sábado, 27 de julio de 2013

MÁS ALLÁ DEL HORIZONTE: A IGNACIO, ANTONIO, ROSA, FRANCISCO Y ESPERANZA.



Más allá del horizonte existe la tranquilidad que otorga lo eterno, lo imperecedero, lo que siempre permanece en nuestros corazones hasta el fin de nuestros días y así por los siglos de los siglos.

Ese horizonte es como una ventana abierta al cielo, a esos valles donde el Señor me hace recostar, donde uno encuentra definitivamente la Paz Eterna.

Más allá del horizonte, donde se pierde nuestras vistas y aparecen nuestras miradas, encontramos la Felicidad que nos otorga Dios por Su Divina Gracia. Es el fin de nuestro caminar, la meta perseguida y prefijada desde el inicio de todo, el culmen de nuestro vivir.

No seríamos felices, careceríamos de todo lo importante, si todo acabase aquí, en este valle de lágrimas y alegrías que es la vida misma. ¡No! ¡Aquí no acaba todo! ¡Empieza!

Y empieza lo mejor de lo mejor, lo verdaderamente inconmensurable, lo que no podemos ni imaginar porque estas cosas no se ven con los ojos de nuestros limitados cuerpos que son, al fin y al cabo, portadores de nuestras almas hasta que Dios decida dejarlas libres para que vayan a su Encuentro.

Nuestros limitados cuerpos que son limitados, llenos de dolores, máquinas en las que el paso del tiempo va haciendo mella hasta desvencijarlos como coches en una chatarrería y aún así están distinguido por la máxima dignidad porque son obras de Dios Padre que es Bueno y Misericordioso. 

Estamos hechos a Su Imagen y Semejanza y si lo estamos en cuerpo mortal como de preciosa será nuestras almas que está conferida desde el inicio de todo con la categoría de inmortal.

¿Cuidamos nuestras almas? ¿Las queremos como las verdaderas joyas que son? Si la quisiéramos como lo que son realmente: La Obra Perfecta e Imperecedera de Dios, la cuidaríamos con desmesura haciendo de nuestras vida un continuo hacer el bien, un continuo servicio a todos, un continuo caminar hacia el Señor.

Cristo nos marcó la senda, el camino, a seguir. Es tan fácil y tan difícil como nosotros queramos que sea y por eso, hoy más que nunca, me fijo en los modelos de esos que estando con nosotros mimaron y cuidaron su alma inmortal haciendo de sus existencias un continuo servicio a Dios por medio de los demás. Ellos eran felices haciendo felices a todos.

Sí, hoy quiero dedicar este post a la memoria de mis queridos Ignacio, Antonio, Rosa, Fracisco y Esperanza que se fueron al encuentro del Padre el pasado día del Apóstol Santiago, Patrón de España, en el trágico y siempre recordado accidente ferroviario que ha hecho sucumbir en el dolor en todos los lugares de nuestra querida Nación así como a todos los rincones de este viejo mundo tan alejado o tan cercano a Dios según se mire.

Vuestro ejemplo diario, que es el que importa porque la santidad no es cosa de un hecho exclusivo sino del vivido a cada momento, ha sido y es un acicate para todos los que os conocimos, os quisimos, os valoramos y os queremos. 

Ibais a pasar unos días festivos en torno a Santiago y el Apóstol, Patrón de nuestra España, os llamó para que con la presencia de vuestras almas inmortales hicierais el Cielo más festivo y alegre. ¡Y lo está siendo sin lugar a dudas! Dicen que los angelitos andan de ahí para allá alegres porque en la Corte Celestial se han incorporado la alegría y la fe personificada.

Nosotros nos quedamos aquí, en este valle que hoy es más de lágrimas que de alborozo, en este vivir sin vivir en nosotros porque tenemos demasiado reciente todo cuanto ha acaecido con vuestra marcha a la Gloria donde están instalados Jesús y Su Divina Madre que son farol de guía para nuestras almas.

Desde el lugar, la morada, que Dios os tenía preparada os pido que intercedáis por vuestros hijos, vuestras familias, vuestros amigos para que puedan seguir caminando a pesar del desgarrador dolor que sentimos en nuestros agrietados corazones. Mi querido Ignacio: Ayuda a Pepa a salir adelante. Lo necesita y te necesita y tú desde el Cielo puedes hacer mucho. Ahora otro cofrade insigne de La Isla, a la cual amó con la desmesura con la que se entiende el amor, se ha encontrado con Juan Macías, Paco Pérez Barbudo, Juan Arteaga, Manolo Fraga y tantos cofrades buenos que habitan en la Casa del Padre los cuales ellos han convertido en la verdadera y única CASA DE HERMANDAD.

Más allá del horizonte está la Paz y desde aquí, ventana en la cual me asomo y observo hasta perder la mirada, tragando lágrimas inicio el camino para seguir trabajando en mi particular labor de anunciar el Reino de los Cielos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

También dedico este post a todos los que nos han dejado víctimas de este aterrador accidente, a los heridos que luchan por sobrevivir y salir para adelante, a las familias y amigos que por uno u otro caso han quedado destrozados. ¡Confiad en Dios! ¡Confiemos en Dios! Porque aunque ahora no entendamos nada con el tiempo y el pasar de los años todo lo comprenderemos.

Recibid todos mis queridos hermanos un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.

Jesús Rodríguez Arias

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