Palencia, 28 de Octubre de 2014
Queridos niños y niñas:
En primer lugar quiero que sepáis quién soy yo. Me llamo Esteban y soy el obispo, es decir un sucesor de los apóstoles, y estoy aquí, en Palencia, porque el Papa Francisco me ha enviado para hablaros de Jesús y para rezar por vosotros y por vuestras familias.
Os escribo a todos los niños y niñas pequeños de Palencia para deciros que la Iglesia está celebrando que, hace mucho tiempo (500 años), en la ciudad de Ávila, -si miráis el mapa veréis que no está muy lejos de aquí-, nació una niña que, con el tiempo llegó a ser una gran amiga del Señor, y que todos la conocen como Santa Teresa de Jesús.
Cuando se hizo mayor, se hizo monja y entró en el convento de las Madres Carmelitas de su ciudad. Pero pronto vio que ni ella misma ni muchas de las monjas que estaban con ella cumplían todo lo que el Señor nos había dicho en el Evangelio y, sobre todo, que no daban un buen ejemplo a los demás. Por eso dedicó el resto de su vida a fundar conventos de monjas en los que se quisiese mucho a Dios y fuesen todas muy amigas de Jesús.
Durante lo que queda de este año y la mayor parte del año que viene, vamos a hablar mucho de Santa Teresa y vamos a aprender muchas cosas que ella nos enseñó en los libros que nos dejó escritos. Los profesores, quizás, os hablarán de ella, por lo que yo sólo quiero deciros una cosa muy importante. Escuchadla bien.
A Santa Teresa de Jesús le gustaba mucho hablar con Jesús, que, como sabéis, está en los sagrarios de todas las Iglesias. Cuando las demás monjas le preguntaron qué era eso de rezar para ella, les respondió con unas palabras un poco complicadas. Dijo que rezar era “tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama”. ¿Lo habéis entendido? Si no, yo trataré de explicároslo.
Para Santa Teresa, rezar era pasar un rato cada día hablando a nuestro Señor Jesucristo, que es Dios y por eso nos oye dondequiera que estemos, hablándole de nuestras cosas y diciéndole que le queremos mucho. Y hablamos con él porque sabemos que está en el cielo y que nos quiere tanto que murió por nosotros y que resucitó para que un día estemos todos juntos con él para siempre.
Por eso yo, para terminar, os voy a pedir una cosa: que cada noche, antes de acostaros, digáis las oraciones que los papás, los profesores o los sacerdotes os han enseñado, según la edad que tengáis: “Jesusito de mi vida…”; o bien el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria; o bien la oración que yo os voy a enseñar a los más mayores. Podéis apuntárosla en un papel y leerla antes de dormiros. Decir despacio: “Escucha, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser. Y amarás al prójimo como a ti mismo. Haz esto y vivirás”. ¿Lo vais a hacer? Estoy seguro que sí.
Me gustaría encontraros a todos vosotros para felicitaros la Navidad y daros un pequeño regalo. ¿Qué os parece si nos juntamos en el Obispado de Palencia el sábado 20 de Diciembre, a las 11 de la mañana? Podéis venir con vuestros papás. Rezaríamos un poquito, os daría el regalo y luego nos iríamos por las calles de la ciudad felicitando a la gente y poniéndoles una estrellita en el vestido, para que se pongan alegres por las fiestas del nacimiento de Jesús.
Decid a vuestro profesor o profesora cuántos vais a venir de la clase, para poder comprar “chuches” y regalos para todos.
Os envío un beso muy fuerte para todos y todas. Vuestro amigo,
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