistas de toda la vida. Así, es contradictorio federar lo que hace cinco siglos está unido. O desfigurar las Cortes, sustituyendo a los senadores –quienes, exentos de todo mandato imperativo, representan a toda la nación– por un Colegio de presidentes «autonómicos».
Otro oxímoron sería enajenar constitucionalmente la soberanía de la nación soberana en favor de una no menos fantasmagórica «soberanía» europea, a la que confiar, con alivio de algunos, la solución de nuestros problemas domésticos. O... lo que la fértil imaginación partidaria tenga por acertado, a menos que nos demos tiempo y serenidad para pensar en algo que no sea una ocurrencia para «arreglar» el problema de España.
Pero España no es problema, como antes que nosotros creyeron aquellos doloridos patriotas del 98, ni Europa la solución que propondrían los del 14. La solución es la propia España, más España. Seamos capaces de retornar por ese puente sobre la Historia a la nación soberana, constituida en libertad e igualdad entre todos los ciudadanos, que sólo siendo ella misma podrá hacer una aportación constructiva a la común identidad europea.

Día de la Constitución Española.

Impreso y distribuido por NewpaperDirect | www.newspaperdirect.com, US/Can:1.877.980.4040, Intern: 800.6364.6364 | Derechos de reproducción y protegido por la ley.

No hay comentarios:

Publicar un comentario