Dios ha bendecido a la Iglesia en la historia reciente con gran número de Papas santos, el último de ellos, Benedicto XVI, escribe el obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández:
Noticia digital (27-II-2013)
Los Papas que ha tenido la Iglesia en el último siglo, casi todos están canonizados o en camino de serlo. San Pio X, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II. Nunca ha tenido la Iglesia una lista de Papas de este calibre, a cual mejor. Y en esta lista se inserta Benedicto XVI.
Benedicto XVI, que dentro de pocos días dejará de ser Papa, y en esa misma lista se inserta el nuevo Papa, que Dios ya conoce y nosotros conoceremos en los próximos días. Y es porque la Iglesia en este momento concreto de la historia tiene un papel transcendental ante el mundo tan cambiante que estamos viviendo.
En todos estos Papa se cumple la llamada a la santidad que el Concilio Vaticano II ha mostrado para todos: «Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (LG 11). La santidad no son solamente cualidades personales ni es principalmente esfuerzo humano. La santidad ante todo es gracia. Y por tanto, Dios ha estado grande con nosotros, dándonos esta fila de Papas que llenan las mejores páginas de la historia de la humanidad con su santidad de vida. Sin duda, este conjunto de Papas han iluminado como nadie la situación del último siglo y han afrontado con el vigor siempre renovado del Evangelio los graves problemas de la humanidad de nuestro tiempo.
Es momento, por tanto, de pensar en lo que significa el primado del apóstol Pedro para el conjunto de la Iglesia y para toda la humanidad. Es momento de agradecer a Cristo el Señor que asista a su Iglesia de esta manera tan excepcional. «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16,18). Jesucristo fundó su Iglesia sobre el cimiento de los apóstoles y a uno de ellos -Pedro- le puso al frente de aquella comunidad naciente. Fue Jesucristo en persona el que llamó uno por uno, por su nombre, a cada uno de los apóstoles y después de una noche de oración (Lc 6,12s), los constituyó apóstoles, es decir, columnas de su Iglesia. Ellos a su vez constituyeron comunidades por distintos lugares, manteniendo siempre la comunión con Pedro.
La fundación de la Iglesia está en la mente del mismo Jesús de Nazaret, y por eso «llamó a los que quiso y se fueron con él, e instituyó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar y que tuvieran autoridad para expulsar demonios» (Mc. 3,13-15). De entre estos doce, eligió a Pedro para ponerle al frente de todos. Por eso, el sucesor de Pedro está al frente de toda la Iglesia. Pedro fue obispo de Roma, allí encontró el martirio. Y por eso, el obispo de Roma es sucesor del apóstol Pedro y está puesto por Jesucristo al frente de toda su Iglesia. No se trata de que Pedro, después de la muerte de Cristo, se hiciera el mandón del grupo por su cuenta. Fue Jesucristo mismo el que le puso al frente de su Iglesia y le dio las llaves de Reino de los cielos. Fue Jesús el que le examinó en el amor y le confió la hermosa tarea de apacentar a sus ovejas, las que Cristo había rescatado con su sangre preciosa.
Al tiempo que damos gracias a Dios por el pontificado de Benedicto XVI, le pedimos que nos dé un nuevo pastor según su corazón, que nos apaciente a todos con el amor de Cristo. La Iglesia tiene hoy una preciosa tarea, «ser como sacramento de la unión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí» (LG 1), la Iglesia tiene futuro. La comunión en la fe y en la disciplina con el sucesor de Pedro es signo y garantía de estar en la comunidad que ha fundado Jesús, a la que han pertenecido tantos santos y santas de Dios. El amor al Vicario de Cristo es una nota distintiva de todo católico, que se traduce en acogida humilde y gozosa de su magisterio, de su disciplina, de sus indicaciones. Las circunstancias que estamos viviendo son propicias para preguntarnos si de verdad amamos al Papa, si le hacemos caso en lo que nos enseña, si le obedecemos en lo que nos manda. Apartarse de la comunión con el sucesor de Pedro, sería apartarse de la verdadera Iglesia del Señor.
La oración de estos días nos sitúa en un clima de fe, por el que podemos entender qué significa la sucesión apostólica, y sólo en clima de fe estaremos preparados para vivir en comunión con el Sucesor de Pedro, el Papa que Dios quiere dar a su Iglesia hoy.
+ Demetrio Fernández
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