Sección - Marinero en tierra
Narrar
el don de la vida
Hoy se clausura en Valencia un Congreso internacional para
valorar la aportación de Paul Ricoeur a la Bioética. La atención a problemas
urgentes hace que nos olvidemos de lo importante, que se ha hecho presente en
este acontecimiento donde hemos mantenido vivo el horizonte ético, político y
cultural de uno de los pensadores europeos más importantes de las últimas
décadas.
Para quienes no lo conozcan o no hayan tenido ocasión de
leer alguno de sus trabajos, este pensador francés estuvo prisionero durante la
segunda Guerra Mundial, entabló debates con todas las corrientes de pensamiento
de su época y en el año 2005 cuando murió, uno de sus amigos dijo de él que era
“el hombre de todos los diálogos”. También se dijo que era el más católico de
los pensadores protestantes de la segunda mitad del siglo XX, tiempo en el que
tomó en serio todas las aportaciones de las investigaciones científicas que
planteaban cuestiones relevantes para pensar con radicalidad la fragilidad de
la dignidad.
Además de colaborar con Amnistía Internacional o los
colegios profesionales que lo requerían, configuró decisivamente la filosofía
del personalismo comunitario de Mounier que hizo posible el Concilio Vaticano
II. Tampoco pueden entenderse acontecimientos como la caída del muro de Berlín
en 1989 sin las inquietudes
fenomenológicas de un grupo de hombres de la cultura, el pensamiento y
la acción que al otro lado del muro se jugaron la vida porque querían vivir en
la verdad. Vaclav Havel y otros líderes de la Europa del Este han reconocido la
importancia de esta forma de pensar que es, a la vez, un testimonio y una
praxis para promover la justicia social.
Estos días que conmemoramos el centenario de su nacimiento retenemos
dos ideas básicas. En primer lugar, que los espacios públicos donde ejercemos
la reflexión se nutren con firmes convicciones morales de las que se da
testimonio personal y con una inagotable capacidad de crítica para perfeccionar
la vida institucional. En segundo lugar, al recordar sus aportaciones a la construcción
de la bioética, nadie cuestiona hoy sus análisis sobre la vulnerabilidad, la
estima de sí, la autonomía, la deliberación en el ejercicio de las profesiones
sanitarias o la urgencia de humanizar las tecnificadas prácticas hospitalarias.
Con él hemos recordado que la promesa, el símbolo, la narración y la cultura cumplen
una misión: narrar el don la vida.
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 22 de Febrero de 2013, en LAS PROVINCIAS.
GRUPO VOCENTO
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