Desdecirse, cuanto te falta la
razón es prueba de sabiduría, hacerlo cuando la llevas es necedad.
En la vida hay determinados
envites que hay que asumir si o si y tienes que actuar con la máxima coherencia
posible según tu forma de ser, pensar, creer... No es cuestión de parecer más
bueno o más malo que nadie sino afrontar el día a día con criterios sólidos que
hagan que nuestras conciencias estén tranquilas por llevar a la prácitca las tres máximas que toda persona de fiar
tiene que tener: Hacer lo mismo que se piensa y se dice.
Siempre son muchos los que
piensan una cosa, dicen otra y actúan de una tercera manera muy dispar con el
correspondiente “cacao” mental que eso produce al interesado como a los demás.
Son personas que no son de fiar. Otros en cambio piensan y dicen una cosa pero
a la hora de actuar son totalmente opuestos. Son los que se caracterizan por
hablar mucho y hacer bien poco y está los que se encuentran en la tercera
categoría: Los que piensan, dicen y hacen con el mismo criterio, sea cual sea
la decisión, la veamos acertada o no, la actuación de este tipo de persona es
totalmente fiable, aunque no la entendamos, porque lo que impera en su existir
es coherencia de vida.
Este último grupo es reducido
porque se oponen a lo que la mayoría quisiera hacer, pero no tiene valor para
hacerlo. Esa mayoría vociferante y cobarde que prefiere agachar la cabeza, ser
humillado y no por humildad sino por cobardía. Por favor, no confundamos
humildad con cobardía.
Los que piensan, dicen y hacen
como un único criterio son desgarradoramente criticados, insultados, zaheridos,
maltratados verbalmente, injuriados y calumniados hasta la saciedad. Muchos le
vuelven la cara y le dan la espalda, muchos de esos son unos cobardes que
insultan que tienen las mentes, las manos y los corazones sucios por
podredumbres propias, que prefieren crucificar al justo y enaltecer al cobarde,
al conspirador, al abyecto.
El camino que se abre para los
justos, para los coherentes no es para nada fácil porque se acerca un tiempo, indeterminado, de deambular por un desierto árido y lleno de
soledad donde no hay muchas caras amigas, donde lo corriente es que rehuyan la
mirada, el saludo o lo que es peor a la persona. Un tiempo donde todo se mueve
a tus pies, cual terremoto, y solo deja en pie lo que es esencial e importante,
lo que de verdad vale pena luchar por ello.
Con el tiempo, con el transitar
por ese camino seco y lleno de soledades te vas haciendo más fuerte aunque no
quieres saber nada con ciertas actitudes incomprensibles porque, con los ojos
abiertos por el sufrimiento infringido, sientes las maldades, falsedades y
traiciones de lejos. Te conviertes poco a poco en un “Juan Salvador Gaviota”,
en un alma que busca la pureza y la luz allá donde estés y que solo la fe, tus
ansias de Dios, hacen que sigas creyendo, más que antes, en el género humano
porque aunque con imperfecciones todos los hombres y mujeres han sido creados a
imagen y semejanza del Redentor.
No comprendes, no puedes hacerlo
por más que quieras, aquellos que apostaron por actuar con coherencia alguna
vez en su vida y que al ser tratados como un “apestado”, bajan la cabeza y
actúan haciendo realidad ese famoso dicho: “Donde dije digo, digo...”
Es más fácil ir caminando por
aguas mansas aunque las mismas signifiquen conculcar todos tus principios,
valores, tu código de honor que hacerlo contracorriente, enfrentándote a
descomunales olas que rompen sobre tí por llevar tu forma de pensar, de creer,
de vivir a la realidad del día a día.
Hace más de dos mil años crucificaron
a un Justo por hacer lo mismo que pensaba y decía, no soportaron que la Verdad
se hiciera hueco ante la ignominiosa mentira. Mataron a Jesús por ser Hijo de
Dios, por anunciar una Evangelio que nos lleva al Reino de Dios donde el Amor
tiene un sitio de privilegio.
Ese Amor es el que no está
faltando porque, no olvidemos, que en el amor redunda todo y sin el mismo no
conseguiremos nunca nada.
Prefiero ser de esos que caminan
por ese desierto árido y lleno de soledades por ser coherente con mi fe, con
mis principios, con mi forma de pensar que ir por ese lago manso y tranquilo
donde nada se mueve, nada se estremece, nada se inmuta, ni la propia
conciencia.
Jesús Rodríguez Arias
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