martes, 16 de octubre de 2018

LAVAFRUTAS; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ




Afeé la mentira de Sánchez acerca de su incidente de protocolo en el Palacio Real, cuando contó que se pusieron allí su señora y él junto a los Reyes para echarse una foto, y que vino Ana Pastor y les dio la mano. Ahora yo parecería un cortesano si hiciese mutis por el foro con el comunicado de La Zarzuela, que también niega que Sánchez metiese la pata.

La pata la metió: sólo hay que ver la moviola. Si las instrucciones de La Zarzuela eran, como dicen, que Sánchez y su esposa permaneciesen con los Reyes "hasta que los siguientes invitados llegaran a las inmediaciones del Salón del Trono", ¿las instrucciones eran que permaneciesen una milésima de segundo? ¿Y dar la mano a una atónita Ana Pastor? Y de la foto que al principio dijo Moncloa, ¿qué?

Puede que yo esté equivocado, por más que haya recurrido al VAR y que tengamos los antecedentes de los problemas de Sánchez con el protocolo (repásese su visita a Canadá). Lo comprobaremos, en todo caso, si en las próximas recepciones reales se establece la costumbre de que el presidente y su mujer permanezcan con los Reyes hasta que llegue la tercera persona de la fila del besamanos, y así se rellene ese vacío (de unos doce o trece centímetros cuadrados). Vacío veloz que puede aprovecharse, como dijo La Moncloa, para hacerse una instantánea (nunca mejor dicho).

Si en próximas audiencias reales se repite este nuevo formalismo, yo me desdeciré. Mientras tanto, no hay quien me quite de la cabeza que La Zarzuela también ha mentido. ¿Me parece tan grave como el babetazo del presidente? Ni por asomo, y no por un monarquismo ciego, sino por la motivación y los modos de cada caso. La "fermosa cobertura" de La Zarzuela sigue la tradición y el estilo de la familia. Lo contó el diplomático José Antonio de Urbina: Alfonso XIII celebraba un almuerzo oficial cuando un invitado vio el lavafrutas con su agua fresca, sintió sed, y echó un buen buche. Fue visto por todos, con el bochorno general y alguna risilla particular. El Rey tomó con elegante ostentación su lavafrutas y bebió, obligando a todos a dejarse de asombros y risillas, y beber. Entre los deberes del buen anfitrión está amparar a sus invitados del ridículo y la incomodidad. La Zarzuela lo ha cumplido de nuevo a la perfección con Sánchez. Pedro Sánchez, mientras, le echó la culpa a Ana Pastor y a los servicios de protocolo de La Zarzuela. En realidad, sí que se ha retratado.

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