No tengo la más mínima idea de si Almudena Grandes se merece o no su premio nacional de literatura, ni la tendré. Habría que leerse su novela… Tampoco puedo sacar conclusiones sobre la limpieza del galardón ni sobre el azar o la necesidad de que el primer año de Sánchez halla recaído en una escritora tan comprometida con el progreso y, además, señora esposa del flamante director del Instituto Cervantes. Todo queda en casa, eso sí, pero puede ser complicidad ideológica o puede ser chamba o, incluso, calidad literaria.
Si fuese lo primero, quedaría demostrado que el PSOE no juega con la cultura, que se la toma en serio, tan en serio como para intervenirla, que es lo que hace con todo lo que le importa. Pero no lo sabemos y, para saberlo, habría que leer el libro premiado sin dejarse apabullar por el oropel. Tanta curiosidad no tengo.
He de dejar en suspenso su juicio. Apenas pedir, por caridad, a las derechas que hagan lo mismo. Bien está que ellos no premien a los suyos. Se aplaudiría la elegancia si fuese imparcialidad y no indiferencia. Pero bien está. Lo que no tiene sentido es que vengan luego dejándose impresionar por los escritores premiados (por los otros), y poniéndoles ojos de embeleso, y considerándolos el epítome de La Cultura, cerrando así el círculo.
Los únicos ojos de embeleso con un premio literario deben ser los de las personas que aman al agraciado. En este caso, los de Luis García Montero. Qué bien lo explica Fernando Aramburu en su reciente Autorretrato en mí hablando de su madre: «Sin disimulo muestras sentir como propios los logros literarios con que fui alguna vez favorecido. Tu alegría los ennoblece, elevándolos a triunfo, aun cuando más allá del trabajo bien hecho yo no crea gran cosa en el triunfo, salvo que este consista en tu alegría».
Los premios van y vienen, animando a los íntimos, y es lo suyo; pero igual que debería estar terminantemente prohibido criticarlos sin leerlos, también, ojo, ponerse estupendos y admirativos sin haberlos leído. Ahora que están de moda el soberanismo y la autodeterminación, tendríamos que recordar que entre los premios y la auténtica literatura hay una frontera como antes de las de Schengen, con puestos de la Guardia Civil y todo. Para felicitar a Almudena Grandes por la novela, necesitaría una lectura atenta y, ya digo, ahora no viene bien, pero puedo felicitarla perfectamente por su premio. Felicidades.
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