jueves, 13 de noviembre de 2014

PARA MEDITAR.


El hombre no puede vivir sin fe; tiene que creer en algo y en alguien; de otro modo, se ahoga en sí mismo. 
Pero, antes que nada, debe creer en Dios; te ofrezco la sabida oración de la fe: 
"Creo, aunque todo te oculte mi fe. Creo, aunque todos me griten que no. Porque he basado mi fe en un Dios inmutable, en un Dios que no cambia, en un Dios que es amor. 
Creo, aunque todo parezca morir. Creo, aunque ya no quisiera vivir, porque he fundado mi vida en palabras sinceras, en palabras de amigo, en palabra de Dios. 
Creo, aunque me subleve mi ser. Creo, aunque sienta muy solo el dolor. Porque un cristiano, que tiene al Señor por Amigo, no vacila en la duda, se mantiene en la fe. 
Creo, aunque veo a los hombres matar. Creo, aunque veo a los niños llorar. Porque aprendí con certeza que Él sale al encuentro, en las horas más duras, con su amor y su luz. 
Creo, pero aumenta mi fe". 

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