miércoles, 31 de julio de 2013

UN GRAN COFRADE, IGNACIO BUSTAMANTE MOREJÓN; POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA.

El mundo cofrade de la Isla se tiñe de luto y de dolor por la desaparición de uno de los más grandes de sus hermanos cofrades. Un dolor especialmente trágico dada la manera tan sorpresiva e inesperada de cómo se ha producido. Y la Isla, el mundo cofrade y no cofrade, ha quedado roto y consternado por su pérdida y la de Rosa, Antonio, Esperanza y Francisco. Ciudadanos todos muy representativos y conocidos en la Ciudad. Y en el caso particular de Rosa y Antonio, el dolor añadido que deja y supone la orfandad de la que fue para ambos: su queridísima y entrañable hija Fátima.  
  
Aunque para los designios y los caminos del Señor, el camino trazado para cada uno de sus hijos solamente Él lo sabe y lo elige. Creo que el de ellos y el suyo propio, su camino hacia Santiago, parece como si el Apóstol los esperaras por mandato divino para llevarlos juntos al Padre. Seguramente el peregrinar de Ignacio y el de los demás, estaba trazado y escrito en las tablas del Cielo para que así sucediese. 

Pero he de señalar una curiosa paradoja de la vida y es qué  -cuando esto ocurría-  me encontraba ordenando unas fotografías -de las cuales reproduzco aquí una-  donde se puede contemplar la imagen fresca, lozana y viva de Ignacio. La fotografía en cuestión data del año 1995 y el acto que representa se trataba  del Cincuentenario de la Hermandad del  Medinaceli. Acto al que la Hermandad invitó como hecho inédito en la Ciudad a la conocida corresponsal del Vaticano entonces, Paloma Gómez Borrero cuya actuación se celebró en el salón de actos del Colegio de la Salle de la calle San Cristobal. 

En esta ocasión, Ignacio asistía en calidad de Presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías y junto a mi mujer y a otros amigos también me encontraba invitado, razón por la que  fui testigo de dicho acto como hermano mayor de los Afligidos. En la foto, además de Ignacio se aprecia a la izquierda y en el fondo el perfil de Jesús Figueiras, Hermano Mayor de la Hermandad organizadora. 

Este anecdótico episodio de la fotografía puede refrendarlo otro conocido y popular cofrade isleño e íntimo amigo  de Ignacio y veterano hermano del Huerto; Hermandad de la que también Ignacio no sólo fue su Hermano Mayor, sino su alma mater. Me refiero a  Chiqui Castro que en la tarde del día siguiente al accidente lo encontré en la calle Real y  cambiando impresiones; compartimos con bastante dolor por parte de ambos, las tristes impresiones  de condolencias por él y por los demás, mostrándole además la citada fotografía aludiendo a la causa y efecto que se había producido con ella al coincidir  -en día y hora-  con el fatídico y mortal accidente. ¡Paradoja de la vida!. 

Hablar de Ignacio y hablar bien de él, tanto en el mundo laboral como en el cofrade, sería larguisimo por su dilatado y buen oficio en ambas parcelas. Pero no voy a dejar de mencionar un caso que por singular, fue creciendo con y entre nosotros en aquel mundo cofrade fundamentalmente; porque más adelante, esas ricas vivencias nos sirvieron  para la formación de nuestros intelectos y nuestras actividades y culturas cofrades, laborales, sociales y mundanas; estas últimas: las domésticas, las de andar por casa -eran- las que más les gustaban a Ignacio. 
  
Ignacio fue también hermano de los Afligidos y en aquella época, la demanda de túnicas para salir en procesión era superior a la de existencias. Entonces, la hermandad ideó que los hermanos que comulgasen durante el Triduo que se organizaba, tendrían prioridad sobre los demás para conseguir sus túnicas  -con lo cual y para recogerlas- se les entregaban una especie de vales que luego presentarían para retirarlas. 

