lunes, 30 de diciembre de 2013

LA FUERZA DEL PENSAMIENTO; POR JOSÉ MIGUEL CALLE.

La fuerza física se erigió desde tiempo inmemorial en la única moneda de cambio válida, entre los diferentes pueblos que se enfrentaron con el objetivo de ocupar el primer plano de la escala social, económica o política. Y la satisfacción que su consecución produce, ha alentado a los pueblos a incrementar sus deseos de poder sin medida ni límites. Sin embargo, con el paso del tiempo, todos estos logros quedan en simples trofeos que se oxidan y se difuminan en las sombras del olvido.

En contraposición, nos encontramos a la fuerza del pensamiento, una mole emocional que vivifica cada uno de los brotes de la vida interior, que restaura cualquier frente que suponga una herida moral, y que ocasiona el motivo imprescindible para entablar el grado de complicidad que exige el amor por la vida.

Pero esta fuerza excepcional tiene que fundamentarse en una base prodigiosa, una base que contenga elementos sobrenaturales y dependientes de un dogma, al que sólo puede dar forma la fe. Porque la fe que otorga Dios, no tiene límites ni espacio, y solidifica ese pedestal inconmensurable que sólo desde la divinidad tiene explicación. 

De tal manera, la fuerza del pensamiento se moviliza gracias a la fe que Dios le facilita, y nada ni nadie podrá detenerla, puesto que solo Dios tiene conocimiento de su origen, y únicamente Él sabe de la energía que la sustenta.

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