¿Te has fijado cómo se consume la vela? Da luz, disipa tinieblas, pero a costa de su propia existencia; se va consumiendo, deshaciendo, desapareciendo...
Cuando más luz da, menos le queda a ella.
Y cuando ya no puede ser útil, deja de existir.
Así tenemos que ser nosotros: Debemos dar luz a costa de nuestra muerte total.
Este ha de ser nuestro programa de vida: Dar la felicidad a los otros, aunque ello suponga que nosotros nos deshacemos y desaparecemos.
Cuando la madre da la luz a su hijo, pierde algo de sí; pero ella no desaparece del todo; queda en su propio hijo; en su hijo cobra nueva vida, más joven, más llena de posibilidades.
Es hermoso llegar al final de la vida teniendo conciencia de que nos hemos consumido por el bien de los demás.
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