El Papa ha recordado que es Dios quien guía la Historia y la Iglesia
«A pesar de todas las fragilidades humanas que pertenecen a su fisonomía histórica, la Iglesia se manifiesta como una maravillosa creación de amor, hecha para que Cristo esté cerca de todos los hombres y mujeres que quieran de verdad encontrarse con Él, hasta el final de los tiempos. Y en la Iglesia el Señor permanece con nosotros, siempre contemporáneo». Estas palabras de Benedicto XVI, en 2006, recalcan una idea recurrente en su magisterio, que ahora, tras su renuncia, cobra un nuevo significado: es Dios quien controla la Historia y guía a la Iglesia; y estar atento a su Palabra, da el valor para renunciar a las propias expectativas y aceptar, incluso, el sacrificio personal y el martirio
El Papa, el pasado 8 de febrero, con los seminaristas de Roma
Cuando Benedicto XVI se reunió, el pasado 8 de febrero, con los seminaristas de Roma, era consciente de que sus palabras podrían ser interpretadas, pocos días después, como una suerte de herencia para la Iglesia del mañana. Por eso, no parece casual que, durante su discurso, el Papa recordase que, en el siglo XXI, la Iglesia tendrá que vivir hasta el final el componente martirial de la fe: «San Pedro sabía que su fin era el martirio, sabía que su fin era la cruz. De ese modo, sería completo el seguimiento de Cristo. (...) Al ir a Roma, Pedro, una vez más, acepta la Palabra del Señor: va hacia la Cruz, y nos pide que aceptemos nosotros el aspecto martirial del cristianismo, que puede tomar formas muy diferentes. La cruz puede tomar formas diversas, pero no se puede ser cristiano sin seguir al Crucificado, sin aceptar el martirio». Ahora bien, aunque el futuro inmediato de los católicos pueda aparecer ligado al martirio, a la confusión o la desesperanza, el Santo Padre lanzó un mensaje que cobra una singular importancia en este momento, en el que un Papa presenta su renuncia: «La Iglesia siempre se renueva, renace siempre. ¡El futuro es nuestro! (...) Hay un falso pesimismo que dice: El tiempo de la cristiandad ha terminado. ¡No! ¡Se inicia de nuevo! (...) Aunque aquí y allí la Iglesia muere por los pecados de los hombres, y a causa de su incredulidad, al mismo tiempo, nace de nuevo. El futuro es de Dios: ésta es la gran certeza de la vida».
Estas palabras no son una excepción en su magisterio. A lo largo de estos años, el Papa se ha esforzado por recordar en numerosas ocasiones que, «la vida de la Iglesia es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro», como explicó en una catequesis de 2006. Una idea que, 30 años antes, lanzaba el entonces cardenal Ratzinger, desde su libro entrevista Informe sobre la fe: «Hoy, más que nunca, el Señor nos ha hecho ser conscientemente responsables de que sólo Él puede salvar a su Iglesia. Ésta es de Cristo, y a Él le corresponde proveer. A nosotros se nos pide que trabajemos con todas nuestras fuerzas, sin dar lugar a la angustia, con la serenidad del que sabe que no es más que un siervo inútil, por mucho que haya cumplido hasta el final con su deber. En esta llamada a nuestra poquedad veo una de las gracias de este período difícil».
Porque, a Dios, «la Historia no se le va de las manos», como escribió en la segunda parte de Jesús de Nazaret. La clave para leer la acción de Dios hoy, pasa por estar junto a Cristo: «Es la ley exigente del seguimiento: hay que saber renunciar, si es necesario, al mundo entero para salvar los verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (...) Debemos seguir a Jesús y no ponernos por delante. Es Él quien nos muestra el camino. Pedro nos dice: Piensas que tienes la receta y que debes transformar el cristianismo, pero es el Señor quien conoce el camino. Es el Señor quien me dice a mí, quien te dice a ti: Sígueme. Y debemos tener la valentía y la humildad de seguir a Jesús, porque Él es el camino, la verdad y la vida».
José Antonio Méndez
No hay comentarios:
Publicar un comentario