sábado, 20 de octubre de 2018

NO SEAS GILIPOLLAS; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Me temo que algún lector habrá sospechado, al leer el título, que íbamos a hablar de Pedro Sánchez. Ni por asomo y la culpa tampoco es del lector, sino mía, que llevo varios días rasgándome las vestiduras políticas. Con este título salta a la vista que voy a hablar de poesía. El imperativo está referido a Jesús Beades, que ha escrito Tibidabo 10, y que se advierte eso a sí mismo, y que, porque la poesía espejea siempre, nos lo dice a nosotros, empezando por mí.

Tibidabo 10es unas Coplas a la muerte de su padre de barrio sevillano. El padre del poeta, hombre vital, guitarrero y partidario de los bares, con un corazón como una casa y una casa pequeña, ha muerto con 58 años. El último poema tiene título de canción: Wish you were here, y es el que lo tiene claro: "Cada vez que la ponen en la radio,/ apago la emisora./ Si la escucho, la canto. Y si la canto, lloro./ Y si lloro, parece que le escucho decirme:/ 'No seas gilipollas./ ¿No ves que el sol está brillando afuera,/ y los bares abiertos?'"

O sea, que, en realidad, el poeta no se lo advierte a sí mismo, sino que lo hace su padre, que se le aparece igual que el de Hamlet, pero con un mensaje más positivo. El libro entero tiene esa mezcla entre la pena y la ausencia y entre la música y la memoria que da como resultado una alegría muy seria. El balanceo está poderosamente simbolizado en el hecho de que el recuerdo del padre lleve al poeta constantemente a pensar en sus hijos.

Con tal temperatura emocional, qué bien quedan los pinchazos irónicos de lo cotidiano, como cuando recuerda un bar de entonces y dice: "Veíamos pasar/ allí a las estudiantes./ Si vuelves a ese bar/ en eso es como antes". Se marca, como quien no quiere la cosa, un homenaje a la juventud invariable, que desdeña el tiempo y la muerte. "La muerte es muy difícil de entender" dice un verso muy sabio, pero este libro va luego y le coge las vueltas.

Lo hace celebrando la vida con el corazón en un puño. Esto es una columna, no una reseña ni, mucho menos, publicidad. Beades, recordando el piso de su padre, dice: "En treinta metros entra el mundo todo". Y en poco más de treinta páginas, mete este mundo y el otro. Sin embargo, no hace falta comprarse el delgadísimo volumen. Basta que volvamos a leer el primer poema que cito entero y que es el último, y que oigamos ese consejo cada vez más necesario: "No seas gilipollas"; y que nos apliquemos el canto.

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