Es fácil caer en una angustia: En la de preocuparse en exceso de si me ven o no me ven, si me estiman o no me estiman, si me valoran o se olvidan de mí, si me corresponden o me dejan de corresponder.
No podemos hacer depender nuestra vida de los demás, por más que nuestra vida tenga su proyección en los demás.
Cada uno de nosotros tiene su propia conciencia y a esa conciencia le debe fidelidad; no podemos apartarnos de la ruta del bien y de la verdad, porque los que nos rodean reconozcan o dejen de reconocer nuestras aptitudes, interpreten bien o mal nuestras intenciones, acepten o rechacen nuestra colaboración.
Al fin, nosotros estamos obligados a poner nuestra acción; no estamos obligados a que los demás acepten nuestra acción.
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