Por mucho que lo pretendamos, no
podemos ser imparciales en nuestra exposición, en nuestra opinión. Nuestra
cultura, nuestras creencias, nuestras tendencias políticas y sociales, de una
manera u otra, se reflejan en la manera de expresarnos y en el contenido final
de lo que exponemos.
Yo no soy menos, y por mis poros
transpira una educación clásica, de los años 70/80, católica, una etapa de
seminarista; base de mi “Yo”. En esa base, en esa educación, entra el respeto
hacia los demás; lo que conlleva además al respeto de los demás hacia nuestra
persona, hacia nuestras ideas y hacia lo que con los años nos hemos convertido:
en personas.
Soy católico; desde hace más de 43
años lo llevo por bandera y mi pendón luce una cruz que refleja mi realidad y
mi fondo. Una bandera, un pendón cual cruzado medieval, que dispone a la
batalla sus armas, frágiles, pero mis propias armas a fin de cuentas.
Quien me trata un tiempo, quien me
conoce con los años, sabe de qué pie cojeo. Sabe que mis ideas no son de un
cristiano-católico al uso; que más que escorarme, camino por el lado izquierdo.
Mis ideas no son de de limitarme a la oración; necesaria, por supuesto, sino de
ser una chinita en el zapato del que creo que actúa inconsecuentemente con el
papel que le ha tocado desempeñar en este mundo. Jesús no se limitaba a orar;
daba de comer al hambriento, curaba al enfermo, recriminaba al fariseo y sobre
todo, y justo antes de terminar su vida terrenal, sirvió a sus semejantes en un
acto de humildad como lavar los pies a sus propios discípulo. JESÚS DE NAZARET
ERA UN REBELDE. Vino al mundo a destruir el Templo y volverlo a levantar en
tres días.
Pecaría de muchas cosas si me
comparase con Jesús de Nazaret, por supuesto, ya que no llego ni a las suelas
de sus sandalias llenas de polvo de andar por los caminos. Lo que sí puedo
presumir es que, para mí, es mi ejemplo a seguir, mi meta en un mundo que por
desgracia se rige por demasiados prejuicios; en los que si eres católico y lo
llevas por bandera eres un fascista y si eres de izquierdas eres un
“perroflauta” anarquista y que vive el libertinaje al límite.
Si me sacase una foto en un
fotomatón para hacerme un “carnet virtual de ADN”, lo que se vería sería a un
cristiano (seguidor de Cristo) convencido, rebelde y crítico con lo que creo
que se podría hacer de otra manera; sería un “rojo” católico. ¿Es posible eso?
Yo creo y afirmo que sí por dos motivos: porque yo soy así y, aunque seguro que
habrá gente que se eche las manos a la cabeza por decir esto, porque creo y
estoy convencido de que Jesús de Nazaret fue el primer comunista; por cómo
vivía, cómo pensaba y cómo actuaba.
Entre los amigos que cuento, de los
que hay de todo, uno de ellos, Manolo de la Puente; quien fuese Vicario General
de la diócesis de Cádiz-Ceuta, un día en una charla en la que participábamos
Mara, mi mujer, él y yo, y en la que conversábamos sobre la Iglesia, la
institución, y los tiempo que corren, yo mostraba mi rebeldía natural, mi
disconformidad con pasos y decisiones que se toman y le decía a mi buen amigo y
en más de una ocasión confesor “Manolo, yo es que no puedo con esto, ver cómo
se predica una cosa desde un presbiterio
y esas mismas personas en la vida no reflejan lo que predican es superior a mí,
me declaro un “católico protestante”, a lo que Manolo, con su sabiduría y su voz
calmada habitual, cosa que me tenía enamorado, me respondía: “Ay Juan, no es
malo el pensar diferente y revelarse con lo que se ve injusto, pero no me seas
católico protestante, sé mejor un católico protestón”. Pues eso, me declaro públicamente como un
católico protestón. Por cierto, si llegas a leer estas líneas, Manolo, te mando
un abrazo muy fuerte de parte de toda esta familia que aunque hace mucho que no
nos vemos, sabes que te queremos un montón.
Llevo desde los 11 años viviendo
entre sacerdotes: años de seminario y posteriormente, porque considero que mi
vocación sigue estando unida inexorablemente a Jesús de Nazaret, trabajando en
todas las parroquias a las que he pertenecido. Mis experiencias, en todos estos
años, serían un gran collage con sorprendentes momentos y vivencias y también,
por supuesto, con grandes nubarrones que no por negativos los descarto y
olvido, sino, como ya escribí en mi anterior post, de los malos momentos y de
las personas que no piensan igual e incluso nos crean una confrontación,
también se aprende y nos ayuda a avanzar en nuestro camino.
Como dije antes, entre mis amigos se
cuentan, como en un cajón de sastre, todo tipo de personas, con todo tipo de
creencias, ideologías, tendencias sexuales y sociales. Todos me respetan con
mis ideas católicas al igual que yo a ellos los acepto tal como son. Esa es la
maravilla de la comunicación y de la convivencia, “mi libertad termina donde
empieza la de mi prójimo”, y si Dios nos hizo libres, como consecuentes que son
Él, y su Hijo, esa libertad se transforma en Amor, con mayúscula, cuando se
trata de un ser creado y amado por el Padre.
Podéis pensar: “¿Qué me importa a mi
quiénes son tus amigos?”, y la respuesta es clara; sin todos esos amigos, yo no
sería yo. Todos ellos han hecho que yo sea hoy día la persona que soy; desde el
Hermano Enrique, pasando por el Padre Aurelio o mis amigos Manoli, Eva, Jesús,
Antolín y todos los que puedo contar en mi mente, han ido haciendo de mí,
construyendo en mí, a la persona tolerante y dialogante, rebelde e
inconformista que soy hoy día. Y sé que si Dios quiere, Él mismo pondrá en mi
camino a muchas otras personas que convirtiéndose en sus manos de alfarero,
sigan modelando mi corazón y mis ideas para aprender a seguir amando a todos
por lo que son, no por quién son.
En este contexto, que puede parecer
una declaración de intenciones, me dirijo desde este medio a todo el que me
quiera leer y escuchar. Sí, digo escuchar porque yo personalmente cuando leo un
texto, en mi cabeza, intento ver a la persona, muchas veces sin cara, cómo me
trasmite lo que escribe, cómo en sus labios las palabras suenan de otra forma,
no solo como simples letras unidas en un texto. Eso me ayuda a intentar
comprender, aun en las posibles diferencias, a la persona que meditó esas
líneas antes de plasmarlas en un papel... o en la pantalla digital.
Estoy seguro que si me lo permitís,
desde este medio me iréis conociendo, porque yo iré compartiendo esas vivencias
y experiencias que me han ido, y continúan, transformando en la persona que
soy.
Sin más me despido una semana más
con un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda.
Juan López Cartón
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