martes, 19 de febrero de 2013

...Y CUANDO MENOS TE LO ESPERAS.

... Y cuando menos te lo puedes esperar aparece Dios y te da un cálido abrazo.

Hoy cuando me estaba levantando a eso de las seis de la mañana decía para mis adentros: "Tengo ante mí un día muy largo, con muchas cosas que hacer y solo Tú, Señor, puedes ayudarme".

Un café calentito y dos galletas para amortiguar las seis pastillas que ya habitaban mi estómago a esas tempranas horas, salir de casa rezando, como siempre, hasta llegar al tren que aguardaba la hora de la salida. Como todas las mañanas estoy cerca de una hora rezando al Señor por las intenciones que tengo encomendadas, dándole las gracias y pidiéndole fuerzas para continuar el camino, que muchas veces se hace tortuoso y muy cansino, y cuando le doy las gracias siempre lo hago por haberme dado la fe, por el regalo de un día nuevo, por mi mujer, mi madre, familia, amigos, trabajo así como por la salud y la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas, en la riqueza y en la pobreza así como cuando soy humillado o enaltecido. Todo se lo ofrezco, por todo le doy las gracias.

Ha sido un día de trabajo intenso que no ha acabado a las tres y cinco de la tarde, sino que he almorzado en mi mesa y he continuado con un encargo que tenía que realizar. He salido a eso de las cuatro y veinte de la tarde para encaminarme a otra reunión, esta vez de carácter apostólico, de mi vocación de servicio a Dios y a la Santa Madre Iglesia.

Después de dos horas de intenso debate, de acordar y decidir ha concluido el día.

Cuando me encaminaba para coger el tren sería por el atroz cansancio que tenía en ese momento, llevaba un sabor agridulce, una sensación de tristeza, sin tener motivo alguno para ello pues todo había salido bien desde que me levanté. Meditaba si estaría haciendo lo correcto, si el camino emprendido valía la pena, en esa serie de divagaciones llegué hasta la estación de tren situada en la Glorieta de mi querida Isla de León, ahora llamada "San Fernando Centro". Pude comprobar con mis propios ojos que tendría que esperar hasta las siete y media, cerca de tres cuartos de hora, para coger el próximo así que entré y me senté en uno de sus bancos, hablé con Hetepheres de como había pasado el día y las sensaciones que tenía en ese momento así como el cansancio que brotaba de mi hasta hacer que todo pareciera una heroicidad. Cuando terminé de hablar con mi mujer, me puse con el móvil a ver la agenda de los próximos días porque no podía ni leer.

Lo sé por experiencia propia que cuando el agotamiento atenaza cada músculo de tu cuerpo, todo parece más complicado, menos esperanzador, más decepcionante y estando en esa negritud de ánimo ocurrió lo que se ha convertido en lo mejor que me ha pasado en todo el día.

Una chica, no podría determinar su edad porque soy bastante malo para eso, se sentó a mi lado y entabló conversación conmigo, me preguntó si era de San Fernando y le contesté que sí aunque vivía desde hace cinco años y medio en Jerez, desde que me casé. Ella me dijo que también estaba casada y que su pareja estaba en la cárcel. Empezó a contarme trazos de su vida, de su dura vida, donde la droga ha estado muy presente y que la ha llevado hasta la cárcel por cometer varios delitos aunque ninguno contra ancianas y niños, porque según me dijo para ella eran sagrados, que ya hacía varios años que se había salido de ese mal tan grande que destroza tantas vidas y me confesó que creía mucho en Dios y en Su Madre de la Inmaculada, que sin su ayuda y sin la fe nunca hubiera conseguido reponerse y volver de nuevo a la vida. Me comentó algunos duros momentos que ha tenido que vivir desde pequeña y que ahora vive feliz al lado de sus padres.

Mi labor era de atenta escucha ante lo que me iba relatando, dando algunos consejos y haciéndole ver que su mejor y mayor tesoro era Cristo porque Él vino, primordialmente, para salvar a los perseguidos, a los necesitados, a los que se encuentran perdidos, a los pecadores y que siempre confiara en Dios y Su Bendita Madre porque nunca les abandonarían.

Fue tanta la pasión de su fe en Jesús que me regaló una estampa de una imagen de Jesús Nazareno que custodiaba como oro en paño y me dijo que siempre la llevara porque era muy milagroso. No hace falta decir que, desde ese momento, la guardo en mi cartera como uno de los mejores regalos que me han podido hacer.

Se bajó en la estación que le correspondía y yo me quedé dándole gracias a Dios porque de un solo golpe había quitado de mi ánimo y de mi alma todo lo negro, toda sensación de hartazgo, todo desánimo que podría tener y había puesto en mi camino a una persona que gracias a Él había salido del túnel donde estaba metida y que para Dios no hay nada imposible.

¡Es tan fácil ver a Dios en los ojos de las personas que pasándolo tan mal son capaces de salir del pozo en el que están metidas con solo sentir Su Abrazo, Su Cercanía!

... Y cuando menos me lo podía esperar apareció Dios por medio de la vida de esta chica para manifestar en mi corazón y en mi ánimo que no hay esfuerzo suficiente para entregarse a la Misión que nos tiene encomendada, que para Él no existe la tristeza ni el cansancio sino una verdadera vocación de servicio a los demás, que es la forma que el Padre quiere que le sirvamos porque no olvidemos que servir a los demás es servir a Dios Padre Misericordioso.

Jesús Rodríguez Arias

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