En Nueva Revista no nos encargan que escribamos artículos, sino que estudiemos asuntos a fondo, y luego saldrá o no un artículo. Por eso, ahora estoy sumergido en Michael Sandel, flamante Premio Princesa de Asturias, reputado filósofo político. Sigo sus clases de Harvard en YouTube, veo el documental El gran debate, leo Justicia y repaso reseñas a su obra y milagros, todo a la vez. Hay un curioso común denominador, aunque al público, deslumbrado por su método socrático, pueda pasársele por alto. Sandel gasta una muletilla: "Dejando aparte las cuestiones legales..." Él quiere ir al fondo sustantivo, al meollo moral, a la solución justa de cada cuestión. Y sabe que las marañas legalistas son un laberinto que distrae de pensar la decisión correcta.
"Quien hace la ley, hace la trampa" es un refrán literal. El poder legislativo puede hacer malabarismos con el simple requisito formal de una mayoría, sin atarse a principios, marcos constitucionales ni derechos fundamentales, o sorteándolos. El Gobierno de Pedro Sánchez nos está dando un ejemplo.
Quiere reformar el Código Penal y que sea necesario el uso de las armas para que haya delito de rebelión. Puede parecer una simple reflexión teórica, pero qué va. Desprestigia a nuestros tribunales, que vieron, con razón, que los independentistas catalanes, sin armas, habían pretendido demoler el orden constitucional; y nos deja como los trapos ante los jueces europeos, quitándonos la palabra a nosotros mismos. Lo más tramposo, sin embargo, y lo más grave, con diferencia, es que implica, en la práctica, dar un indulto vergonzante a los presos.
¿Cómo? Es un principio del Derecho Penal que al reo se le aplica la norma más favorable para sus intereses, incluso retroactivamente. Lo que el Gobierno intenta, pues, es un indulto preventivo y disimulado. Con menos coste mediático, porque la ciudadanía (que no aceptaría un indulto por derecho) no tiene porqué manejar tecnicismos. Pero con más coste real, ya que, por el interés político de aprobar unos presupuestos particulares, que durarán un año y que, según dice la ministra del ramo, son fáciles de toquetear, chiqui, mil millones son poco y tal, para eso, se subvierte el Código Penal, se desprotege a la Constitución y se fuerza la realidad de los hechos. ¡Cuánta razón tiene Sandel en que, si queremos ser justos, tenemos que prevenir las triquiñuelas de tahúr del legislador positivo!
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