No cabe la menor duda que la medida para salvar aquella situación fue efectiva en aquel momento, pero vista después su imposición efectuada en un acto de aquella índole y de tal magnitud,  nos parecíó con el paso del tiempo,  algo inadecuado como fruto tal vez de nuestras cortas edades y experencias. Y ésta y otras muchas cuestiones fueron motivos de recuerdos, entre serias y divertidas charlas que sostuvimos y que nos acompañaron mientras nos hacíamos adultos y desde luego más curtidos. 

Ignacio amaba sin duda y sin pausa a su Virgen de Gracia y  Esperanza y no descansó hasta conseguir su Coronación Canónica (la única dolorosa canonizada en la Isla). Trató de fundar una Hermandad, pero el Obispo Diocesano de su tiempo, le encomendó que esa ilusión, toda su fe y todo su empeño lo dedicase mejor a la tarea de reflotar a la que fue su querida Hermandad de la Sagrada Oración del Huerto: la Hermandad de sus amores. Pero igualmente y de la misma forma, mostró ser un apasionado y un gran defensor de la Semana Santa y de todas las "cosas de la Isla". Y qué decir de su Patrona, a la que también amaba sin condiciones; precisamente de la última vez que hablé con él, aún conservo su aliento y su grato recuerdo por su proximidad, hecho que sucedió hace solamente -ocho días- antes del fatal accidente y fue el día del Carmen, a la salida de la  Función Principal que  la hermandad carmelitana dedica cada año a su Virgen en honor de su Festividad.  
 
Supongo que por otra parte, la providencia ha querido  dejar viva para sus hijas a su querida esposa recuperándose no obstante de sus lesiones; deseándole su pronto restablecimiento. Y de ella debo decir y resaltar para su conocimiento, cual es su valía y los dotes que posee como gran profesional de la enseñanza; actitud y aptitud de las cuales  sé que dispone y así se lo he manifestado oportunamente en privado y en presencia de Ignacio. Y ahora lo hago públicamente también a través de la referencia que de ella  tengo  tramsmitida de la mejor y más limpia manera: la de mi nieto Jesús alumno suyo. Así como también a sus hijas "Gracia y Esperanza", a sus hermanos,  a sus hermanos de la Hermandad y a sus amigos más íntimos: Antonio De Hombre, Chiqui Castro, José Mari Castro, Tito Valencia, Juan Rendón, Leopoldo Gutiérrez, Arturo Rivera, Dominico Guillén, Juan Rodríguez Rivera  y a tantos otros que deben disculparme por no poderlos citar a todos por falta de espacio, porque serían interminables tanto los procedentes del mundo cofrade como los del laboral; donde también culminó una gran labor social y profesional de amplio recorrido y reconocimiento  entre sus compañeros y en toda  la Ciudad. Decir -porque también forma parte encomiable- en la trayectoria general y personal de él; su deseo de superación como hombre, como persona y como profesional. Ignacio acababa de finalizar la carrera de Ciencias Políticas que con tantas ganas e ilusión empredió... 

Pero -sí- me queda espacio suficiente para que se me permita decir que la Ciudad entera se prepara, está conmovida y le rindie un profundo y sentido homenaje a sus hijos  - a Todos por igual - y a Tí como a los demás, decirte muy fuerte y emocionado: ¡Ignacio, querido amigo, descansa en Paz hermano!. Porque estoy seguro que tu Virgen, a la que con tanta fe amaste, te concederá la Esperanza de recibir la Gracia merecida, salvadora y eterna que perseverante, a pulso y con fervoroso amor,  supiste conquistar. ¡Qué Así Sea!. 

José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo improvisado, escrito y entregado para su publicación en el semanario local Información el 26.07.13. Se publicó el Domingo, 28.07.13. Incluyendo fotografía y  texto recortado debido  a las limitaciones lógicas de los espacios en los siempres agradecidos medios de la  prensa. Su texto completo se publica en este  blog: sedvalientes de Jesús Rodríguez Arias. 


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