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Patriotismo
Vienen las imágenes en mi ayuda. Cada vez más. La de un padre y un hijo disertando desde la misma tribuna de la misma Aula Magna de la misma Universidad con una diferencia de casi veinte años es una imagen (dos) poderosa de lo que es la Tradición.
Y otra, con banda sonora. Asisto a un almuerzo en Jerez, de amigos, que tiene como eje un homenaje a Francia, para celebrar la vuelta de la anfitriona de un viaje vinícola por aquellas feraces tierras. A los postres, Aquilino Duque, cuyo ardor hispánico está fuera de dudas y es público y notorio, se arranca a cantar la Marsellesa con un entusiasmo auténtico, a pleno pulmón.
Enseguida le secundan otros comensales con buen oído y buen francés. Si yo callaba, era simplemente por no bajar el nivel musical, que estaba bastante bien. El salón de la casa tremolaba como una bandera y alguien sacó de no sé dónde una bandera de Francia y la ondeó un poco.
¿Cuántas veces habré dicho (mil palabras) que el patriotismo te permite amar a los otros países apenas un poquito menos que al propio, mientras que el nacionalismo, justo lo contrario; y he citado a Millôr Fernandes: "Patriotismo es cuando usted ama a su país más que a ningún otro. Nacionalismo es cuando usted odia a todos los países, sobre todo al suyo"? Pues nunca lo vi —lo oí— tan claro como en el almuerzo jerezano del sábado.
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