Moisés Pérez Marco, OP
«Nunca me había sentido tan libre»
¿Cómo conociste a los dominicos?
Estudiaba Filosofía en la universidad y entablé amistad con un profesor dominico. Al principio eran unos buenos amigos; con el tiempo, despertaron en mí una inquietud vocacional.
Una congregación de estudiosos de la Filosofía…
Esa fue una de las cosas que más me gustaron de la Orden: su insistencia en la Filosofía y la Ciencia. Así descubrí una relación entre religión y cultura.
…y congregación de predicadores
Nuestro fin es la predicación, llevar al mundo la Gracia de Dios.
¿Cambian las formas de predicación?
Lo que se predica es lo mismo: la vida de felicidad, de plenitud que nos ofrece Dios. Pero en cada momento histórico tiene que adaptarse. Es el principio de la encarnación; tiene que convertirse en palabra razonable y verosímil para cada momento.
¿Cómo llegar al destinatario?
Por el contacto directo. Santo Domingo descubre que lo más importante es el testimonio personal de vida. Nuestros primeros conventos se llamaban casa de predicación, pues la comunidad ya es una predicación.
¿Qué dificultades tienen nuestros contemporáneos para conocer a Dios?
Hay una falsa imagen de Dios. Lo noto cuando hablo con mis amigos ateos. Lo mismo pasa con la Iglesia. Una idea basada en una imagen social, que desvirtúa esa imagen. Pero todos tienen necesidad de Dios, de vida espiritual.
¿Qué imagen de Dios?
Se piensa en Dios como enemigo del ser humano que contradice lo que es el hombre. Pero Dios es favorable al ser humano. «La gloria de Dios es que el hombre viva».
Ser dominico, sacerdote… ¿Has tenido que dejar mucho?
He tenido que dejar cosas, pero he encontrado muchas otras. Renuncias a una pareja, a tener hijos, a una carrera, y te lanzas a no sabes muy bien dónde, pero nunca me había sentido tan libre como cuando decidí entrar en la Orden, y eso que llevaba una vida normal. Trabajaba, estudiaba, viajaba…
¿Qué te hizo sentirte así?
Descubrir que esta vida me daba lo que necesitaba.
¿Qué Dios te gusta predicar?
Dios es el Dios de la encarnación, que asume la naturaleza humana y nos dona su gracia. Quiere que vivamos la vida trinitaria del amor. Un Dios que convierte al ser humano en un ser divino.
La defensa de la dignidad de la persona está en vuestra tradición.
La gran intuición de los pensadores dominicos de la Escuela de Salamanca fue esa: ver seres humanos en aquellos seres que se encontraban en los territorios que se descubrían, ver esa huella de Dios, y que esto estaba por encima de cualquier legislación.
¿Cómo tiene que cambiar el lenguaje de la predicación?
El predicador tiene que empaparse de la capacidad de expresar con los símbolos de cada época, y hay que traducir.
El predicador es un traductor…
Sí, la predicación es el esfuerzo por traducir el Evangelio a una sociedad, y también es criterio para purificar los símbolos de esa sociedad. Al mismo tiempo, el Evangelio enriquece, dota de una capacidad simbólica nueva que permite expresar, vivir, la humanidad más plenamente.
…y así evangelizar.
En la evangelización es muy importante que las personas descubran la presencia de Dios en sus vidas y cultivar su relación con Él. Hacer que el Evangelio sea la palabra más profunda de su corazón. La predicación tiene que despertar esa palabra.
¿Y con los jóvenes?
El principal medio de predicación es dedicarles tiempo, oír sus inquietudes antes de decirles nada. Y dentro de su mundo, arrojar la mirada del Evangelio. Hacerles ver que Dios se cuela por una rendija y lo transforma todo.
Javier Valiente
Como al personaje bíblico, a Moisés Pérez le gusta la montaña. También el cine, «manifestación de la cultura contemporánea donde la cuestión religiosa está muy presente», dice. Nació hace 35 años en Benavides de Órbigo (León). Ordenado sacerdote hace un año, a los 25 entró en los dominicos, la Orden de Predicadores. Era agnóstico y estudiante de Filosofía. Preguntándose por todo se encontró con Dios.
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