5 actitudes retro que no te caerían nada mal
Por: Jessica Ponce | Fuente: New Fire
La realidad es que ser joven no está fácil. Siendo bien honestos tú y yo podemos decir que en efecto aquella frase de nuestras mamás y abuelitas es más cierta hoy que nunca, “en mis tiempos, esto no se veía”. No es que yo concuerde con que todo lo nuevo es escandalizante, pero a veces entiendo un poco a las abuelitas cuando yo misma siento un poco de añoranza por los viejos tiempos de mi infancia y temprana juventud.
1.- El ciclo de la conexión perpetua no existía
5.- Había un sentido de necesidad del otro
Por: Jessica Ponce | Fuente: New Fire
La realidad es que ser joven no está fácil. Siendo bien honestos tú y yo podemos decir que en efecto aquella frase de nuestras mamás y abuelitas es más cierta hoy que nunca, “en mis tiempos, esto no se veía”. No es que yo concuerde con que todo lo nuevo es escandalizante, pero a veces entiendo un poco a las abuelitas cuando yo misma siento un poco de añoranza por los viejos tiempos de mi infancia y temprana juventud.
Así que a manera de hipótesis quisiera tocar 5 puntos que me parece pueden ser relevantes para ti, un joven como cualquiera que de vez en cuando se atreve a pisar un sitio como el de New Fire para refrescar un poco su mundo interior. Porque estarás de acuerdo conmigo que antes teníamos más oportunidades para encontrarnos con el mundo y con nosotros mismos, pero debido a los siguientes ajustes en la sociedad, es posible que el modelo de convivencia se haya modificado.
1.- El ciclo de la conexión perpetua no existía
En tiempos de mis padres cuando un niño se aburría en casa, le daban permiso para salir a la calle o lo sacaban al jardín a que jugara con sus vecinos o hermanos. Hoy si estamos fastidiados del trabajo, no queremos prestar atención en clase o nos está enfadando la radio del coche, sacamos algún tipo de pantalla para despejar el aburrimiento. ¿Pero no les ha pasado que luego se aburren de las distracciones que supuestamente combaten el aburrimiento?
Por lo menos a mí me pasa que me salgo de la realidad material porque según yo quiero entretenerme un rato, pero después de 5 minutos de hacer scroll por las redes sociales o jugar con cualquier aplicación de destreza mental, ya quiero cambiar otra vez de actividad y prefiero cerrar mi dispositivo móvil.
Pareciera que no podemos vivir sin algo electrónico en la mano, ya sea porque pasamos horas frente a la computadora del trabajo o porque constantemente revisamos el teléfono, nos la pasamos a la expectativa de una notificación, un aviso o un timbrazo que nos indique que seguimos conectados. Mi percepción es que el exceso de esa conectividad al final acaba aburriéndonos también. Hagan el ejercicio y verán cómo a veces regresamos a donde empezamos y el ciclo se repite una y otra vez. Pasamos del mundo que percibimos materialmente, a las esferas electrónicas portátiles que solo requieren de señal de wi-fi para atraparnos una vez más bajo el deseo de vivir eternamente conectados.
2.- La presión por el éxito no era tan estresante
2.- La presión por el éxito no era tan estresante
Antes sacar un 10 en la mayoría de tus materias era suficiente, mamá y papá te felicitaban y te llevaban a comer un helado. Ahora, los colegios compiten a nivel regional y estatal para ver quién puede publicar primero que es acreedor de tal o cual reconocimiento por la “calidad educativa” que sus alumnos demuestran haber recibido. ¡Y ni hablar de el constante deseo por compartir algo en redes sociales donde se note que eres maduro, tienes solvencia económica y además sales guapísimo en tus fotos!
Mis padres se casaron a los 21 años, sin casa, sin dinero ahorrado en el banco y sin un trabajo fenomenal. Al año tuvieron a mi hermana mayor y luego llegué yo. Una pareja de 23 años con 2 hijas pequeñas y sólo 1 salario; obviamente no tenían en abundancia pero era suficiente para salir adelante. En cambio, las expectativas para el matrimonio de hoy implica que hagas una fiesta de bodas de ensueño, que tengas un piso rentado al centro de la ciudad, que cuentes con ahorros para viajes al extranjero y un buen trabajo donde se asegure el crecimiento laboral sostenido. ¡Si mi esposo y yo nos hubiéramos esperado a tener todo eso, nuestra boda la hubiéramos planeado para 2020!
