Misioneros franciscanos al servicio
de la Tierra Santa
de la Tierra Santa
Viernes 27 de diciembre. La jornada de los frailes de la Custodia, residentes en el convento de San Salvador, ha estado jalonada por las visitas a las distintas Iglesias de Jerusalén.
Por la mañana, los griegos ortodoxos y los armenios apostólicos; luego, a primera hora de la tarde, los coptos y los siríacos. Así, los representantes de las Iglesias orientales han ido pasando por el salón del convento de los frailes para presentar, con ocasión de las fiestas de Navidad, sus felicitaciones a sus hermanos latinos.
A las felicitaciones espirituales que celebran la humildad del Verbo (Logos) encarnado, con la luz y la esperanza que nos trae, se une la preocupación, compartida por todos, por la suerte de los cristianos de la región, sobre todo los de Siria y Egipto.
Dirigir la mirada al Príncipe de la paz nacido en Belén, con las esperanzas que nacen de tal evento, no impide escuchar el grito de los que sufren.
Todas las Iglesias pueden evocar con tristeza a sus fieles cristianos raptados, humillados, atacados, asesinados, o que viven con terror, como en estas aldeas de Siria, donde se han establecido estos emiratos fundamentalistas que prohíben todo signo religioso, como las cruces en las puertas de los conventos encima de los campanarios, condenados también al silencio porque los cristianos no tienen ya derecho de hacer sonar las campanas, invitando a la oración.
Todos han estado de acuerdo en que, también en los países que no son en este momento objetivo de los medios de comunicación, conviene estar vigilantes y seguir trabajando por mantener la presencia cristiana, Israel y Palestina incluidos, donde la custodia de los santos lugares, la acogida a los peregrinos de todo el mundo, el testimonio a la población local en su diversidad, no podrá llevarse a cabo sin atender a la antiquísima comunidad cristiana.
Igual que Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, se presentó inerme, así los cristianos de Oriente Medio se presentan sin fuerza, pero lo que tienen, afirma el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, nadie podrá quitárselo: el amor a Cristo.
En la tradicional visita al exarca patriarcal greco católico, Mons. Jules Joseph Zerey, en presencia de los sacerdotes de su diócesis de Jerusalén, y después en la visita que el patriarca latino, S.B. Mons. Fuad Twal realizó a los frailes, los argumentos de diálogo no cambiaron de tono.
Sin Mons. Zerey describió brevemente la historia de su Iglesia y recomendó afectuosamente a los frailes decir «Te amor, Espíritu Santo», el patriarca, sin embargo, aprovechó la visita, como todos los años, para visitar también a los frailes de la enfermería.
La visita del nuncio y delegado apostólico, Mons. Lazzarotto, supuso el punto álgido de esta serie de visitas. ¡Que los buenos deseos de todos lleguen a realizarse!
Mons. Lazarotto compartió con los frailes una peculiar característica del papa Francisco, según la cual termina todas sus cartas con estas palabras: «Por favor, rezar por mí». Así, también nosotros pedimos a todos nuestros lectores: «Por favor, rezad por los cristianos de Oriente Medio».
Por la mañana, los griegos ortodoxos y los armenios apostólicos; luego, a primera hora de la tarde, los coptos y los siríacos. Así, los representantes de las Iglesias orientales han ido pasando por el salón del convento de los frailes para presentar, con ocasión de las fiestas de Navidad, sus felicitaciones a sus hermanos latinos.
A las felicitaciones espirituales que celebran la humildad del Verbo (Logos) encarnado, con la luz y la esperanza que nos trae, se une la preocupación, compartida por todos, por la suerte de los cristianos de la región, sobre todo los de Siria y Egipto.
Dirigir la mirada al Príncipe de la paz nacido en Belén, con las esperanzas que nacen de tal evento, no impide escuchar el grito de los que sufren.
Todas las Iglesias pueden evocar con tristeza a sus fieles cristianos raptados, humillados, atacados, asesinados, o que viven con terror, como en estas aldeas de Siria, donde se han establecido estos emiratos fundamentalistas que prohíben todo signo religioso, como las cruces en las puertas de los conventos encima de los campanarios, condenados también al silencio porque los cristianos no tienen ya derecho de hacer sonar las campanas, invitando a la oración.
Todos han estado de acuerdo en que, también en los países que no son en este momento objetivo de los medios de comunicación, conviene estar vigilantes y seguir trabajando por mantener la presencia cristiana, Israel y Palestina incluidos, donde la custodia de los santos lugares, la acogida a los peregrinos de todo el mundo, el testimonio a la población local en su diversidad, no podrá llevarse a cabo sin atender a la antiquísima comunidad cristiana.
Igual que Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, se presentó inerme, así los cristianos de Oriente Medio se presentan sin fuerza, pero lo que tienen, afirma el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, nadie podrá quitárselo: el amor a Cristo.
En la tradicional visita al exarca patriarcal greco católico, Mons. Jules Joseph Zerey, en presencia de los sacerdotes de su diócesis de Jerusalén, y después en la visita que el patriarca latino, S.B. Mons. Fuad Twal realizó a los frailes, los argumentos de diálogo no cambiaron de tono.
Sin Mons. Zerey describió brevemente la historia de su Iglesia y recomendó afectuosamente a los frailes decir «Te amor, Espíritu Santo», el patriarca, sin embargo, aprovechó la visita, como todos los años, para visitar también a los frailes de la enfermería.
La visita del nuncio y delegado apostólico, Mons. Lazzarotto, supuso el punto álgido de esta serie de visitas. ¡Que los buenos deseos de todos lleguen a realizarse!
Mons. Lazarotto compartió con los frailes una peculiar característica del papa Francisco, según la cual termina todas sus cartas con estas palabras: «Por favor, rezar por mí». Así, también nosotros pedimos a todos nuestros lectores: «Por favor, rezad por los cristianos de Oriente Medio».
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