viernes, 26 de julio de 2013

EL CARDENAL ROUCO RECUERDA EN RÍO A LAS VÍCTIMAS DEL ACCIDENTE DE SANTIAGO.



«El triunfo de los que están con Cristo nos lleva más allá de tragedias» como la ocurrida el pasado miércoles en Santiago de Compostela. Lo dijo el cardenal Antonio María Rouco, horas después, durante su catequesis en la JMJ de Río de Janeiro. Cuando ocurren cosas así, el hombre ve que no es dueño de su futuro, y esto debe animar a los cristianos a compartir su esperanza y su fe con los demás. María Martínez López. Enviada especial
Especiales web (26-VII-2013)

En su catequesis de este jueves, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, hizo mención en varias ocasiones al trágico accidente ocurrido el día anterior en Santiago de Compostela. «El triunfo de los que están con Cristo nos lleva más allá de la muerte y de tragedias como la de ayer», afirmó en la homilía de la Eucaristía de ese día que, al igual que la catequesis previa, tuvo lugar en la Casa de España, de Río de Janeiro; y en la que se rezó por el eterno descanso de los fallecidos, la recuperación de los heridos y el consuelo para sus familias.
El arzobispo de Madrid también recordó el descarrilamiento al hablar de la tentación del hombre de pensar que puede alcanzar todo por sus propias fuerzas. Preguntó: «¿Qué puedo hacer yo por mí mismo, cuando pasan cosas como este accidente?» Además, las necesidades de la gente ante una tragedia así nos animan -añadió- a «querer llevar ese tesoro de fe a los demás. Les haremos un gran bien a ellos mismos, y también a los ámbitos de la vida en los que estáis».
La verdadera libertad
En cuanto al tema de la Jornada -la misión del cristiano-, el arzobispo de Madrid subrayó que «la fe la recibimos como un don, no para retenerla para nosotros, sino que, al ser un tesoro, tenemos que sentirnos obligados a compartirla». Lo mejor que un joven puede hacer por los demás jóvenes que tiene cerca es ofrecerles la fe; sobre todo ante tantos jóvenes que, a pesar de tener todo lo necesario en lo material, «están interiormente rotos y hasta desesperados. Les falta la luz de la fe, les falta Cristo».
«La libertad es un don precioso, que el hombre puede usar para hacer las cosas más bellas o para destruirlas». Por ejemplo, «cuando quieren jugar a ser salvadores, se convierten en explotadores». La libertad es «para amar, no para odiar», dijo también el cardenal. Y si se utiliza como lo hizo el apóstol Santiago, hasta el martirio, «harás de tu vida un instrumento para el bien, la verdad y la belleza». Amar de verdad es darse, y «eso es ser discípulo de Cristo, eso es libertad».
La teología de la liberación
La búsqueda de la libertad tiene también consecuencias en la vida social. En una catequesis en la que estaban presentes muchos jóvenes de diversos países hispanoamericanos, uno de ellos preguntó al cardenal Rouco sobre la teología de la liberación y el daño que ha hecho a la Iglesia en tantos países de este continente. El arzobispo de Madrid respondió que «el cristiano realmente es un liberado», pero esta libertad no se puede reducir a lo político. «Toda acción de la Iglesia hacia los hombres, si no es apostólica, es falsa y no responde a la verdad del Evangelio ni del hombre»; y, por lo tanto su éxito material será limitado o temporal. Con esto, se refería a «cualquier tipo de acciones que no van impregnadas del amor de Cristo tal como lo han transmitido los apóstoles». Y añadió: «Cuando la liberación no nace de la libertad salida de la cruz de Cristo, al final habrá una esclavitud igual o peor».
Con todo, la sociedad actual afronta efectivamente una grave crisis, y el cardenal respondió a otra pregunta sobre cómo dar testimonio ante tantas situaciones injustas. Sus claves fueron conocer y predicar la doctrina social de la Iglesia, que desde las parroquias se conozcan e intenten aliviar los problemas de la gente a ella encomendada; y el compromiso público si la injusticia lo exige. Todo esto, recordando siempre que «Cristo ha resucitado y la victoria es nuestra, y es cierta. Pasando por la cruz, pero segura».

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