domingo, 2 de abril de 2017

LECTURAS Y EVANGELIO V DOMINGO DE CUARESMA

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Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 37,12-14:

Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.

Salmo

Sal 129,1-2.3-4ab.4c-6.7-8 R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa

Desde lo hondo a ti grito, Señor; 
Señor, escucha mi voz, 
estén tus oídos atentos 
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor, 
¿quién podrá resistir? 
Pero de ti procede el perdón, 
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor, 
espera en su palabra; 
mi alma aguarda al Señor, 
más que el centinela la aurora. 
Aguarde Israel al Señor, 
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa; 
y él redimirá a Israel 
de todos sus delitos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 11,3-7.17.20-27.33b-45

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.»
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. 
Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús: «Quitad la losa.»
Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. 
Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Introducción

Entramos en la última semana de esta Cuaresma y lo hacemos con una petición: la ayuda de Dios para vivir del mismo amor que llevó a Jesús a entregar la vida por todos. Brota de la necesidad imperiosa de amor que todo ser humano tiene y está abocada al ejercicio de la solidaridad, que está urgido por las situaciones extremas en que vive mucha gente.
Durante este camino de preparación para la Pascua, hemos pasado de contemplar el Misterio de Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, a examinar nuestra realidad a la luz de este Misterio. No se trata de una renovación caprichosa, a nuestra medida y conforme a nuestros intereses. Se trata de dejar que la Imagen, las actitudes, los criterios y los valores que Él ha presentado, de palabra y con su vida, se hagan realidad en nuestra vida.
Una llamada de atención hace Ezequiel: Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os haré salir...
De una situación de muerte y sin sentido, en la que nos sumergimos muchas veces, nos lleva el amor de Jesucristo a una experiencia desbordante de vida. No ha venido a condenar sin o a salvar, a dar vida en abundancia.
El signo será devolver a la vida a su amigo Lázaro. Lo hace pasar de lo aparentemente definitivo, cuatro días muerto, a volver a vivir. Todos pasan de la desolación producida por la muerte, a la posibilidad de vivir de otra manera si aceptan que Él es la resurrección y la vida.
Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Real Convento de Santo domingo (Almería)

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