2013-02-20 Radio Vaticana
(RV).- La huella de Dios brilla en el ser humano y el Señor acompaña cada instante de la vida humana. «El río del tiempo. El Dios de la historia» y el Dios «verdaderamente necesario. El Mesías de Dios», fueron las meditaciones ofrecidas a Benedicto XVI y sus colaboradores de la Curia Romana, en los ejercicios espirituales de Cuaresma, este martes por la mañana, mientras que, por la tarde, el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Gianfranco Ravasi se centró en el tema «También mi embrión han visto tus ojos. Dios y el hombre», para luego concluir con la celebración de las Vísperas, la Adoración y la Bendición Eucarística.
Buscar a Dios en lo cotidiano, no en la naturaleza, sino en la historia de la humanidad, en la que irrumpe Jesucristo, irradiación de lo eterno. En el cristianismo Dios se descubre en el hombre, que es también Dios y se le percibe en el prójimo y en la sencillez de lo cotidiano:
«Por ello, la criatura humana debe ser para nosotros objeto de atención constante, de pasión y de amor. Pero nosotros los cristianos añadimos también el hecho de que el mismo Hijo de Dios ha recorrido el itinerario de la concepción, de la gestación, del nacimiento, del crecimiento y de la muerte».
Tras señalar las teofanías de la Palabra, de la Creación y de la Liturgia, el Cardenal Ravasi evocó el Génesis: «Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer», para luego poner de relieve que cuando el hombre y la mujer se aman y generan, prosiguen la Creación y son imagen del Creador. Ya en el comienzo absoluto de la criatura humana, en el embrión, que está en el vientre de la madre, está puesta la mirada de Dios:
«Dios ya ve a esta criatura mínima, toda su historia, toda la secuencia de sus días futuros. Ya ve los esplendores y miserias de esta criatura. Por ello – diría yo – la criatura humana está, desde este comienzo absoluto, bajo la mirada de Dios, que se extiende a lo largo de todo el itinerario de su existencia».
El hombre está llamado a representar a su Soberano Supremo:
«Por lo tanto el hombre es así porque tiene un mandato divino que debe custodiar, porque tiene un encargo divino, tiene una alianza con Dios. Y ésta es la tarea que tiene en la tierra: representar a su Señor»
(CdM - RV)
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