No sé que me pasa pero todos los días 24 de diciembre son iguales para mí.
Cambian las circunstancias, los tiempos, incluso las personas, pero tengo los mismos sentimientos encontrados que cabalgan entre la nostalgia, el recuerdo, la alegría y la esperanza.
Nostalgia de tiempos que han pasado y no volverán, nostalgia de una casa grande con mis hermanos, la figura solitaria de mi madre, que enviudó muy joven, de una tía que vivía con nosotros y de una tía, que llamamos Tata, que vivía para nosotros. Eran tiempo de niñez y fueron buenos tiempos que no volverán porque unos se marcharon a la Casa del Padre y los otros hemos hechos nuestras vidas, en muchos casos, desde la lejanía.
Recuerdos de los que ya no están porque se marcharon a la Vida y otros que se por imperativos de circunstancias y de la enfermedad no podrán estar. A esos se les tiene más presentes que nunca en estos momentos de familiar convivencia.
Alegría porque esta noche y mañana nos reuniremos, los que estemos alrededor, de la mesa en perfecta comunión y brindaremos, un año más, porque el Niño Dios ha vuelto a nacer en nuestros corazones, alegría porque volveremos a celebrar este Bendito Nacimiento junto a nuestros hermanos en la fe por medio de la Eucaristía que puede ser en la Misa del Gallo o mañana en el día de Navidad.
Y esperanza, que nunca debe faltar en nuestros corazones muchas veces agrietado y dolorido de tantos sufrimientos, tantas ingratitudes, tanto pesares aunque latiendo con mayor fuerza porque el que tenía que venir a llegado: El Niño Jesús nos ha nacido convirtiéndose en el Mesías y Señor de nuestras Vidas.
Por este lugar del mundo las nubes presagian lluvias, mal tiempo, que van hacer de los hogares fortines de amor en torno al Jesús hecho Niño. Rezo para que a ninguna familia le falte lo indispensable para celebrar con júbilo tan magno acontecimiento y decirles a los que están pasándolo tan mal que no desfallezcan en la esperanza pues Dios y la Santa Madre Iglesia están de su parte y que el mundo está cada vez más sensibilizado a la fragilidad de estos hermanos nuestros que lo carecen de todo porque ya casi no tienen de nada aunque tiene a Jesús.
Hoy, en lo particular ha sido un gran día, hemos tenido la visita inesperada de un hermano de Conchi que viene a pasar la Nochebuena y Navidad con nosotros. He recibido la llamada de un buen y querido amigo y hermano en la fe, con el cual comparto mucho, y que me ha dado mucha alegría el hablar con él, he recibido varios correos de entrañables hermanos del alma que están alejados en la distancia aunque no en el corazón, he ido a visitar a mi madre que nos ha vuelto a recibir con los brazos y el corazón abierto, hemos quedado con mi hermana Lala y nos hemos vuelto a encaminar para casa donde, al mirar el cielo tan nublado, ha surgido este post que sale del alma cargado de nostalgia, recuerdo, alegría y esperanza el cual quiero compartir con mis buenos y queridos amigos entrañables y hermanos del alma en la fe de un Dios que se hizo Hombre y nació, dentro de tan solo unas horas, como un sencillo y humilde Niño.
¡Feliz Nochebuena!
Jesús Rodríguez Arias
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