Me refiero a las desgracias. Un inesperado contratiempo a última hora me impidió viajar a Barcelona para asistir al concierto en el «Camp Nou» o «Nou Camp» que tanto monta, monta tanto. Resulta desolador que a última hora un sueño ansiado, un desplazamiento perfectamente programado desde hace un par de semanas, se desmonte por una contingencia inexcusable. Ayer se celebraban las «Bodas de Lirio» de un matrimonio amigo. Es decir, que cumplían catorce años de feliz unión, y mi gozo en un pozo. Lo supe por la mañana. Una llamada inoportuna. «Hoy celebramos nuestras "Bodas de Lirio". No nos faltes». En algunos países de la América caribeña le conceden una gran importancia a las «Bodas de Lirio», sin menospreciar a las «Bodas de Rosicler», que se celebran cuando una pareja alcanza sus nueve años y medio de compacta armonía. Y se vinieron hasta Madrid a celebrar el aniversario dejándome sin concierto.
Me había vestido para el supremo acto del «Camp Nou» o «Nou Camp». Así, «casual» de los años sesenta, con una señera cubana a modo de pañuelo, con la estrella de cinco puntas bien visible, para armonizar mejor con el ambiente. Se trataba, además de pedir la independencia de Cataluña, de homenajear a los grandes intérpretes de los tiempos franquistas, como Dyango, la Bonet, la Rosell, Ramoncín y muy especialmente, Peret, que le dedicó al ausente Mas su bellísima y emocionante melodía «Borriquito como tú». Algunos de ellos representaron a España en «Eurovisión» pero lo hicieron obligados, con dos policías entre bambalinas apuntándoles con sus pistolas. Los grandes artistas han sido los héroes de la resistencia en los tiempos de la Dictadura. Gila, que en tantas ocasiones actuó en la recepción de la Granja del 18 de julio, no pudo resistirlo más y huyó de España en busca de la libertad. Se equivocó de sitio, quizá por los nervios de la huída, porque en lugar de elegir una nación libre y democrática, se instaló y triunfó en la Argentina de la Dictadura Militar del general Videla. Después se supo que más que de Franco huyó de su mujer, causante del embargo de sus bienes en España. Pero vuelvo a mi disgusto.
A Peret lo ví actuar en directo en dos efemérides. En una puesta de largo de una March en el palacio de la calle de Miguel Ángel, y en el Real Club de Tenis de San Sebastián. En ninguna de las ocasiones se insinuó su volcán independentista. Tampoco el de Dyango, y de Ramoncín recuerdo que sí, que hubo un tiempo en el que actuaba en los municipios batasunos y al menos demostró valentía para hacerlo. Lógicamente, su sitio estaba en el «Camp Nou» o «Nou Camp» para participar, como el resto de sus compañeros de geriátrico, en el gran concierto independentista.
Se cantaron muchas cosas de Llach, que además de estar presente cobró por sus derechos y fallaron importantes promotores del acto, como Mas, que dejó a Peret sin dedicado en su dedicada canción.
Mis amigos independentistas me han contado que fue muy emocionante, con mucha gente joven en los graderíos, que no en el escenario. Chicas guapísimas de Pedralbes, con un estilazo de aúpa. Y con una bondad sin límites, porque la juventud en España –Cataluña es una demostrada excepción, por lo que se vio el sábado–, le ha perdido el respeto a la senectud, y desprecia a los mayores.
Pero todo sea por una Cataluña independiente. Y yo en Madrid, con el billete de avión en la boca y celebrando las «Bodas de Lirio» de Luis Wenceslao y Luna Vanessa. Catastrófico.
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