Me siento en paz. En solo cuatro palabras se resume mi actual estado anímico en estos días en que de una manera especial, diferente a los últimos años, me presento para vivir y disfrutar de la Semana Santa un año más.
Con esta reflexión y en un solo párrafo podría dar por terminado mi artículo de esta semana pero, una vez más, quiero compartir con vosotros desde este rincón imaginario de la red, desde este cajón desastre, los sentimientos que hacen que mi corazón y mi espíritu sientan este sosiego.
Las últimas semanas y meses, distintos acontecimientos y situaciones han hecho decaer mi estado anímico. Yo, optimista y dicharachero por naturaleza, por momentos, he sido solo un borratajo de la realidad. Los intentos por disimular esto han sido fallidos simulacros de que todo iba bien.
Quien más han sufrido con verme así han sido los que comparten mi vida y más cerca de mi están: Mara y sobre todo mis hijos, porque en su aún corto entender, más Fernando que Rodrigo, no comprendían porqué papá estaba así. Lo más maravilloso es que ellos mismos son los que aun sin comprender muchas cosas ni muchos de los motivos, han tirado de mí y de mi lastre para que no me hundiese aún más y ellos, solo ellos, son suficiente motivo para que hoy pueda decir y repetir: Me siento en paz.
Otra persona que ha tenido un papel muy importante ha sido un hombre cuya coherencia y consecuencia, cuyas palabras y sobre todo actitud ante la vida, se ha convertido en un guantazo en forma de caricia, de palmada y de acompañamiento que me han hecho despertar y reaccionar del letargo en el que me estaba sumiendo. Un ángel de la guarda que me salió al cruce en mi camino.
Mis creencias, mis convicciones no han cambiado; ni falta que hace, porque el espíritu y el fondo no deben cambiar, ya que a fin de cuentas son los que me han llevado al punto en el que me encuentro, rodeado de todos los que arropan, bien por estar a mi lado, bien manteniéndose en la distancia.
Hoy, Lunes Santo, en Valladolid, a casi ochocientos kilómetros de donde me encuentro, a las 20:30 h. comenzará la procesión del Santísimo Rosario del Dolor, y en él procesionará mi hermandad de corazón: La Oración del Huerto. Quién me iba a mí a decir que por los motivos que fueron me iba a marcar tanto ese huerto de Getsemaní; iba a necesitar tantas veces retirarme a la paz del silencio para pedir al Padre que me ayudara a soportar la carga, y aun queriendo renunciar a ella, ser capaz de seguir caminando mientras las fuerzas aguantasen. Hoy, Lunes Santo, a las 20:30, volveré por unos minutos a cerrar los ojos, descalzarme, y cargar con una cruz prestada para hacer mi estación de penitencia aunque esté con cientos de kilómetros por medio.
Cierto es que no puedo caer en el error de Pedro, Santiago y Juan en el Monte Tabor. No puedo quedarme permanente en este estado de paz, porque mi vida continua, lo que es sinónimo de lucha y dificultades por seguir sacando a mi familia adelante y por seguir avanzando en mi camino y en mi madurez social y espiritual. Sé que pasados estos días he de descender y volver al día a día con todo lo que ello supone.
Esta Semana Santa sé que va a ser diferente. Mi corazón me pide que así sea y que la viva intensamente, porque igual de intensos sé que serán los cambios cuando termine esta semana de pasión no el Domingo de Resurrección, sino el Lunes de Pascua, porque este año mi Semana Santa tendrá un día más.
Quiero dar las gracias a Mara, Rodrigo y Fernando por ser y estar. Quiero también dar las gracias a mi particular Ángel de la Guarda y también a quien está permanentemente a su lado; los dos saben quiénes son, seguro. Quiero dar las gracias a Jesús de Nazaret por mostrarme el camino y a Dios, porque siendo Padre, pidiéndome sacrificios, nunca me dejó caer del todo. Quiero dar las gracias sobre todo porque hoy me siento en paz.
Recibid un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda junto al deseo que paséis cada uno de vosotros con vuestras creencias y convicciones una buena Semana Santa.
Juan J. López Cartón.
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