El 26 de diciembre, con la alegría de la Navidad todavía viva, los frailes de la Custodia de Tierra Santa animaron las celebraciones de la fiesta de San Esteban en Jerusalén. La primera misa por San Esteban se celebró, como de costumbre en la enfermería del convento de San Salvador. Allí se reunieron todos los frailes del convento para felicitar la Navidad a los hermanos de la enfermería, a las religiosas de servicio, al personal y al director, fray Jad Sara. Asistió también el Custodio de Tierra Santa fray Francesco Patton y el vicario de la Custodia fray Dobromir Jazstal.
«San Esteban nos recuerda tres dimensiones fundamentales de nuestra vida: la dimensión del servicio en los “comedores”, la dimensión del servicio de la palabra y la dimensión del testimonio de vida – decía fray Patton en su homilía -. Martirio, de hecho, significa “testimonio de vida” ». El Custodio afirmó que San Esteban fue el primer mártir y el primero llamado a ponerse al servicio de la iglesia, ya que también fue el primer diácono. «El testimonio del martirio nos recuerda que el testimonio más fuerte lo damos en el momento en que es la vida misma la que habla: es la forma en que morimos la que habla», señaló fray Patton.
Para los muchos frailes de la Custodia que están enfermos o muy ancianos, la misa en la enfermería y el momento de comunión fraterna frente a un pequeño refrigerio les llevaron un poco de alegría navideña.
Para mantener viva la oración en los Santos Lugares, que es la misión de los franciscanos de Tierra Santa, a las cuatro de la tarde se reunieron en la iglesia greco-ortodoxa delante de Getsemaní, bajo la Puerta de los Leones. En la capilla con suelo de piedra se recuerda el lugar donde fue lapidado San Esteban, en presencia de Saulo de Tarso, futuro San Pablo, antes de su conversión.
En las Vísperas en honor de esta solemnidad, se recordaba la Navidad recién celebrada con el himno inicial, el Adeste Fideles, Después se proclamó el pasaje bíblico del martirio en los Hechos de los Apóstoles, al que siguió la homilía de fray Ayman Bathesh. «Debemos tomar ejemplo de él por su valerosa predicación de la palabra de Dios, por el servicio a los pobres y por el perdón a sus perseguidores», decía fray Ayman. En el punto donde fue lapidado hay en la actualidad flores y velas que recuerdan su sacrificio. En la homilía se insistió mucho sobre la necesidad de perdonar a los que hacen el mal, siguiendo el ejemplo de San Esteban.
Tras la celebración, en el lado opuesto de la calle, en el convento de la basílica de Getsemaní, esperaban el panettone y tazas de chocolate caliente. Porque la alegría fraterna también se comparte de esa manera.
Beatrice Guarrera
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