Es verdad, poco a poco se derrumban los estereotipos que etiquetan a las mujeres solteras después de sus 30s como quedadas; si no me crees lee el artículo titulado “Me dejó el tren”, o bien, ve el video sobre “13 razones para no casarse”. Pero aún así creo que se le cargan unas expectativas sociales carísimas a la idea del matrimonio y pienso que por eso luego muchas personas lo encuentran inalcanzable. ¡Por favor jóvenes! acuérdense que se trata de ensuciarse las manos para construir una vida juntos. De luchar para conseguir lo que se ha soñado, no de buscar pareja que tenga la vida 100% solucionada antes de que nos conozca.
3.- La paciencia se practicaba a diario
Desde la comida, oír tu canción preferida, ver tus fotografías o el poder ver tu película favorita; todo implicaba saber ES-PE-RAR. Tocaba regresar los VHS y darle vuelta al cassette si deseabas volver a ver o escuchar algo. Ibas de viaje y si te tomabas fotografías, a la vuelta había que esperar a que tus padres las llevaran a revelar y luego verlas una por una deseando que por favor tu pose haya salido tal y como lo habías imaginado.
Hoy la comida rápida, los medios como YouTube y FB hacen que ni siquiera tengas que dar clic para volver a ver el video que tanto te ha gustado. Las tiendas en línea y bibliotecas digitales te resuelven la vida, ya sea que necesites encontrar información para una tarea o que te interese descubrir a un artista nuevo. Olvídense de que los niños de ahora sepan que era eso de las enciclopedias, Encarta o esperar escuchando el sonidito de AOL para conectarse a internet usando la línea telefónica de casa.
Veamos un video para comprobar este punto desde la perspectiva infantil:
4.- El silencio no daba tanto miedo
Cuando te mandaban a tu cuarto y no había más que tu cama, unas cuantas muñecas o carritos y un librero… no quedaba de otra que darte un tiempo en silencio. Por mera circunstancia nos tocaba reflexionar, descansar viendo el techo o darnos unos minutos para pensar en lo que habíamos hecho en el día: qué nos había gustado, lo que aprendimos en clase o lo que más nos llamara la atención dentro de los pensamientos que vagaban la cabeza en ese momento.
Para mi por ejemplo, no es tan difícil comprender eso de “meditar” en silencio, porque por suerte me tocó pasar horas en silencio cuando hacíamos viajes en automóvil a la playa con toda mi familia, o simplemente no tenía en mi cuarto 2 ó 3 aparatos con los que distraerme cada vez que entraba a estar a solas. Ya quiero ver que ahora eso de estar en silencio nos salga de natural después de llevar tantos años acostumbrados al uso del internet y la vida con ayuda de tecnología.
5.- Había un sentido de necesidad del otro
Cuando no había respuestas tecnológicas para todo, existía una necesidad de rodearse de personas y autoridades que aportaran a la vida propia. El diálogo cara a cara era el medio para compartir historias. Lo que convencía a los demás era el verte a los ojos y escuchar las palabras que salían de tu boca.
Se necesitaban amigos buenos para tener discusiones interesantes, maestros sabios que te enseñaran sobre lo que en sus años de experiencia habían aprendido. La información provenía de libros, mismos que se escribían por personas que pasaban años reflexionando sobre un tema específico. Ahora un clic o activar al teléfono para dictar nuestra pregunta basta para saciar la necesidad de convivencia con los otros.
No sólo desde el punto de vista de la información nos hemos visto afectados, sino también ante las capacidades de socialización que anteriormente se promovían por la limitación de los medios de comunicación. Ahora no conocemos al vecino, ni sabemos qué problemas tiene, pero somos capaces de colgarnos de su red de internet inalámbrico. No leemos las diapositivas expuestas en clase pero sí podemos leer cientos de Tweets compuestos sólo de 140 caracteres. ¿Apoco no?
EN CONCLUSIÓN
La tecnología que un día creímos que nos facilitaría la vida no solo vino a hacer eso, sino también trajo consigo efectos secundarios. El precio de la globalización informática me parece caro. El mayor problema para mi es que estamos separando al hombre del hombre y creo que ese es el costo más alto que se ha pagado por utilizar medios que aparentemente nos “conectan” al contenido generado a nivel mundial, pero nos alejan de aquellos que día a día participan en nuestra historia de vida.
Pienso que el tiempo dedicado a las cosas en vez de a los otros, nos roba parte de la vida misma. El aburrimiento proviene de nuestra incapacidad por asombrarnos por lo que sucede delante de nosotros. Las impresiones digitales no se comparan a las sensaciones físicas y emocionales que provienen de la convivencia humana.
Mi propuesta puntual -menos pantallas y más cara a cara-. Date la oportunidad de no pasar de largo al vecino, al compañero de trabajo o al amigo que hoy tienes la oportunidad de descubrir si tan solo le dedicas un poco de tu tiempo. No todo tiene que ser agradable, chistoso o espectacular. La vida tiene una gama inmensa de sensaciones que se pueden vivir, atrévete a descubrirlas.
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