Me encanta que los demoscópicos se vuelvan locos con el voto oculto. Suelo acceder a las peticiones de encuestas telefónicas, pongo como ejemplo. Pero advierto antes al encuestador que no le responderé a preguntas personales. Casi invariablemente empiezan preguntando: ¿qué edad tiene? Respondo: es una pregunta personal. Entonces desisten. O lo intentan con dos preguntas más para volver a insistir en lo personal. Es personal, vuelvo a alegar. Y entonces no continuan. Se trata de eso, al parecer. Esto y la propiedad del voto son algunos mis dogmas de fe democrática. Oír expresiones como voto prestado me exaspera. Mi voto es mío, gritaría en medio de la calle. Y si es mío, o porque es mío, no es ni puede ser de partido alguno. Es como lo que rezaba la Constitución de Cádiz en su Artículo 2: España no puede ser de ninguna familia ni persona. Pues subterráneamente sigue vivo. No somos de ningún partido político ni persona. Y por eso tenemos la libertad de votar a quien mejor nos parezca. O con quien deseamos despeñarnos. Como tantas cosas. Pero carecemos, eso sí, de la tozuda, insobornable manera de ser de esos nacionalistas de manual, manual de instrucciones, que llaman presos políticos a los políticos presos y se han separado en su imaginario virtual de España, con expresiones tan exasperantes para mí como la introducción de la copulativa entre Cataluña y España. Miden magnitudes no comparables y se quedan tan tranquilos, suman plátanos con naranjas o castañas con nueces. Cataluña y España no existen como entidades de comparación puesto que una parte está contenida en la otra. Pero siguen y siguen hasta el punto de que incluso a ministros, y ministras, se les ha contagiado este modo atroz de la expresión nacionalista. Es lo que tenemos, esta cosecha de despropósitos. Y el voto oculto, que no es lo oculto del voto, precisamente. Es que han dicho, como jactándose, que el voto oculto era independentista, o sea, que hay un independentismo oculto. Cuidado que en lo oculto se oculta todo, vamos sabiendo. Estos corrimientos, quiero decir. De los que es bueno culpar a España, que ha pasado de robarles a encarcelarles, pobres. Dudando siempre, por lo que me temo, en hasta dónde llegará el aguante, el apretar los dientes y seguir soportando tan altas dosis de mentiras. ¿Por el bien del convento? Me temo que para nada. Es que han subido de lo oculto hasta el Rey, con su aliado natural, o no. ¿Saben que Felipe VI no es el portavoz del PP? ¡Por supuesto! Es lo oculto de lo que dicen, o sea, lo que no dicen. Lo que mienten.
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