Hemos
iniciado esta semana con la trágica pérdida de vidas humanas en el accidente
aéreo ocurrido en los Alpes, en el cual muchas de las personas fallecidas son
de origen español, junto con alemanes y personas de otras nacionalidades. Este
hecho, como otros muchos que nos ocurren a lo largo del día nos hacen
recapacitar y valorar en profundidad lo que tenemos. Es cierto que la mente
humana en un individuo sano, está siempre proyectada hacia proyectos de futuro
y a vivir con ilusión, aquellas personas desencantadas son las que siempre
están mirando hacia el pasado y pensando que, el pasado siempre fue mejor. Pero
no es eso lo normal, aunque cuando ocurren casos como estos que de un golpe
desaparecen unas 150 personas, cada una con sus historias y daños colaterales
detrás, empiezas a pensar un poco como hacían los romanos “comamos y bebamos
que mañana moriremos”
Si
se tiene un pensamiento transcendental, sabemos que aquí estamos de paso a la
espera de un mundo mejor el día que fallezcamos, yo os voy a decir sin ánimo de
que os rasguéis las vestiduras que yo pienso poco en eso, la verdad sea dicha.
No es que no crea en un más allá, ni piense que no existe la salvación de mi
alma, ni nada por el estilo. Pero yo no vivo aquí específicamente para hacerme
un hueco en el más allá. Vivo para sembrar aquí y la cosecha es algo que espero
que sea fructífera pero no estoy todo el día haciendo méritos en realidad para
ganarme el cielo si no para sentirme una persona plena y acorde con mis
ideales, coherente con mis pensamientos y activa en el entorno que me rodea. A
veces sale bien y a veces sale mal, no todo depende de mí habitualmente.
Y
así cuando pasan cosas como la del accidente de aviación me planteo cuestiones
varias como no entiendo personas que se pasan toda la vida acumulando ¿para
qué? O toda la vida con amargura, pensando en lo que no tienen o en lo que
quieren, o para remate final, fastidiando la vida de todo el que se le cruza en
su camino sin pensar en las consecuencias o daños colaterales. Cuando la vida
tiene su parte irónica en la que en un momento dado, por estar en un sitio
determinado en un tiempo preciso puedes encontrarte con que eres un daño
colateral de las decisiones de alguien al que no conoces y encima en el que has
depositado toda tu confianza, porque qué más confianza se le puede dar a un
miembro del personal sanitario, un piloto, un bombero o a un policía.
Aquí
por lo tanto tienes pocas opciones, te puedes pasar toda el tiempo en tensión
pensando en la levedad de la vida y si encima eres pesimista, amargándotela, o
puedes optar por vivir el día a día con una ligera proyección de futuro, porque
no hay nada más triste que vivir al día y no tener planes de futuro ni
proyectos, con hijos, familia, personales, porque eso también te la destroza.
El ser humano vive con ilusiones y proyectos, los cuales a veces se cumplen y
otras no, pero se disfruta plenamente de lo que tenemos si lo compartimos y lo vamos
desarrollando. Cuantas veces no habremos hecho planes de vacaciones, o de la
compra de una casa, o de una celebración y es donde aumenta la ilusión en el
desarrollar esas ideas y aunque al final no salga hemos madurado durante el
camino.
Por
eso creo que una de las cosas fundamentales que debemos de tratar de entrenarnos
y hacerlo un hábito es alegrarnos de las cosas que tenemos por simples que
sean, aunque es cierto que cuando algo o alguien desaparece, es cuando se dice
que “llega la hora de las alabanzas” sería mucho mejor que reflexionáramos
sobre esa cuestión y buscáramos una forma de agradecer al Creador todas esas
cosas simples que tenemos en el día a día. Y que trabajemos aquí, no para
conseguir méritos y un hueco como diríamos a la izquierda de Dios Padre, sino
más bien por nuestra propia satisfacción personal de las cosas bien hechas, del
trabajo bien realizado, de la acción bien encaminada, porque Dios existe, no
tengo duda, pero si no existiera, o para aquella persona que no es creyente,
¿no sería mejor su vida si facilitara la vida de las personas que le rodean?
No creo esa
teoría de que esto es un valle de lágrimas o esto es un purgatorio en la
tierra, que tantas veces he oído, me niego a creérmelo. Nosotros somos los que
hacemos el purgatorio o el valle de lágrimas, nos lo cavamos con pico y pala y
con mucho interés, unas personas con más interés que otras y no por hacer de
este mundo un lugar de sacrificio y aflicción van a lograr ganarse el cielo.
Los mayores santos eran personas alegres, que luchaban con esperanza, que
proclamaban las maravillas de Dios con alegría, no recuerdo ni un solo santo
que su labor en la tierra la considerara como algo penoso y triste, y en mi
mente no solo pienso en los santos canonizados en nuestra Iglesia, también
pienso en muchas personas a pie de calle, que son santos no reconocidos por una
vida ejemplar y entregada a los demás, y ellos la han disfrutado plenamente
valorando todo lo bueno y malo que nuestro transitar por la tierra tiene.
Hagamos nosotros ese mismo camino.
Shalom Shabbat
Mara Herrera
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